El corazón chirría igual que un pájaro en extravío en los senderos de la memoria. El sabor ácido que dejaron las palabras que se compartieron con la vana esperanza de encontrarse provoca la furia de las olas. En este mar de distancias y promesas no hay más que sed. No puedo construirte si no te nombro.
Detrás del teléfono, la penumbra me acecha, mientras tú me cuentas de tu día y sus formas de ser. The Rhythm Changes, de Kamasi Washington suena en el fondo. Enciendo la pipa de René Magritte para olvidarte y la luz te recrea, pero no eres tú. La lámpara de lava se funde en el recuerdo y somos demasiado inútiles para explicarlo.
De un momento a otro, eres como una planta alelopática que revoca mi presencia entre las hojas que caen, sin remedio ni futuro. Llamada tras llamada, noche tras noche, las horas no escasean, se juega con la imaginación.
Pasa el tiempo y cuelgo el teléfono, ya no estás. Ahora te siento y encuentro en otra silueta que derrama el misterio sobre el cuenco de la luna, para beberme. En las manos del lirio me deshago, hasta que mi voz se sumerge completamente en el agua. El silencio, la más cruel de las armas, aún esconde el secreto. .............................. A David de la Torre Cruz
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