Doña novedad cavilaba al filo de la media noche. Si tuviese usted corazón, escucharía el galope de una gran imaginación, así el corazón hablaría ante la idea, aunque los pensamientos tristes intentarían consolar el dolor infame, todo es inútil, solamente queda la resignación, pues no, aún hay décadas y décadas que avizoran el futuro; si de mi dependiera el destino, la fuente de lágrimas no se desprenderían de los ojos para verterlas y lanzarlas a lo ignoto, y aunque la desgracia llore de desesperación, no sería una locura su travesía solo apostrofe de verle la intención aviesa para el engaño en uso de expresión hábil, como retórica vehemente dirigido a los vivos y muertos o quizá a seres abstractos.
Y, ante preguntas nimias, acciones y reacciones. Es terrible, es una plaga odiosa que protesta como, aquella novela, relato, poesía, teatro, música que ironiza su eternidad de un tratante de polémica en todos los tonos.
Doña novedad, se hacía ilusión que al ver la juventud del tiempo de cada día, era un pulcro vestido lleno de esperanza reflejándose su bondad en sus ojos, aunque, lloraba en sus propios brazos, aunque la epístola de media noche, del día, bajo su ramaje hicieron vigilia ante las nubes pálidas de la luna.
Tu recuerdo es la esperanza rítmica ante estrepitoso ruido estridente, decadente, e imborrable cicatriz que posa en el camino en cándida tez del tiempo, te esparces viniendo.
Murió la noche y, nació otra igual, Y el tiempo siguió, siendo tiempo nunca muere, no padece de hambre, nunca se enferma ni envejece, el ser si.
Mañana es otro día, justo ahí, esa carta se quiere leer.
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