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​¿Somos gente de bien?

La bondad o maldad de las personas nada tiene que ver con las ideologías
Jorge Hernández Mollar
sábado, 25 de febrero de 2023, 12:15 h (CET)

Ser articulista o columnista de un medio de comunicación supone asumir una arriesgada responsabilidad en la medida que las opiniones o reflexiones que difundes, tienen una cierta capacidad de crear un estado de opinión en el lector y por extensión en el entorno social al que se dirigen.


Es por eso que en algunas ocasiones son los propios lectores los que te sugieren los temas sobre los que desearían conocer tu parecer. A lo largo de esta semana he recibido algunas recomendaciones sobre cuestiones que hoy son especialmente sensibles: el incremento de la tensión belicista en Ucrania, los efectos nocivos de las leyes infectadas por la ideología de género o los reiterados ultrajes a nuestra bandera, que en esta ocasión se ha producido en la propia sede de la soberanía nacional y con el cómplice silencio de su presidenta, la catalana y socialista Meritxell Batet.


Pero entre alguna de esas recomendaciones, me ha llamado la atención, la de quien me sugería que esta columna se la dedicara a la “gente de bien”. En el último cara a cara en el Senado entre Sánchez y Feijóo, este último remató su intervención espetando al presidente con esta frase lapidaria: “Deje de molestar a la gente de bien”. A continuación toda la izquierda progresista, populista y mediática salió en tromba para acusarle de “elitista”, “antiguo”, “despreciativo” etc…


Lo cierto es que la bondad o maldad de las personas nada tiene que ver con las ideologías. Para ser gente de bien lo único que se necesita es tener un sentido positivo de la vida, cultivar la amistad, el respeto al contrario y cooperar al bien común.


En España afortunadamente hay millones de personas que son gente de bien. Son gente de bien los españoles que saben amar y respetar a sus mujeres, formar una familia y educar a sus hijos con libertad; los empresarios que crean riqueza, la reparten justamente con sus trabajadores y contribuyen a la prosperidad de la sociedad; los profesores que enseñan a sus alumnos la verdad histórica, cultural y científica sin manipulaciones ideológicas; los jóvenes que anhelan el conocimiento y que no hacen del sexo, el alcohol y la droga la evasión de sus frustraciones; los españoles que respetan la naturaleza y los animales y que lo que necesitan es la ayuda de los poderes públicos para su mejor cuidado y protección y no leyes disparatadas que se lo impidan.


Son también gente de bien los que defienden la vida entre las ruinas de un terremoto, en el quirófano de un hospital o rezan por la paz amenazada hoy en el mundo. Lo que molesta y preocupa es que no se respeten sus convicciones morales o religiosas, se ofenda y agravie a los símbolos e instituciones del Estado y se legisle a favor de los delincuentes. Decía Ernest Hemingway que “la gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre”. El día 28 celebraremos que Andalucía es también tierra de gente buena y alegre.

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La sanidad pública en España, durante décadas, ha sido motivo de orgullo. Un sistema universal, accesible y con profesionales altamente cualificados. Sin embargo, esta imagen de excelencia convive hoy con una realidad que cada vez más ciudadanos experimentan en carne propia: listas de espera interminables, falta de especialistas y un colapso que se agrava año tras año sin que lleguen soluciones afectivas.

Sí, yo también quise ser Valdez. Los de mi generación queríamos ser Valdez. Todos, sin excepción. Jugar como él, driblar como él, chutar como él. Óscar Rubén Valdez Ferrero llegó al Valencia C.F., procedente del Platense argentino, en un momento importante, la temporada 1970-71, legendaria con el paso del tiempo. Fue el año en que Di Stéfano revolucionó la capital del Túria con la ayuda de sus «ches».

Son las cinco de la madrugada. Me despierto con mi libro bajo el brazo, me quedé dormido, serían las doce de la noche. Abro mis ojos contemplando los millones de personas que no tuvieron la posibilidad de contemplar la “vida” más allá de los ochenta. Murieron mucho antes, mejor dicho fueron eliminados sin ningún sentido... caprichos de la política, de los políticos, de la cobardía de los agradecidos.

 
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