Las migraciones del ser humano siempre han estado presentes a lo largo de Historia. Desde el mismo inicio de su existencia, los movimientos migratorios han sido una constante en el desarrollo evolutivo de las sociedades. En la actualidad, los movimientos migratorios que se efectúan suponen un peligro para las personas que los realizan, más aún si estas personas son de temprana edad debido a la desestabilización de estas personas.
El concepto de extranjero lo utilizamos comúnmente para hacer referencia a las personas que llegan al país nacional desde un país desarrollado, por el contrario, el concepto de inmigrante, hacemos referencia a las personas que llegan al país nacional desde un país desfavorecido.
Hacemos ver al lector la gran carga peyorativa y estigmatizada que presenta el concepto de inmigrante. De manera académica, la persona emigrante sería aquella persona que sale del país con un destino claro o no. Los motivos de la salida de su país de origen, pueden ser diversos, desde búsqueda de nuevas oportunidades laborales, hasta las consecuencias de desastres naturales. La migración es sinónimo de pérdidas y renuncias, no son los materiales y económicas las más importantes, y si las de carácter emocional que tienen que ver con las nuevas oportunidades, la familia y las amistades.
Salir de manera voluntaria o no, obliga a soltar y soltar no siempre es sencillo, soltar una vida para ir hacia novedades y oportunidades, a veces cargadas de rechazo y discriminación. El lugar receptor no es siempre hospitalario. Emprender el camino es un intento de mejorar su vida arriesgándola.
El duelo migratorio es un fenómeno múltiple, al dejar atrás idioma, costumbres, status social y familiar, amistades, lo que a su vez también surge el fenómeno que es, a la vez parcial, porque las pérdidas pueden no suelen ser definitivas, la elaboración de la pérdida que empieza cuando una persona emigra, es un proceso que puede culminar en éxito o en patología, ya que cuestiona los recursos y estrategias de adaptación de cada uno y moviliza emociones ambiguas haciendo que el duelo también lo sea.
Se hace entre nostalgias y esperanzas de un proyecto nuevo, este duelo puede volverse crónico, recurrente, nunca resuelto y fácilmente reanimado por visitas de compatriotas y sueños de retorno. Esto sucedió muchos a los españoles radicados “en el exterior” quienes, sin perder sus anhelos de regresar, trabajan toda su vida para pasar la vejez en su tierra natal, tanto los que emigraron fuera de España como a los que emigraron dentro de España.
El duelo migratorio es el gran “estar entre” dos países, dos culturas, dos grupos de personas, dos planteamientos vitales, dos emociones enfrentadas… Afrontando las ganancias y pérdidas, los riesgos y beneficios que supone la nueva situación poniendo a prueba nuestras capacidades de adaptación y preparación psicológica para el cambio.
Aceptar el duelo migratorio ayuda a entender que las pérdidas no son siempre tangibles y cuantificables materialmente o en dinero para fines de reparación. Hay pérdidas cuyo precio no depende del objeto perdido sino de su significado y valor personal. No se compensa con dinero la “inversión afectiva”.
En la actualidad, estamos viendo como las redes sociales llegan a generar una falsa realidad que alimenta el afán por emigrar hacia España y hacia Europa gracias a las situaciones irreales que se pueden llegar a dar en estas redes sociales. No obstante, estas mismas redes sociales también han ayudado a reducir situaciones de soledad en esta grave crisis pandémica.
Es importante y no restar importancia a estos procesos, ya que muchas veces que se necesitará una ayuda a nivel psicológico y social por las circunstancias que rodean el proceso de duelo migratorio y lo que éste haya supuesto en relación a los recursos personales.
Una ayuda que favorezca la adaptación en el nuevo entorno mientras se sigue manteniendo las conexiones con las raíces del que se deja, e integre un trabajo emocional correspondiente a la vivencia de cada uno.
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