Cuando el cartero llama a la puerta y trae un paquete siempre es motivo de alegría, generalmente el paquete suele ser el libro todavía con aquel tierno olor de acabado de salir del horno de la imprenta de algún amigo o amiga dedicada a una de las actividades que más placer dan a quienes la practican a pesar de que en los tiempos que corren, tiempos de prisa, de tiktoks, youtubers e influences, están haciendo caer en el olvido la minuciosidad del viejo arte de la escritura, y todavía más si quien se pone delante de la brillante pantalla del ordenador o del folio en blanco dedica su tiempo a plasmar mediante la poesía sus vivencias cotidianas.
En esta ocasión, el paquete me llegaba desde mi tierra, el País Valencià, y la remitente era una vieja conocida y buena amiga. Adriana Serlik, desde la comarca de La Safor me enviaba sus penúltimos versos, porque los últimos seguro que los está escribiendo en estos momentos, recopilados en un pequeño volumen titulado “Desconciertos” editado, de manera exquisita, por Los Libros del Mississippi, prologado, de manera exquisita por Jesús Jiménez Rinaldo.
Adriana y yo nos conocemos desde hace veinte años, o más, siempre he seguido su larga trayectoria, no sólo en su tarea como escritora, sino también en sus esfuerzos por hacer de este mundo un lugar en el que ser felices, y para ello ha dedicado una gran parte de su tiempo a las personas que la rodean ofreciéndose a ayudar en diversas actividades populares. Adriana es un “todo terreno”, no sólo escribe poemas, bellos poemas, sentidos poemas, poemas llenos de esperanza y sentimiento, sino que hace poco más de un año nos asombró y sorprendió con la publicación de su primera novela, “Un puente invisible”, libro protagonizado por mujeres defensoras de sus derechos y solidarias, como la misma Adriana que, desde su niñez en Avellaneda hasta su llegada a España, pasando por Roma y otras ciudades europeas, siempre ha luchado reivindicando los derechos de la mujer, en muchas ocasiones luchando también contra dictaduras como la argentina o la franquista.
Con Adriana tengo muchas cosas en común, no sólo el año de nacimiento y las ansias de lucha contra la desigualdad social y las políticas dictatoriales. Comparto con ella un modelo de escritura, un modelo de hacer poesía, ni ella ni yo somos amigos de las metáforas florales ni de las palabras grandilocuentes. Adriana en sus libros escribe claro y raso, sus palabras y lo que quiere decir son como un puñetazo en la cara del lector, un golpe para despertar de la somnolencia en la que los poderes públicos intentan sumergirnos secuestrando nuestra fuerza de voluntad y nuestras protestas ante la crudeza de un mundo con el que no estamos de acuerdo. Y en este “Desconciertos”, su libro que más me ha impactado, este tipo de escritura, de protesta mediante los versos, queda más claro que nunca. Como escribe el prologuista “Expulsada su estirpe y ella misma de un jardín que custodian otros con sus espadas flamígera, le queda la escritura y por esos los versos de Adriana Serlik nos inducen a ver las alambradas y los muros de la injusticia…, que han salpicado y salpican su vida, casi seguramente también la nuestra”.
Estamos ante un libro de poemas donde también, especialmente en los primeros versos, triunfa el amor, los amores, hasta cuatro, cuenta Adriana. Los amores que fueron y ya no son, pero que siempre quedan en el recuerdo. Pero también es un libro donde andan los recuerdos del sufrimiento, de las dictaduras del Cono Sur y de España, de los horrores del nazismo, de la vida misma que la poeta, o sus antepasados han vivido. Y todo en un lenguaje claro, conciso, de versos cortos y palabras claras, porque, como hace muchos años cantaba Pi de la Serra “la poesía ha de salir a la calle y coger el tranvía con cara de sueño y ha de bostezar el poeta”.
Porque si la poesía se queda encerrada en el núcleo de los “iniciados” no conseguiremos nada, hay que sacar los poemas a las calles y plazas con un lenguaje claro y llano. Si tan sólo nos dedicamos a escoger palabras del jardín del diccionario para hacer bellos ramos de flores sin ningún aroma quedaremos satisfechos en un precioso ejercicio onanista pero nada más. Es necesario llegar a los demás, es lo que ha hecho Adriana en su “Desconciertos” y por ello pido para ella, que ustedes, amables lectores, hagan suyas las palabras del cantante Moustaky cuando decía “Soyez bons pour les poète le plus doux des animaux”.
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