Como bien sabe quien me lea, no sólo mantengo bastantes discrepancias con Podemos por sus posiciones políticas. También, porque creo que quien dirige una formación política debe cuidar y querer a la gente y yo no me sentí así cuando elaboré el famoso documento de debate para su programa económico. Sin embargo, me siento en la obligación moral de manifestar mi solidaridad con sus dirigentes tras la cacería judicial y mediática a la que han sido sometidos y, muy en particular, en estos últimos días.
En otros artículos he escrito el efecto que siempre tiene la utilización que la derecha política y mediática hace de la administración de justicia como instrumento de combate contra sus adversarios: se lanzan acusaciones y demandas, los procesos duran años y al final, cuando quedan en nada, ya nadie devuelve el honor mancillado.
Es una estrategia que en España han sufrido dirigentes del PSOE (quizá la primera víctima fue Demetrio Madrid, como consecuencia del infame comportamiento que tuvo José María Aznar para acabar con él), de Izquierda Unida, de Podemos, en mucha mayor medida, y de otros partidos que se han enfrentado al poder.
Según he leído, han sido más de 20 las causas, denuncias o investigaciones judiciales abiertas contra Podemos o sus dirigentes que han sido archivadas, sin que se haya demostrado su financiación ilegal o los demás delitos que los medios daban por hecho que habían cometido. Por cierto, a diferencia de lo que ha ocurrido en otras ocasiones con otras formaciones políticas.
El último de los procesos cerrado sin indicio de delito por parte de Podemos ha sido el conocido como Caso Neurona. Un proceso bastante especial porque en él se habían abierto hasta diez líneas de investigación para tratar de involucrar a ese partido en actos delictivos de todo tipo.
Por supuesto, los medios, tertulianos, periodistas, políticos o partidos que lanzaron las acusaciones o se aprovecharon políticamente de ellas no están pidiendo perdón a los dirigentes a los que acusaron sin pruebas, ahora que han sido separados de la causa. En muchos casos, ni siquiera informan de ello. Forma parte de su protocolo y estrategia, como he dicho al principio, y nadie se puede extrañar.
Lo que me sorprende es el silencio prácticamente generalizado de los dirigentes de otras fuerzas de izquierdas, del PSOE, Sumar o Izquierda Unida. Me sorprende, porque han sufrido en sus carnes ese mismo tipo de antidemocráticos ataques y porque hay que ser muy ingenuo para creer que no los volverán a sufrir igualmente en el futuro. Hasta el propio Juan Luis Cebrián lo dejó caer en las páginas de El País el pasado 12 de diciembre: «Algunos opinan que (una alianza con los independentistas catalanes) es ni más ni menos que un acto de complicidad con una organización delictiva, por lo que se podría pedir responsabilidad jurídica, y no solo política, al Gobierno y su presidente». No olviden esto, no lo olviden, y recuerden siempre la vieja sentencia de Edmund Burke: «Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada».
Ponerse de perfil, como si Podemos fuera una organización apestada, en lugar de mostrar solidaridad y hacer pedagogía para que la gente sepa que la derecha española practica la cacería política, mediática y judicial contra sus adversarios es un error que se pagará caro.
En su Divina Comedia, Dante le pregunta a Virgilio: ¿Qué son esos suspiros, gritos y llantos que retumban en el aire sin estrellas? «Vienen del Antiinfierno -le responde- donde son castigadas las tristes almas que vivieron sin infamia y sin honor. Son los ignavos, almas que en vida no hicieron ni el bien ni el mal, por su elección de cobardía».
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