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Lola López Mondéjar (Molina de Segura, Murcia, 1958) es psicoanalista y escritora. Ha publicado las novelas ‘Una casa en La Habana’, ‘Yo nací con la bossa nova’, ‘No quedará la noche’, ‘Lenguas vivas’, ‘Mi amor desgraciado’ (finalista del XXI Premio Internacional de novela Torrente Ballester 2010) y ‘La primera vez que no te quiero’; los libros de relatos ‘El pensamiento mudo de los peces’, ‘Lazos de sangre’ y ‘La pequeña burguesía’; y los de ensayo ‘El factor Munchausen. Psicoanálisis y creatividad’ y ‘Una espina en la carne’. Sus cuentos forman parte de distintas antologías. Colabora habitualmente con el periódico La opinión de Murcia, en el que mantiene el blog Microscopías.
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Lola López Mondéjar vino a Valencia para asistir a un seminario del Colegio de Médicos y presentar su última novela, ‘Cada noche, cada noche’, editada por Siruela, en la librería Shalakabula de Mislata. En ella, la escritora murciana nos habla de Dolores Schiller, hija de Dolores Haze, que no es otra que Lolita, el mítico personaje creado por Vladimir Nabokov en su obra del mismo nombre. Schiller acaba de saber que padece una enfermedad incurable y, antes de recurrir a un suicidio asistido, como ha resuelto hacer, decide revelar su secreto: al cumplir veinte años, su padre le hizo entrega de los diarios de su madre, fallecida al dar a luz. Al compararlos con lo sucedido a Lolita, Dolores sospecha que su madre y la famosa niña podrían ser la misma persona. Con estos lazos intertextuales como telón de fondo, Lola López Mondéjar compartió conmigo unos minutos a primera hora de la tarde de un viernes de abril, caluroso y soleado, para hablar de su novela en el espacio lúdico del Sweet Sohotel Valencia.
Lola, enhorabuena por tu novela. Parece que últimamente cuesta bastante publicar en España, ¿a ti te resulta fácil conseguirlo?
En estos momentos considero que tengo dos buenísimas editoriales como son Siruela, para las novelas, y Páginas de Espuma, para mis relatos, que apuestan por mí y me apoyan. Pero eso es ahora. Cuando empecé, allá por 1997, me resultó muy difícil publicar. Debuté en la editorial Fundamentos de Madrid, pero hasta entonces todo eran rechazos que me hicieron mucho daño, hasta tal punto que dejé de escribir durante diez años. Luego volví a hacerlo pero en el medio periodístico, donde la inmediatez de la publicación y la rápida respuesta de los lectores me atraía mucho. Y eso me sirvió para cobrar fuerzas de nuevo.
Muchos escritores afirman que la literatura les ahorra muchas visitas al psicoanalista, ¿por qué escribe una psicoanalista como tú?
Para ahorrarme visitas al psicoanalista. Sin duda, rotunda y descaradamente [risas]. Justo el libro del que hablaré mañana en el Colegio de Médicos de Valencia trata de que los escritores tenemos una herida abierta y que escribir es una forma de suturarla.
De alguna manera, ¿tu profesión te facilita la labor de caracterización de personajes o es una dificultad añadida?
Ambas cosas a la vez. Es una dificultad, porque a la hora de escribir, los psicoanalistas hemos de abrir ese código de lenguaje sintético, pretendidamente científico, que manejamos y eso es algo que nos cuesta bastante. Y también es una ayuda, porque la complejidad que conlleva el psicoanálisis nos permite abordar la complejidad del ser humano. Lo que sucede es que yo eso lo llevo de serie, no me doy cuenta y los lectores me lo recuerdan. En el fondo, quienes inventaron al ser humano fueron los escritores. Cervantes, Shakespeare, Tolstoi o Yourcenar definieron perfectamente sus características.
