Pedro Sánchez va a China. A qué. A quién obedece, si obedece a alguién. Y por qué lo usan o admiten USA, China, Rusia y la UE; en ese orden, en otros, a la vez o cada uno por su lado. Sin información desde el Gobierno al respecto, puede haber un indicio en el prólogo de Helio Jaguaribe al libro de Marcel Gullo ‘La insubordinación fundante’: Las condiciones reales de poder son las que determinan el poder de los Estados, incluidas la cultura de una sociedad y su psicología colectiva. Así contempladas las relaciones internacionales, se observa, desde la antigüedad oriental hasta nuestros días, que se caracterizan por ser relaciones de subordinación en las que se diferencian pueblos y Estados subordinantes y subordinados.
Acabada la Moción de Censura y lección de buenos modos de Tamames al Gobierno, a Batet, a los diputados y a quien quiso oirle, el Palacio de la Moncloa administró dos noticias: Dimisión o cese de la Directora de la Guardia Civil. Y anuncio de viaje presidencial a China. Lo habitual, corrido Sánchez en el vitral de un nonagenario que no va a gobernar, se pasa página para evitar la imagen del presidente deteriorada por comparación. En su lugar, jaleo escamoteado en la cúpula de la Guardia Civil, que pudo publicarse antes traído a colación ahora; y viaje a China adornado con el fervor y ritos de formas de convivencia autócratas que en democracia avergüenzan.
Por limpieza informativa, sería lógico que el viaje a China, con propósitos e intenciones, lo anunciara el ministerio de Asuntos Exteriores. Una visita a una potencia mundial, con la Guerra en Ucrania candente y el mundo pendiente, compete a quien en el Gobierno se encarga de las relaciones internacionales, pero lo escenificó Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. De ahí la alarma. Bolaños, como primer cometido, es ministro de la Presidencia. El Gobierno y Asuntos Exteriores, en lugar de Bolaños o con él, pudo precisar si nuestro pueblo y España están en lo Jaguaribe define como pueblos y Estados subordinantes o subordinados. Sin hacerlo, no sabemos en calidad de qué va Sánchez a China. Tampoco si, subordinado, obedece a algo o a alguien.
Tan torpe proceder, coloca al presidente y a España ante una optativa insultante: Hombre cabal, considerado por aliados idóneo para misión importante, que debería haber sido explicitado por el ministerio de AA.EE. O un ‘anda, corre, ve y dile’, correveidile, que el diccionario tacha de ‘persona que es aficionada a contar chismes o alcahuete’, que es incompatible con la teatralidad de Bolaños. Si dolidos, por el rol a interpretar por nuestro presidente, buscamos el porqué de él y no otros, el resultado es peor: Los que podrían hacerlo, lo evitan porque no sirven, no pueden o no quieren. O, como apunta un analista en política internacional importante, porque usan al primer chigarabis que estaba a mano. USA, China, Rusia y la OTAN tienen embajadores y contactos para todo. La UE, con Borrell alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y política de Seguridad, también pudo encargarse del asunto, pero el viaje a China lo hace Sánchez desde España y lo anuncia e interpreta a su modo Bolaños.
A más abundamiento, en beneficio de España y a costa del patriotismo, supuesto, de Sánchez, cabe aducir una razón que, aunque no justifica el viaje y el trato informativo del Gobierno, aconseja que quien haya decidido prefiera a Sánchez para ir a China. Por convicción, obediencia, ambas cosas u otras, a lo largo de su historia, el actual presidente del gobierno español ha demostrado que puede defender cualquier cosa, en más de un idioma, improvisando o leyendo. Rotundo, con una cualidad que incapacita a algunos y a él no y que importa en este asunto, sin inmutarse puede cambiar de opinión, para defender lo contrario de lo propuesto y hasta para simultanear propuestas enfrentadas a la vez. Con vistas al curso de la Guerra en Ucrania y lo que pueda resultar de ella, es extraño, demoledor para el concepto de ‘lo español’ en el mundo, pero puede ser el motivo que aconseje la falta de compromiso que, conociéndole, supone que Sánchez hable en China como miembro de Estados y pueblos subordinantes o subordinados (español o europeo).
Es la situación en la que actúa Bolaños. Con sus palmeros y corifeos. Gratis o a sueldo. Pero en democracia no basta. Conviene que, para evitar recelos y suspicacias, los que han decidido o permitido que el Presidente del Gobierno de España viaje, expliquen a qué va Pedro Sánchez a China.
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