Solo Tezanos es capaz de poner en duda el resultado del enconado debate entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo, candidatos a presidir el gobierno de España. La mayoría de los medios de comunicación, incluso los afines a Sánchez, en sus titulares e incluso editoriales coinciden en que fué un combate bronco, poco edificante desde el punto de vista del contraste de las ideas y programas que ambos tenían para la próxima legislatura y sobretodo de los serios y graves problemas a los que deben enfrentarse quienes aspiran a administrar y gobernar los intereses de los españoles. A pesar de todo esto Nuñez Feijóo se hizo con el cinturón de campeón…
El estado de nerviosismo que traslucía el candidato socialista paseándose por el plató en los momentos previos al debate, ya hacía presagiar que, al igual que un “aspirante” en el ring, solo le faltaba acercarse a Feijóo y retarle con una mirada intimidatoria a los ojos. A partir del primer asalto todo se convirtió en un torbellino de golpes al aire del candidato Sánchez que el impertérrito y sorprendido Feijóo esquivaba con la seguridad de que su contrincante no acertaba, cuando le mostraba y argumentaba los datos del crecimiento económico, la inflación y la pesada losa de la deuda pública que recaía sobre los hombros de cada españolito. Su mandíbula desencajada y su iracunda mirada hacían notar, por momentos, el creciente desconcierto de Pedro Sánchez…
Los “moderadores”que actuaban como estatuas y que parecían no estar dispuestos a poner orden en los momentos de interrupción de las palabras, representaron, desde mi punto de vista, un sorprendente papel de cooperadores necesarios en el caos en el que a veces se convirtió el debate, con reiteradas llamadas al orden especialmente al “presidente” Sánchez, “olvidándose” que su presencia allí no era como presidente del gobierno sino como “candidato”...
Me llamó especialmente la atención una pregunta lapidaria de Nuñez Feijóo a Pedro Sánchez: “¿le pasa algo?”. No era una pregunta baladí. Parecía que había momentos en que realmente Sánchez veía el rostro de Abascal como oponente y que se había convertido a lo largo del debate en una preocupante obsesión patológica. Esta confusión dejaba el terreno libre a Feijóo para mostrarse como una persona normal, con los cinco sentidos puestos en el papel que como futuro gobernante debía jugar frente a los millones de españoles que le contemplamos.
Tratar de defender las políticas de igualdad frente a las excarcelaciones y reducción de penas de los agresores sexuales y violadores; la “pax” de Cataluña conseguida a base de indultos, supresión del delito de sedición y malversación de los dineros públicos en favor de los independentistas o mantener un silencio culpable frente al giro copernicano de la política exterior de España en el espinoso asunto del Sáhara y de los desconocidos compromisos adquiridos personalmente con Marruecos han sido los tres golpes definitivos que han tirado a la lona al aspirante Sánchez.
Por el contrario nada se dijo, por ejemplo, sobre los motivos o razones por las que se está incrementando de una forma alarmante la violencia contra las mujeres y cómo la sociedad, no solo los políticos, debemos reaccionar para normalizar las relaciones interpersonales y familiares o la inevitable incidencia que ya está teniendo la IA en la robotización del trabajo, la educación o la sanidad. Tampoco nada parece preocupar el acceso a internet de nuestros jóvenes y adolescentes donde la pornografía y la violencia generalizada se ha convertido en un campo de minas que está estallando a diario ante la indiferencia de padres, educadores y dirigentes políticos…
Este debate solo ha servido para comprobar que es el propio Pedro Sánchez quien ha librado y sigue librando el combate contra sí mismo, incapaz de poner freno a su narcisismo, de reconocer que la mentira tiene muy poco recorrido o de que su verdadero enemigo está en su interior, en su falta de generosidad para respetar al oponente y en su actitud de saber escuchar a quien podría aconsejarle desinteresadamente. Nuñez Feijóo, solo ha tenido que preguntarle ¿le pasa algo, Sr, Sánchez…?
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