En el paraíso en que habito buena parte del año, se está produciendo este verano una tremenda alteración en la paz que disfrutamos ante una playa deliciosa y unas condiciones vitales extraordinarias.
Se trata de la instalación de una tubería gigante que transportará las aguas entre Málaga y la Axarquía. Dicha conducción se está colocando en el subsuelo de la antigua vía del ferrocarril que recorre toda la zona paralela a la playa. Esta tremenda obra tiene en jaque a varios kilómetros de la zona marítimo- terrestre del Rincón de la Victoria. Estos meses el proceso le ha tocado a la Torre de Benagalbón.
Mal que bien estamos capeando el temporal como podemos. Evitamos tremendos agujeros, sorteamos tuberías y montones de tierra y, al fin, conseguimos acceder a la playa.
Días pasados decidí encaminarme junto a mi familia al merendero que se encuentra a pie de mi domicilio. (Me niego a decirle chiringuito -un americanismo importado- a los merenderos a los que he accedido a lo largo de toda mi vida). Una vez superadas las dificultades de acceso, conseguimos sentarnos en una mesa, junto a casi un centenar de comensales que copaban el establecimiento.
A menos de un par de metros de las mesas, una docena de obreros, una grúa y una excavadora tremenda, se afanaban en introducir varios trozos de una tubería, de casi un metro de diámetro, en las zanjas excavadas a dicho efecto.
En esos momentos es cuando se produjo un tremendo contraste en mi mente. Dos grupos, totalmente diferenciados, se atrincheraban durante un par de horas en dos bandos perfectamente definidos. Los que trabajaban para la comunidad y los que disfrutábamos de unas merecidas vacaciones.
En otros tiempos y en otros países se hubiera creado una situación posiblemente complicada. En este caso los que observamos los trabajos nos sentimos agradecidos y los trabajadores orgullosos de su aportación a la sociedad.
A las tres en punto acabaron su jornada y me entraron ganas de aplaudirles por su esfuerzo. Posiblemente en otras ocasiones se cambiaran los protagonistas y los hoy mirones se convertirán en currantes y viceversa.
Pese a los contrastes, los pertenecientes a los diversos sectores de producción, van consiguiendo unos salarios y unas condiciones de trabajo y de descanso aceptables. A partir del viernes por la tarde la mayoría de la población disfruta de un descanso merecido.
A pesar de que sigue habiendo muchos ricos y demasiados pobres, el espacio que ocupa la gran mayoría de la población se va incrementando con personas de todo tipo que tienen una vida mucho mejor que la que soportaron anteriores generaciones.
Todo es cuestión de estrechar la abertura del acordeón que separa a los que tienen mucho y a los que tienen poco. De momento lo importante es que haya trabajo y oportunidades de ocio para todos. El contraste es más asumible.
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