Los niños y los jóvenes regresan a las aulas para iniciar un nuevo curso. Los adultos a su trabajo habitual (o a la búsqueda del mismo). ¿Y los miembros del “segmento de plata”? ¿Qué haremos a lo largo de los próximos meses?
Todo depende de la voluntad y el esfuerzo. Nos podremos esconder en los puzzles y en los crucigramas, en la visita a los médicos, en el intercambio de medicamentos, en la abulia y en el “dolce far niente”. Entonces nos quejaremos de “crisis en el proyecto vital”.
Los mayores y, especialmente, los “bastante mayores”, podemos caer en la tentación de rendirnos a los años y a las goteras físicas y mentales, que inexorablemente estamos padeciendo. Pero aquí surge la pregunta: ¿nos vamos a rendir tan fácilmente?
Gracias a Dios ante nosotros se abre un amplio campo de perspectivas. Posibles ocupaciones a las que tenemos que agarrarnos como a un clavo ardiendo. Comenzando por la actividad física: andar, caminar como si no hubiera un mañana, integrarse en los distintos lugares en los que se practica gimnasia o natación para mayores y olvidarse del coche mientras se pueda.
En lo referente a la mente también gozamos de excelentes oportunidades: cursos de aprendizaje o de reciclaje de todo tipo dedicados a los mayores, informática, cultura general, escritura, canto, baile y, por qué no, si se puede, volver a la Universidad para completar la formación (cursos para mayores de 65 años o diplomaturas en general). Actualizar nuestros conocimientos y compartirlos con posibles alumnos.
Fomentar las relaciones con los demás en tertulias, peñas, centros de mayores, etc., y, sobre todo, dedicar buena parte del tiempo a un voluntariado. En el mismo recibiremos la mayor de las compensaciones. Sentirnos útiles para los demás. Cualquier cosa menos seguir quejándonos de los políticos mientras permanecemos de brazos cruzados. Es la única forma de pasar de sufridores a protagonistas. Doy fe de que se puede.
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