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Etiquetas | Sociedad | 15M

En el mugrerío

No es necesario recurrir a los hornos crematorios para cometer crímenes de Lesa Humanidad
Carlos Ortiz de Zárate
domingo, 20 de marzo de 2016, 04:34 h (CET)
La indignación de los ciudadanos no se agotó en el grito del 15 M. Ahora estamos estragados de indignidad y callamos por impotencia ante lo que nos toca vivir y ante lo que nos cuentan. Callamos porque estamos estragados. Yo mismo he caído en ese “silencio de los coderos”, pero me empuja el asco.

No es necesario recurrir a los hornos crematorios para cometer crímenes de Lesa Humanidad y el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU considera que las políticas de la UE violan Derechos Humanos Fundamentales. Nada ha impedido la firma del acuerdo con Turquía; nos hemos acostumbrado a ver escenas del trágico impacto de estas políticas. No creo que alguien pueda sentirse indiferente, pero estamos inmersos en el mugrerío.

Es ya fuerte que el gobierno en funciones afirme que la Constitución española no prevé controles para sus tomas de decisiones y defienda la misma. Es una doble enormidad. Precisamente en el marco de este debate se publican los mensajes intercambiados entre el jefe del Estado y consorte con un presunto corrupto, López Madrid. Resulta patético, sobre todo cuando las noticias de la gravedad de la corrupción implican a los dos partidos del poder, a la Casa Real… y que pese a su magnitud y a los recortes, la justicia lleva años sin resolver.

Nuestras instituciones no ofrecen otra salida que el “silencio de los corderos”, sin embargo, los españoles hemos votado el pasado diciembre y podemos exigir a nuestros representantes en el Congreso que ejerzan nuestra representación ya.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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