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Compañerismo vital

Las actitudes sectarias no quieren saber de la armonía
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 7 de marzo de 2025, 11:21 h (CET)

No cabe duda, nos vendrá bien de vez en cuando, dirigir la mirada sobre aquello que nos une durante los recorridos diarios por este mundo; nos ayudaría a percibir las AFINIDADES, que tanta falta nos hacen y apreciamos poco. La inmensa variedad de situaciones no es óbice para que pensemos en los rasgos compartidos, de indudable repercusión para el conocimiento mutuo; sus condicionantes abocan a tonalidades gratificantes o preocupantes, que eso será otra cuestión. Dichas miradas, contribuirán al menos a la consideración de semejantes para el resto de individuos; lo cual no será poca cosa, cuando en los entornos se abonan las diferencias de forma inusitada. La convivencia necesita de estas miradas.


Los grandes cambios producen importantes efectos, cuyas repercusiones no van a ser homogéneas; influirán las distancias a los afectados, su implicación en el evento, su fortaleza o debilidad, modelarán aquellas consecuencias. Nadie se libra de esa cierta dependencia con respecto a los intensos fenómenos ocurridos en sus ámbitos. Puede tratarse de guerras, catástrofes naturales como terremotos, volcanes o riadas; también modificaciones organizativas de la política, medios de información novedosos o descubrimientos científicos. Tenemos en común esa exposición involuntaria a determinados ACONTECIMIENTOS que no dependen de nosotros, aunque nos vemos obligados a soportar alguna de sus secuelas, como imponderables tropiezos.


Hasta los más pasivos no podrán prescindir de las tareas mínimas para la vida, empezando por la subsistencia, es un reto tenaz y exigente. A partir de esos mínimos, las dificultades se multiplican hasta formatos difíciles de precisar, con una serie de matices apuntando al infinito. La multiplicación de los ASUNTOS cotidianos, esperados o insospechados, es otra de las cosas que nos unen; nos abrumen o no, hemos de contar con ese grado de ocupación antes de cualquier requerimiento posterior. El añadido de actividades mentales o físicas se supeditará a dichos asuntos. La irregularidad también se infiltra en todo esto, con un baile de justificaciones inabordable desde el conjunto. Al menos, queda ese resquicio personal activado.


Al hablar de la vida donde actuamos tantos sujetos parecidos, próximos o distanciados, las presencias físicas ceden su prestancia a la serie de atributos acompañantes con las correspondientes actuaciones derivadas de sus influencias; es imprescindible contar con ese conjunto a la hora de establecer las relaciones pertinentes. Otra de las peculiaridades individuales a tener presente para entendernos, es constituyente del sujeto aislado, lo convierte en un nido de INQUIETUDES sin parangón. Parten de las primeras necesidades, pero amplían sus orientaciones sin límites perceptibles; sólo una escasa proporción llegarán a conocerse por quienes le acompañaron en esos momentos. El mismo protagonista tiene dificultades para precisarlas.


Aunque no nos atrevamos a manifestarlo, por aquello de no parecer ignorantes, mantenemos aparcadas muchas dudas; de tal manera nos manifestamos, que ya no sólo lo parecemos, lo somos de lleno, cada vez más ignorantes de lo fundamental. Nos arrastran las componendas sociales de diverso pelaje, satisfechos del espectáculo que estamos dando. Sin embargo, dentro del personaje individual bullen los mejores revulsivos para salir bien de aquellas andanzas; se trata del bagaje de las PREGUNTAS que todos llevamos dentro, son un principio inmejorable para buscar los prometedores hallazgos gratificantes. Las buenas preguntas son un elemento básico y formativo. La cuestión asienta en su uso y la colaboración comunitaria.


Quienes conviven en un momento dado, cuentan con numerosas pulsiones interiores a la vista de cuanto les acontece y de lo que sean capaces de imaginar; muchos de esos estímulos se relacionan con sucesos del pasado o pretenden enlazar con el futuro. No se concibe un sujeto sin esos alientos particulares cuya génesis desconocemos, tampoco están siempre estructurados, esos fondos psicológicos funcionan con engranajes peculiares. Por lo tanto, entre los atributos de los acompañantes estarán los DESEOS o intenciones; como otro hilo conectado a la convivencia. Su carácter viable o utópico vendrá determinado por la confluencia de factores complejos, con especial mención a su cruzamiento con los deseos de las demás personas y circunstancias.


Estamos ubicados de tal modo, que es impensable vernos expuestos en un escaparate geométrico, ni tampoco sueltos y agitados como manadas de animales salvajes. Ante el aparente caos ambiental, se intuye un orden vital y dinámico, que haga compatible la confluencia, la armonía, de los atributos de todas las personas. No está escrito, no, ese trazado dinámico; apenas se vislumbra como una posibilidad, cuyo requisito habrá de centrarse en las cualidades de las personas. Desde la reflexión de lo que somos, la pluralidad y la realidad del mundo, se impone el diseño de unas directrices generales, una MORAL social integrante, de rasgos básicos y necesarios. No valen escapatorias sectarias desintegradoras.


Una vez establecido ese núcleo moralizante abierto a futuras consideraciones, la diversificación de las cuitas personales nos pone a cada uno en un brete difícil de dilucidar, que exigirá mucha atención. ¡Hay que vivir! Y eso entraña muchas peculiaridades en los comportamientos. El basamento moral es el punto de partida, aunque las mencionadas cuitas se han de resolver ceñidos a cada situación particular. Esa atención a las conductas cotidianas modela una ÉTICA, siempre novedosa para cada individuo y sus circunstancias; las ideas básicas de la moral evitarán los desbordamientos, las valoraciones personales matizarán el perfil de los actos realizados y sus consecuencias. Sin la base moral no hay ética, sólo éticas al gusto.


La inmediatez de las decisiones no facilita las reflexiones; los principios e incluso los conocimientos permanecen postergados con frecuencia, máxime, cuando las certezas absolutas brillan por su ausencia. Esa inseguridad nos acompaña en todo el recorrido, somos entes provisionales en pleno ejercicio. Si a ello añadimos el carácter cambiante del ambiente, las veleidades prácticas de cada ser humano, con el fondo de los ocultamientos y las intenciones, la ambigüedad de cuanto acontece se pone de manifiesto. Como resultado inevitable desaparece la franqueza relacional y se agranda el bagaje de los RECELOS infiltrados en los diálogos. Las dentelladas del humor, las supersticiones, pasiones e ignorancias, se interponen frente a los entendimientos.


Nos tienden trampas de lo más perversas al mostrarnos señuelos reduccionistas (modernismo, sexismos, progresismo…), intolerantes con el resto de las atribuciones personales. La SÍNTESIS identitaria acoge al conjunto de esos atributos para las decisiones pertinentes. Los secuestros sectarios disgregan la identidad personal y por ende la comunitaria. El perfil propio queda en entredicho.


Las mil y una ideas o sensaciones multiplican las perspectivas. Las actitudes segregadoras o de aislamiento tienden al fanatismo excluyente y constituyen opciones evidentes. El COMPAÑERISMO alienta la expresión diversificadora en busca permanente de la colaboración integradora, su opción está basada en la armonía trabajada. La disyuntiva orienta los perfiles de consecuencias contrapuestas.

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