En ‘Cada noche, cada noche’, la referencia clara es la novela ‘Lolita’ escrita por Nabokov, ¿resulta imprescindible leerla antes para comprender tu obra?
Creo que no es necesario. En el juego intertextual que hago con la de Nabokov, aquellas personas que la hayan leído recientemente apreciarán matices distintos, pero nada más, porque mi novela reúne el suficiente interés para sostenerse sola. El personaje de Dolores Schiller es quien soporta el peso de la novela y resulta más que solvente para atraer al lector. Lo que sí ocurre es lo contrario, o sea, ‘Lolita’ ya no puede leerse sin conocer mi obra.
El otro día cayó en mis manos un cedé de un pianista de jazz que tocaba las ‘Variaciones Goldberg’ de J.S. Bach. Este artista había compuesto 33 nuevos movimientos complementarios, de tal modo que parecía una sola composición de 66. ¿Con tu novela y ‘Lolita’ puede ocurrir algo parecido? ¿Se han convertido o pueden convertirse en una sola obra nueva?
Sí y de hecho surge una novela nueva. Yo he pretendido introducir ese híbrido en el lector y por eso adopté esa estructura. En su libro ‘Foe’, Koetzee dialoga con Robinson Crusoe y eso produce que, cuando has leído las dos obras, brote un texto distinto, desconocido, que solo existe en la mente del lector.
¿Cómo surge la idea de abrir un hueco a codazos para Dolores Schiller en la trama de la ‘Lolita’ de Nabokov?
Yo leí a Lolita muy joven e hice una lectura muy pegada a la voz de Humbert Humbert, porque para mí la novela de Nabokov es la voz de Humbert Humbert, un tipo seductor, auténtico protagonista del texto. Entonces la interpreté como una historia de amor, pero años después acudí a México y me tropecé con dos periodistas investigadoras sobre temas de pederastia, que tenían un concepto muy distinto de la obra, ya que a Lolita le llamaban «la pobre niña». Esa opinión suya me golpeó muy duro, me empecé a sentir incómoda con mi primera lectura y la leí de nuevo. A consecuencia de ello, publiqué un ensayo donde explicaba que había caído en la trampa de pensar que tenía entre mis manos una novela de amor, cuando en realidad no lo era.
El planteamiento inicial de ‘Cada noche, cada noche’ es que un personaje de ficción, Dolores Schiller, cree que su madre pudo ser Lolita, otro personaje de ficción, ¿familias ficticias que se toman por reales?
Sí, ese es un juego que a mí me interesaba muchísimo, porque en la parte central de la novela, cuando Dolores Schiller viaja a Montreux, las conversaciones hablan sobre el proceso creador. Es el instante en que Humbert Humbert dice que ama y odia a Nabokov a la vez, porque Nabokov, al ser creador, tuvo un deseo carnal igual que el suyo, con la ventaja de que pudo jugar con él de manera no delictiva. Eso es algo fundamental, porque la ficción nos permite trabajar con nuestros fantasmas y con nuestros deseos más inconfesables, es una forma de vehiculizar tendencias que no son sociales. Sin ir más lejos, Patricia Highsmith deseó siempre matar a su madre y no lo hizo. En su lugar, asesinó a centenares de personajes de ficción.
O sea, que la literatura ha evitado muchos asesinatos y el ingreso en prisión de muchos asesinos.
Creo que muchísimos. Por supuesto, se cometen muchos crímenes por procuración, pero es una opinión particular, que no se sustenta con cifras reales.
Por lo que comentabas antes, si hoy se publicase ‘Lolita’ por primera vez, la acogida no sería la misma que entonces, claro.
Sería muy diferente. Sin duda hubiera sido una gran obra, porque es una novela insondable, que no se acaba, pero unánimemente la interpretación hubiera sido la de un secuestro y una violación, que es la que yo quiero proponer.
