El ensayo "Tauromaquia. Déjame que te cuente su historia", de María Luisa Ibáñez (Caligrama, 2022), es el libro más abundante y certero en información que se ha publicado hasta la fecha sobre los orígenes históricos de la tauromaquia y, con ella, de las "fiestas" con toros por las calles (bous al carrer) que se celebran prácticamente todo el año por todas partes de España, en especial en verano.
Aunque, como la autora desvela, no hay motivo, por pequeño que sea, que se desdeñe para festejar algo y que de la mano no lleve en sus actos a pobres toros para humillarlos y lincharlos.
Lo que María Luisa Ibáñez busca en su obra de 600 páginas (que se hacen, por las habilidades para "entretener", aunque con un tema tan tenebroso y triste, del maltrato a los toros en fiestas en este país, tan ameno que uno no se da cuenta de tal longitud; de hecho, ahora que he mirado la extensión de la obra, me he asombrado, pues tan a gusto la he leído y de seguido, que ni me di cuenta que abarcaba tanto espacio).
He leído mucha obra de autores antitaurinos, sobre lo que llaman la "fiesta nacional". Creo que he leído mucha más obra de autores taurinos, diccionarios taurinos, anuarios de fiestas con toros, obras de opinión de narradores taurinos sobre tal torero o situación de la "fiesta"... Hubo un tiempo en que tuve que documentarme mucho sobre esta tortura animal legalizada, para escribir mi poemario "La guadaña entre las flores", además de que siempre he dicho que para vencer a tu enemigo primero debes conocerlo bien, en sus fortalezas, pero sobre todo en sus debilidades.
Curiosamente, en los libros taurinos, escritos por autores amantes de la fiesta, es donde más material contra "la fiesta" encontré. En ellos, los narradores trasladaban la información de quejas que la "afición taurina" proyecta en los últimos tiempos a ganaderos y toreros: concretamente llevan muchos años quejándose de que al toro se le liman mucho las astas, que el toro sale "muy fofo" a la arena. Que las corridas son aburridas por todo ello. Los aficionados quieren más, y es una queja ya a voces. En dichas quejas confirman lo que los autores antitaurinos llevan desvelando desde hace décadas, que la llamada lidia no es más que un linchamiento de un animal aturdido, debilitado, manipulado y enfermo de miedo fuera de su hábitat, un animal que no ha nacido para luchar sino para estar en paz. Llevamos criticando hace muchos años que esa lucha de igual a igual que peroran sobre la fiesta los taurinos es falsa, porque no existe el llamado toro bravo o de lidia sino sólo toros que surgen de una suerte de cruces entre toros para traer toros menos mansos que lo mansos que de común son los toros (un toro te ve en el campo y se aleja, un toro no es como un león, no es un predador, es un herbívoro). Décadas diciendo que el toro sufre en el camión camino a las plazas, sufre horrores en el martirio de los toriles, en la oscuridad y soledad de los toriles. Que sufren con el afeitado (el redondeo de las astas del que se quejan los mismos aficionados), porque en ese limado se tocan zonas que no son "hueso", porque al manipular limando la punta de un asta, al disminuir el macizo córneo del pitón, se llega hasta el plexo de vasos y nervios situado en la dermis, bajo el estuche córneo. Y los aficionados no se quejan precisamente porque con el afeitado (que por otro lado, puertas hacia fuera, se niega que se realice) el toro padezca mucho, sino porque el aficionado quiere ver una corrida "en condiciones", que dure, en la que el toro "se luzca" y el torero "se luzca". No quieren pagar por una corrida que consideran estafa en la que un toro nada más salir corriendo a la arena de la plaza cae desplomado víctima de un infarto (cada vez estas situaciones son más frecuentes). Insisto, el aficionado no habla nunca por el toro, lo nombra cosificado. Pero a través de las conversaciones que se cruzan entre ellos mismos en los libros y revistas sobre "la fiesta taurina" que publican nos enteramos de cuán degradante es esta miseria donde sólo se lo puede pasar bien un sádico, esto es de sentido común, obvio, obtenemos ingente información sobre lo que hay tras las bambalinas de las inmensas mentiras sobre las que se sostiene esta aberración que además dicen que tiene que ver con la cultura y el arte (mátame camión, que diría el humorista "Torito").
