China siempre ha adolecido de un desarrollo económico suicida y poco respetuoso con el medio ambiente, con crecimientos desmesurados de macrourbes y megacomplejos industriales y la consiguiente reducción de superficie dedicada al cultivo agrícola. Así, según un estudio realizado por científicos chinos en 1990, el 40% de los mamíferos y el 76% de la flora estaba en peligro de extinción y la Academia China de Ciencias Sociales aseguraba que había desaparecido ya la mitad de los pantanos que existían en el país.
En este contexto, según un informe del Banco Mundial del 2010, China contaba con 16 de las 20 ciudades con más polución del globo e incluso un estudio del Gobierno chino reconocía que en dos de cada cinco urbes la calidad del aire oscilaba entre "contaminada" y "peligrosa". Sin duda, los casos de Linfen y Tianying, ubicadas en el centro del país y Harbin en el noreste, llamaban la atención por el grado extremo de polución, con episodios recurrentes del llamado "airpocalipsis" o grado extremo de contaminación. Sin embargo, las políticas anticontaminantes del Gobierno chino habrían logrado en el periodo comprendido entre el 2013 y el 2020, un descenso del 40% de las partículas contaminantes del aire en las principales megaurbes chinas.
La excesiva dependencia del carbón
Según los datos del último informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), “Coal 2022”, el consumo mundial de carbón alcanzó un nuevo máximo histórico a término de 2022, superando por primera vez en la historia los 8.000 millones de toneladas en un solo año al tiempo que fue China el mayor consumidor mundial así como responsable de más de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero.
China adolece de una severa dependencia del carbón, pues cubre el 63 % de las necesidades energéticas de un país que consume hoy casi cinco veces más recursos que en 1980 y continúa creciendo a un ritmo del 9% a pesar de los titánicos esfuerzos por introducir las renovables. Así, según la Agencia Internacional de la Energía, China sería ya el principal emisor de CO2 del planeta, con un volumen superior a los 6.000 millones de toneladas métricas por año, lo que estaría obligando al Gobierno chino a realizar costosísimas inversiones para reducir sus niveles de contaminación y de lo que sería paradigma el megaproyecto de placas solares más grande del mundo que se ubica en el desierto de Kubuqui (Mongolia).
Asimismo, deberá mejorar los parámetros de calidad y medidas filosanitarias adicionales ante las previsibles campañas de los medios occidentales para defender la etiqueta ECO como medida de proteccionismo encubierto.
Aumento de la clase media
En 1981, casi el 90% de la población estaba por debajo del umbral de la pobreza absoluta fijado por el Banco Mundial pero en 4 décadas 850 millones de personas han logrado superar la pobreza extrema y el 2020, el Gobierno dio por erradicada la pobreza extrema. En los últimos años, se ha incrementado exponencialmente el segmento poblacional de la clase media y ya posee una potente clase media que supera los 500 millones de personas (45 % de la población), según un informe del Credit Suisse Wealth Report.
Según datos del Gobierno, el salario medio en 2022 sería de 250 dólares pero la tasa de ahorro de los chinos es muy alta (42%), y para lograr que consuman más el gobierno tiene que buscar la forma de que se reduzca ese ahorro mediante el desarrollo de una red de protección social (salud, educación y pensiones), que hiciera que los ciudadanos no se preocupasen tanto por ahorrar como medida de precaución ante imprevistos así como una reforma del sector agrario que permitiría elevar las rentas de las zonas rurales, las menos beneficiadas por el desarrollo económico.
En consecuencia, el Gobierno chino deberá establecer políticas de incrementos salariales para alimentar y sostener ese boom de consumo, (que actualmente supone el 39% del PIB de la nación frente al 70% de EEUU), pero para ello sería preciso que la renta per cápita de los chinos se incrementara notablemente ( 5.486 dólares anuales en el 2022) y se redujera el abismo que existe entre las zonas costeras y las interiores.
El peligro de la relocalización
Otro peligro que acecha a la economía china sería el 'reshoring' o relocalización, por el que las compañías extranjeras asentadas en suelo chino repatrían parte o toda su producción a sus países originarios o a zonas más cercanas como Vietnam o la India.
Este fenómeno según la EAE Business School, vendría motivado por el hecho de que "los gastos salariales emergentes han subido y que la producción robotizada iguala los costes de producción en China, Vietnam o en los países occidentales", aunado con la doctrina proteccionista implementada por EEUU. Así, según un informe de Bank of America Global Research, un 83% de las empresas de EEUU tienen planes de relocalización, con lo que podríamos asistir al incremento de las tasas de paro que tensionarán la vida social al ser el paro un fenómeno prácticamente inexistente en un país con una tasa de paro del 5, 80 % en el 2022.
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