Cuando valoramos conceptos importantes u organizaciones, cometemos con frecuencia deslices desorientadores, al no situar a cada uno de sus elementos en el lugar adecuado. Sobre todo por detenernos en la visión de conjunto, desdeñando los pormenores de cada caso. Entramos en una especie de SURREALISMO, agrandamos la presencia rumbosa de las entidades y al tiempo, aminoramos el testimonio de las figuras humanas concretas. Se difumina la relación entre los ciudadanos, se deforma; progresa la obligación de estos a confrontarse con dichos entes sin interlocutores humanos. Comenzamos a experimentar las secuelas insatisfactorias, sin la contrapartida de ventajas para la ciudadanía.
En el área sanitaria se airean con vehemencia este tipo de deslices, parece lógico porque afectan a las condiciones de salud de las personas, esa madeja compleja con múltiples ramificaciones; las medidas que pueden ser convenientes, por sus excesos, suelen acabar en lamentos y desastres. La fragmentación del paciente por sectores afectados es importante para afinar los conocimientos, pero verlo sólo a trozos lo difumina. Pasa lo mismo a través de pantallas o teléfonos. Si nos descuidamos, no aparecen los protagonistas, se DIFUMINARON; el paciente en forma de un hombro o una tos y el sanitario, distanciado y diversificado. El encuentro con la persona se transforma en insospechada carrera de obstáculos.
El esmero en la creación de figuras para las diferentes formas de gobierno es fundamental para el buen funcionamiento comunitario, con las consiguientes repercusiones individuales. No podemos confiarnos en las estructuras centradas en la fijación impersonal, o dicho de otra manera, al crearlas se hace indispensable contar con el tipo de individuos involucrados en sus esquemas. Son muy ilustrativos y lamentables los descuidos en este sentido. Los DESPROPÓSITOS se originan por la carencia en la gestión de personas cabales y en el olvido cruel del resto de personas afectadas. También incide el abandono de las gentes, su desinterés, por dilucidar la calaña de los protagonistas elegidos.
Estos días capto la noticia, se precisará cita previa para presentar una denuncia en la comisaría de policía; así contemplado el asunto, ya me dirán dónde queda y cómo el denunciante con sus malos tragos a cuestas. Acaso se piense en la regulación de los horarios para la delincuencia. O bien esta otra situación, al tratar de pedir cita presencial por dolor intenso en el pie, piden aclaración de si la piel esta inflamada o sólo irritada, si el pulso es bueno, si la sensibilidad es correcta; precisamente esa era la duda angustiosa. En ambos casos, la INSTRUMENTACIÓN suplanta a las personas con inmenso descaro. Algo falla en la mentalidad de los organizadores y en la ausencia de reacciones radicales.
Las personas somos teclosas por naturaleza, no por introducir complicaciones en cada actuación, sino por innumerables mecanismos activados y conectados entre sí, que nos mantienen vivos. Uno mismo es portador de inagotables matices que pretende cumplimentar; esa misma riqueza percibida en los demás, supone una exigencia, un incremento de las labores adaptativas. Sin otras consideraciones comprensivas, ahí radica una de las motivaciones fundamentales para el DISTANCIAMIENTO en las diversas relaciones profesionales. Sin tener en cuenta otras posibles razones, las mencionadas relaciones acaban transformándose en meros contactos entre autómatas y simples datos numéricos.
En las actuaciones individuales son inevitables los olvidos, distracciones, equívocos e incluso tergiversaciones, presentados de forma irregular y difíciles de prever. Con el ánimo de evitar trastornos del todo involuntarios o bien conductas impropias, se han instaurado pautas de requerimientos mínimos para determinados procedimientos. En buena lógica se han convertido en una necesidad, con el indudable valor de dichos PROTOCOLOS bien elaborados. Esos mínimos han de enlazarse después con el criterio del profesional que lo aplique y con las peculiaridades de los sujetos afectados y sus asuntos. El protocolo frío, sin esa adaptación con los protagonistas, se transforma en un peligroso artefacto.
Por cualquiera de los recovecos de Internet, se accede con facilidad a las diferentes redes comunicativas establecidas; con escasos requisitos se pueden revisar la mayoría de sus páginas e incluso participar en sus programaciones. Esa misma fluidez de trazos ventajosos nos hace partícipes de una paradoja clamorosa, porque a su vez, favorece los ocultamientos, falsedades y equívocos de rasgos preocupantes. Con el agravante de los ANÓNIMOS, favorecen todo tipo de manipulaciones, simuladores de presencias multitudinarias, testimonios fraudulentos, mezclados con las más variadas complicidades. Al final, el ente impersonal cobra fuerza por encima de la presencia real de las personas y sus atribuciones.
Hasta tal punto se trastabillan las informaciones con los disimulos interesados de los autores reales del mensaje, que se pierden los hilos centrales de cada narrativa y de sus verdaderos orígenes. Aunque aparezca algún sujeto cabal, con la personalidad suficiente para manifestarse con precisión y franqueza, se diluye en la nube impersonal organizada. Es más, si aparece esa figura, se comienza a sospechar de su entereza. Dichos comportamientos configuran una potente BURBUJA mensajera de contenidos polimorfos arbitrarios, con la imposibilidad de confiar en sus emisiones. En semejante panorama, cuesta encontrar la responsabilidad individual y por consiguiente se dificulta la información de buen fuste.
Para la convivencia sana son elementales la franqueza y el buen hacer, de lo contrario se impone la sospecha críptica desintegradora. Los puntos de vista difieren, pero la claridad de su exposición es un primer paso primordial para los mejores enlaces participativos en cada situación. Las imposiciones sectarias, los ocultamientos escogidos y no digamos las falsificaciones, contribuyen con saña para emponzoñar las relaciones. Se aprecia esto con toda claridad a la hora de tratar con las consideraciones HISTÓRICAS, cuando algún sector social intenta silenciar a los de sentido contrario y añade el lastre de no mencionar los errores de sus propios integrantes. Con las deformaciones, no resultan creíbles, se convierten en libelos.
La trascendencia de las grandes nociones y de las diferentes entidades, se fragua en clara dependencia de QUIENES las protagonicen en sus vertientes prácticas; unos, como brazos expresivos de su potencialidad y los demás como personas implicadas en sus efectos. El talante, la preparación y disposición de cada sujeto resultarán definitorios; si lo olvidamos se ensombrecen los augurios.
Será impensable una vida comunitaria de buen porte si promovemos la adscripción progresiva a mecánicas u organizaciones privadas del calor de las cualidades humanas. Si somos CONGRUENTES con dicha sensibilidad, conviene insistir en ir más allá de la mera participación arbitraria; hemos de atender a la activación de las mejores cualidades, siempre con ánimo de superación.
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