Respecto a las mentiras que hay tras los espectáculos con toros en España, trata el libro "Tauromaquia. Déjame que te cuente su historia", donde María Luisa Ibáñez desmonta todos los bulos que tantos años han sido garantes (eso creen los taurinos) de unos festejos que deberían prohibirse de inmediato, con animales inocentes. Y quien defienda lo contrario, debería alejársele de los demás inocentes, niños y personas vulnerables.
Porque cuando se pide que se deje en paz al toro, no lo decimos "únicamente" porque sufra (sufrimiento que los taurinos, en su fake continuo niegan), sino porque a los animales hay que dejarlos en paz, sencillamente. A cada animal le corresponde un hábitat y nace con unas necesidades para ser feliz, cuando menos para vivir en paz.
Considero que ni la tauromaquia ni espectáculo alguno en que se usen animales para diversión de los humanos, tienen debate alguno. No hay debate. Deben prohibirse, no deben realizarse estos hechos luctuosos con animales, es de sentido común que son un abuso, una violación flagrante y asquerosa de derechos, es obvio, aunque tengan los actuantes en estas fiestas la santa cara dura de negarlo, que lanzar a toros a correr por las calles de los humanos, con estos gritando, insultándoles con alaridos, persiguiéndolos, hostigándolos, es un acto deleznable además "consagrado" con la presencia de algún santo o santa cristiana. En los debates sobre si deben seguir estas prácticas que se realizan en televisión de cuándo en cuándo, hay que ir para decir que no hay debate, e introducir el porqué de estas violencias a los animales, la raíz: el especismo, y antes de él, su padre el antropocentrismo. El especismo usa a los animales como esclavos para una comida para los humanos que no es natural, que es cancerígena y que, por ser antinatural, produce infinidad de desajustes biológicos, enfermedades mortales, cada vez peores y más raras. Pero bueno, para paliar esto está "la ciencia", la vivisección; se investiga con animales y listos! Y se quedan tan tranquilos.
No es natural comer animales, históricamente, biológicamente, el animal humano es herbívoro. Pero por encima de ello no es natural mantener desde su nacimiento a seres vivos hacinados en habitáculos inmundos en un infierno de miedo y martirios hasta una muerte violentísima.
Pero volvamos al libro, en él María Luisa desmonta todos los bulos históricos sobre el nacimiento de los linchamientos al toro en España, que los taurinos lo sitúan en la misma prehistoria, para darle fuste e importancia (por otro lado, y como indica verazmente María Luisa Ibáñez: ¿qué más da que una aberración lleve milenios, si es una aberración?).
Pero no, la tauromaquia no lleva muchos siglos como afirman los sádicos, sino sólo tres siglos, desde que los linchamientos a los toros (que éstos sí llevan muchos más siglos que la tauromaquia en sí -toro toreado en ruedo redondo-, se llevan realizando bastantes siglos, y eso es porque el español es un ser mediocre, provinciano mental y tendente a la violencia animal, más allá de ser en general no vegano como lo son los humanos de todo el mundo.
Como indaga la autora de "Tauromaquia. Déjame que te cuente su historia", los españoles llevan linchando y humillando toros desde nada menos que el siglo XII (no viene esto de ritos ancestrales ni del pleistoceno, en absoluto); la burla y apaleamiento de toros en España por el populacho nace, como informa fidedignamente la autora -extrayendo la información nada menos que de los legajos históricos, que busca afanosamente porque la mayoría de ellos son muy complicados de hallar; o sea de información incontestable, con una pericia detectivesca-, con los carniceros: el linchamiento a toros por las calles de España viene de la mano de los carniceros. Estos, de camino al matadero con los toros ensogados, dejaban que las gentes del pueblo se divirtiesen humillando a los toros, apaleándolos e incluso acuchillándolos. Por ello Jaime I en 1275 prohibió que "las vacas que acostumbran a correr los carniceros, destinadas al sacrificio o a las bodas, se metan en la Catedral de Huesca o en los claustros". A Jaime I le preocupaba que un toro se metiese en una catedral.
