A lo largo de los últimos meses nos hemos visto rodeados por los mensajes de los diversos partidos políticos prometiéndonos “el oro y el moro” (ojo, esta es una expresión popular nacida de un suceso del siglo XV acontecido en Ronda. Vaya a ser que me tachen de racista. Aunque en Melilla parece ser –presuntamente- que ambos conceptos están bastante relacionados). Una vez pasada la euforia de las promesas cargadas con pólvora del rey, llegan los momentos de cumplir con lo prometido. No sé de donde van a sacar pisos para tantos, van a conseguir esas subidas de salarios, esas subvenciones merecidas o no y habrá longanizas suficientes para atar a tantos perros como circulan por nuestras calles. El próximo paso se basa en que, como se aproximan otras elecciones, bastará con que cada uno de los partidos supere las promesas que nos acaba de hacer el contrario. De esta manera, y con el tú eres más malo que yo y yo te doy más que tú, estaremos bastante divertidos a lo largo de los próximos meses. Volveremos a discursos vibrantes de los políticos de turno, respaldados por unas personas sonrientes que quieren simular un interés y un fervor encendidos por el mitinero salvador de la patria. Ya nos hemos acostumbrado. Además tenemos la suerte de contar con el mando a distancia que nos permite, como distracción, dedicarnos a aprender a hacer sables tibetanos o a participar en las subastas de contenedores en yanquilandia. Las series turcas son, a veces, más divertidas que el chorro de promesas que los que las realizan saben que no van a poder cumplir. La buena noticia de hoy es que la gran mayoría de los españoles va a seguir esforzándose desde sus estudios, sus puestos de trabajo, su labor como investigadores, sus actividades profesionales, sus pequeñas y grandes empresas o las de los sufridos autónomos. Seguirán bregando con sus impuestos y dificultades de todo tipo, sin contar con el maná liberador proveniente de las promesas del papá estado. Así que, mis queridos niños, “a poblemate”, para que os hagáis hombres de provecho. “Del viejo, el consejo”. Y olvidaros de los cantos de sirena. Si me cuesta trabajo creer en Dios… como voy a creer en los políticos. Hoy ya he cumplido con mi obligación. He votado con pocas ganas. Pero he votado. Mañana… a seguir luchando.
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