“En nuestra búsqueda de la felicidad es bueno hacer una pausa de vez en cuando. Si los seres humanos no solo dejamos de creer en Dios, sino que permitimos que la misma idea de Dios desaparezca de nuestras conciencias nos convertimos en una serie de monos fantásticamente inteligentes el fin de los cuales será una masa horrible de contemplar” (Karl Rahmer). “Si la felicidad estuviese hecha de placeres corporales, podríamos decir que los bueyes son felices cuando encuentran garbanzos para comer” (Heráclito).
Robert Lustig, neuroendocrinólogo, afirma: “Porque el placer es inmediato y más fácil de conseguir que el bienestar (felicidad), pero también porque hay interés en que los confundamos, y muchas industrias ganan millones con nuestra confusión. Al hacernos confundir placer con felicidad, Wall Street, Las vegas, Silicon Valley, y sus sucursales en el planeta se generan billones cada día. Esta confusión se conoce como economía americana y es gran parte de la economía mundial, pero deberíamos pensar en cambiarlo porque nos hace desgraciados. De las diez principales exportaciones de EUA, cuatro son sustancias o conductas adictivas. La más reciente es la adicción digital”.
El neuroendocrinólogo mencionado creo que piensa que todos somos bueyes ya que el problema del placer y de la felicidad no es nada más que un problema de neuronas porque el placer es dopamina y la felicidad serotonina, todas neurotransmisores. La dopamina excita las neuronas que se defienden cerrando los receptores. Por esto necesitan aumentar el estímulo agradable –sea la sustancia o conducta- cada vez más para obtener la misma gratificación y esta dinámica conduce a dosis enormes y a la adicción. Y es la desgracia para los que te aman. En cambio la serotonina es inhibidora de las neuronas y no las excita, al contrario nos relaja y crece en compartir este bienestar” (felicidad).
Nos damos cuenta de que el hombre creado a imagen y semejanza de Dios por la evolución materialista se ha convertido en homo sapiens sapiens, el superhombre de hoy que sigue siendo un animal necesitado de satisfacer sus necesidades sensuales. De ahí viene la gran influencia que ejercen Wall Street, Las Vegas, Silicon Valley, estimulando continuamente la dopamina lo que obliga al cambio constante de elementos tecnológico-digitales para que no decaiga el placer. ¡Cuánta verdad tiene el autor anónimo al escribir: “Hoy hemos perdido el control cuando perseguimos la felicidad en la prosperidad, en la falsa esperanza de que el dinero y las cosas materiales van a saciarnos. El problema de la prosperidad es que seduce pero no satisface. Tal como dijo un amigo mío escritor: “Quien ama la plata no se saciará con la plata. Y el que ama la riqueza no sacará ninguna renta”.
Un toque de atención a la publicidad que está plagada de fakenews ya que presenta de manera exagerada la bondad de los productos afirmando que su consumo produce felicidad. A menudo de manera muy chapucea. Ahora está engañando a los padres diciéndoles que si sus hijos consumen determinados productos vitamínicos-minerales se convertirán en nuevos Einsteins. La consecuencia de creer en lo que no va ser tiene sus consecuencias como lo expresa el proverbio: “Aún en la risa tendrá dolor el corazón, y el término de la alegría, la congoja” (Proverbios 14: 13).
La ciencia quiere hacernos creer que el ser humano, entre la diversidad de especies animales, gracias a la supuesta evolución privilegiada, se ha convertido en el homo sapiens sapiens, el superhombre, hacedor de hazañas increíbles que no por ello no deja de ser un animal entre los animales irracionales que son felices únicamente cuando en el comedero (plato) encuentran garbanzos. Es cierto que las exquisiteces producen placer, pero no felicidad.
Cuánta razón tiene el salmista cuando escribió: “Alaben la misericordia del Señor y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” (Salmo 107: 9). Físicamente el hombre ha sido creado del polvo de la tierra, pero, de entre todos los animales es el único que ha recibido el soplo de vida que le hace a imagen y semejanza de Dios. Siendo así, solo en Él encuentra el pleno contentamiento. Es por esto que los bienes materiales y los manjares exquisitos no satisfacen el hambre y la sed que su alma espiritual necesita. Si nos atenemos a lo que la ciencia dice respecto al hombre necesita que su cerebro segregue más y más dopamina que le impulsa a consumir más y más productos dopantes que le hacen infeliz. Si el lector es consciente de su infelicidad que encontrándose en situación angustiosa clama a su Creador y Salvador: “Escucha, oh Señor, mi oración, y está atento a la voz de mis ruegos. En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes” (Salmo 36: 6,7).
|