La @ftorodelidia, una Asociación que defiende la tortura de animales como negocio, espectáculo y educación, no sólo alimenta la crueldad extrema con toros, becerros o vaquillas desde la mentira al servicio de sus intereses sangrientos y la perversión de la ciencia en aras de la crueldad, es que también cae en la depravación de asegurar que esa violencia es sana para la infancia y que los niños que la practican son mejores que los que no.
Para ello se apoyan en la conclusión de Guillén Corchado, un psicólogo que es taurino acérrimo. Estas son sus palabras: "El grupo perteneciente a escuelas taurinas obtuvo mayor puntuación en tesón, afabilidad y apertura, así como en autoeficacia y afrontamiento de solución de problemas y bienestar emocional". En otra ocasión ya lo hicieron en la de Gómez Pin, un filósofo igualmente defensor de la tauromaquia a espada y descabello de sus detractores y que afirmó lo siguiente: “Los niños deben acudir a los toros porque es un espectáculo éticamente recomendable y sin ningún rasgo negativo".
Así que según estos dos enseñarle a la infancia a ir reventando poco a poco a una criatura inocente hasta matarla y cercenar en los más pequeños cualquier atisbo de empatía con el sufrimiento de esos seres, es para esos niños algo positivo y enriquecedor, una experiencia que los convertirá en adultos más preparados para la vida, más afables y emocionalmente estables, en mejores personas al fin que aquellos niños que no han sido alumnos de una escuela para el adoctrinamiento en la tortura.
Bueno, no sé yo cuántos serán los conocimientos de estos dos personajes en lo que a psicología y filosofía se refiere, pero recordemos que la erudición en medicina del Dr. Joseph Mengele no fue obstáculo para sus actos.
Y sobre todo, no olvidemos que la Fundación que lanza públicamente este mensaje tan nocivo como atroz, la que alienta a educar a la infancia en la violencia (y de paso propicia que sea víctima de ella en un ruedo), recibe subvenciones de dinero público.
Estamos en 2023. Esto es repugnante.
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