Nunca una información tan completa del periplo histórico de los pobres toros en este país había caído en mis manos, e insisto en que he leído y estudiado mucho sobre el tema. En el prolijo ensayo de María Luisa Ibáñez, ésta nos desvela que después de linchar toros camino al matadero con el beneplácito y participación de los carniceros el pueblo, siguió linchándolos el pueblo con los llamados votos, votos de correr toros para aplacar la cólera divina, en un tiempo de hambres, peste y muertes. Votos a los santos y a las vírgenes para pedir esto y lo otro.
España no existía aún, este país lleva como país dos telediarios. Sólo desde el siglo XVII hacia adelante comenzó a conformarse esto llamado España; antes todo estaba dividido en reinos, el de Aragón, el de Castilla, el de Granada... Y cada uno con su correspondiente reyezuelo, nobles, caballeros e hidalgos... y por debajo la plebe, el populacho, sobre el que la burguesía pensó que era mejor dejarlos fastidiando toros, porque si los pobres lastimaban toros, esto era método insuperable para aliviar tensiones entre la población, tensiones derivadas de su desesperada pobreza por los cada vez más numerosos impuestos con que las élites los ahogaban y espoleaban.
Vaquilas, becerros, novillos y toros, se siguieron linchando para desahogo de las masas, y cada vez en más cantidad, desde el siglo XII hasta hoy, perseguidos los toros y machacados por los pueblos de España, en nombre de vírgenes, que fueron creando las maestranzas de caballería, que finalmente crearon las plazas en tiempos de Carlos II, las plazas redondas que hoy conocemos. Primero se crearon las plazas de Ronda, Sevilla, Granada y Valencia. Lo que tenemos hoy por aquí, ya lo sabe el lector. Plazas de toros inundando este país bebé, que no se halla a sí mismo como nación, que fue el último que en la Ilustración la aceptó, porque decidió seguir en el medievo con las corridas de toros. Mucho se ha escrito sobre el carácter de España, del español tipo, me refiero en lo nada bueno. Aquí, en comparación con otras naciones, supura la burla, eso vieron gentes que venían y la observaban tan abultada. Por ello aquí es tan abundante y con bulto la novela picaresca. Aquí se ha disfrutado siempre, desde hace siglos, con el acoso y burla a los propios vecinos, sobre todo a los débiles, mendigos, pobres y animales. Con el acoso a los gatos -las gatadas- (nos informa de todo esto con sumo detalle la autora), con el descabezamiento de pollos o patos, apaleando cerdos, echando aguas sucias o basura a mendigos...
Pero mucho estoy diciendo y, para leer el libro mejor, entiendo al haberlo leído yo, ha de hacerse sin saber mucho o casi nada, porque la autora con gran sentido del humor y una familiaridad cálida que ayuda mucho sobre todo al introducirnos en complejas épocas históricas y en sucesos tremendamente desagradables y obscenos, que han ido perfilando, creciendo y haciendo el carácter del español en general, que lo explica, que, al menos pienso yo, señala cómo podemos estar rodeados los que vemos el mundo con respeto e inteligencia, estar rodeados de tantos gañanes y gentes todavía a día de hoy en el 2023, que piensan como anormales cósmicos sin remedio, y no sólo en el tema del respeto a los animales sino en general.
Un matiz: cuando hablo de que este país lleva tres telediarios no lo hago porque crea en la entidad nación o país, pues soy ácrata. Lo hago para desmontar la idea patriótica de que España es un lugar de cultura y arte propios desde la era de las grutas con hogueritas. En fin.