Insertas al inicio tres citas. La tercera es de Nabokov y dice: «¡Mira los arlequines! […] ¡Vamos! ¡Juega! ¡Inventa la realidad!» ¿Te consideras una inventora de realidades?
Sí, por eso la puse. Era como autorizarme a buscar la realidad desde la voz del maestro Nabokov. Eso es hacer literatura, porque la ficción para mí es más importante que la realidad en la vida del ser humano. Sin mirar los arlequines y sus piruetas, no podríamos vivir, nuestras existencias serían menos humanas, más empobrecidas. En lo subjetivo, la ficción es más poderosa que la realidad. Cuando alguien aspira a ser un gran escritor lo que le mueve para lograrlo es la ficción, sus sueños.
Tal y como has concebido la historia, parece pedir a gritos una voz narrativa en primera persona, pero ¿manejaste otras alternativas?
No tenía clara la estructura para nada. Lo primero que surgió en mi mente fueron los diarios de Lolita, a la que la imaginaba como una niña púber, infantil, sin la sexualidad adulta que le proyecta Humbert Humbert. Anduve mucho tiempo sin saber cómo seguir, no lo veía fácil, hasta que me di cuenta de que había que introducir a Dolores Schiller a lo largo de tres momentos de su vida, porque necesitaba tres registros diferentes para narrar.
Has escrito la novela con frases cortas, que imprimen una gran velocidad a la lectura, ¿la narración requería un ritmo tan rápido?
Sí, lo buscaba. El tema es intenso, porque hay viajes en el tiempo a los diarios de Lolita y eso resultaba complejo. Así que traté de que la prosa resultase musical, muy amena, que se pudiera leer de un tirón. Necesitaba encajar la antítesis que existía entre una estructura complicada y la sencillez de la voz narrativa.
Dolores Schiller sabe que padece un cáncer terminal, irreversible. Ponerlo por escrito, como ella hace, ¿le ayuda a sobrellevarlo?
Completamente, es un juego que establece con su madre que también escribía diarios, como he dicho antes. Mi novela es el testimonio de Dolores Schiller, lo que quiere explícitamente que se recuerde de ella, aunque no sé si eso es lo que quiero que recuerden de mí [risas].
Inevitablemente surge el tema de la eutanasia, ¿algún día el ser humano aplicará sobre sí mismo lo que ya utiliza con los animales enfermos terminales?
Deberíamos estar cerca de conseguirlo. Creo que el derecho a morir dignamente es un derecho fundamental. Los suizos ya lo tienen y, de hecho, viajé a Suiza para hablar con un médico cuya entrevista incluye Dolores Schiller en su escrito. Ello me dio pie a detallar el protocolo de la muerte voluntaria, que es completamente real, aunque yo lo haya novelado. Nuestra sociedad es muy hipócrita, porque ignora la enfermedad y la muerte.
¿En ‘Cada noche, cada noche’ ha quedado algún espacio para que Lola López Mondéjar se manifieste?
Yo creo que estoy en el personaje de Dolores Schiller adulta, esa mujer autónoma con una curiosidad y un placer intelectual enormes, con muchos deseos de mostrar la verdad sobre su madre. Sin duda, posee una parte mía y también de muchas otras mujeres, que hemos visto que la única forma de ser libres que existe es demostrar nuestra capacidad intelectual.
Inevitablemente, en esta conversación Dolores Schiller ha aparecido de continuo, ¿como personaje se ha rebelado mucho o te permitió manejarla bien?
A Dolores la he mantenido bajo control con bastante facilidad, la que se me iba mucho era Lolita en sus diarios. La tenía muy metida en mi cabeza y me decía cosas.
Concluimos por hoy, ¿has pensado ya en algún nuevo proyecto literario?
No, no llevo nada nuevo, en marcha y no voy a escribir más de momento. Tengo una sensación enorme de ignorancia y muchas ganas de leer, tanto literatura como ensayo. En ocasiones, la lectura me incita a escribir, pero ahora no me ocurre eso.
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