Tengo la suerte de tener amigas y amigos inteligentes, que superan el siglo fantasma en que el español medio se ha quedado anclado mentalmente. Es una ruina, sí, porque que la humanidad todavía no sea vegana es algo incomprensible (yo lo soy desde hace 25 años); así, los mataderos son situados lejos de los no veganos, quienes dicen: si tuviera que matar a los animales que como yo, no los comería; además no quieren saber nada ni ver vídeos sobre lo que les ocurre a los animales que se comen: esta es la medida de la hipocresía, e incluso maldad, de quienes habitan esta tierra llamándose humanos y creyéndose los animales más útiles. Miremos alrededor: el animal que se cree más inteligente tiene al planeta Tierra al borde de la sexta gran extinción en una crisis planetaria sin precedentes.
Sí, en España hay una minoría de gente muy inteligente emocionalmente y en los demás sentidos, como en todas partes. Pero este país es una ruina en muchas cosas, y tarda, es un hecho, mucho más que otros, en avanzar mentalmente. Parece que se supere el machismo... pero de pronto resurge este como una ponzoña que descansaba bajo tierra, con igual poder, hoy, mañana, más adelante. El odio al diferente, al diferente en su sexualidad, color de piel, sexo, y ni que hablar si se trata de seres "diferentes" de otras especies.
¿Sabías que los primeros linchamientos de toros que ocurrieron en España se producían con multitudes que acuchillaban y apaleaban a los toros, con perros que les destrozaban -pobres perros- después las orejas y la cara?
¿Sabías que inicialmente los hostigamientos a los toros los inició la nobleza -después de esos breves conatos de burlas y maltratos a los toros de las gentes con los carniceros en los arrabales y calles- a caballo y con lanzas, y cuando se veían en peligro aparecían los llamados matamoros, con perros lanzados para descuartizar al toro, mientras los matamoros lo acuchillaban sin piedad por todo el cuerpo?
Que habían fiestas que se desbarrancaban toros que caían aparatosamente en ríos o cerca de ellos, con lo que las gentes se reían y se lo pasaban estupendamente.
Que los "toros de fuego" nacieron junto con los toros con cohetes, en que a un toro se le ajustaban artefactos de salidas de cohetes, que se lanzaban a la vez y en la noche se producía un espectáculo que agradaba mágica y sorprendentemente a un público que no ha cambiado de esa baja y alta edad media hasta la actualidad, quienes disfrutan usando toros en las fiestas de sus pueblos tienen la misma impiedad, ausencia de conciencia, burla, mofa, hipocresía, ignorancia, vileza, que los hispanos de antaño, que todavía no eran ni españoles... Pero ¿qué es ser español? Para mí, nada. Lo que hay que ser es justo.
Insisto tanto en que este país, España, lleva como país sólo dos telediarios, para tumbar esa pasión que tienen los que maltratan animales, aquí toros, bajo la luz del día y siendo, repugnantemente, amparados por una ley injusta y especista; una pasión en que admiran una bandera y una nación que creen la suya, una identidad que creen la suya, cuando la única identidad que se le puede otorgar a esta nación es la de ser el lugar donde legalmente más se maltrata animales en fiestas. No es algo de lo que enorgullecerse.
Tanto para quien desee saber con pormenores como evolucionó este país desde inicios del pasado milenio, en todos los sentidos, como quien desee saber con pormenores cómo evolucionó el martirio a los toros en España hasta concretarse éste en las plazas con sus reglamentos y sus brutalidades tales cual ayer, "Tauromaquia. Déjame que te cuente su historia" es un libro absolutamente necesario. Yo lo recomendaré siempre. Porque insisto: Esta obra es el santo grial de la triste y sangrienta historia de humillación al toro en este país infame que usa al toro como su símbolo, y como a la mujer, la piropea y al otro lado de la pared, la mata.
Ojalá lean la obra de María Luisa Ibáñez mucha gente, porque es una obra que abre mentes. Estamos, por desgracia, en una época urgente en que necesitamos más mentes abiertas. Necesitamos conocer la verdad de todo, toda la verdad. Para dar un paso fundamental, el más fundamental de toda la historia de la humanidad en esta tierra.
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