Por primera vez en mucho tiempo, la pasada semana, mi “segmento” no llegó a las manos de mis lectores. Entre la compañía telefónica, que ha demorado durante siete días el traslado de mi instalación de Internet, y el cambio radical en mi actividad diaria, que ha revolucionado toda mi vida de forma impensable, no pude acudir a mi cita con mi columna de los jueves. No nos damos cuenta, aunque nos cueste reconocerlo, que los mayores envejecemos más de lo que nuestros sentidos nos indican. Es como si nos miramos cada día en el espejo: apenas notamos cambios. Pero cuando contemplamos un video o unas fotos de hace cinco años, descubrimos el paso del tiempo por nuestras vidas. En lo referente a la actividad intelectual sucede lo mismo. Nuestro disco duro se ha ido llenando de información y de experiencias. Esto trae consigo disminución de la velocidad de reacción y miedo a no estar a la altura. Con el temor consiguiente. He podido experimentar esta sensación a lo largo de estos últimos diez días. He cometido la temeridad de integrarme en los estudios universitarios, en el primer curso de una carrera, rodeado de estudiantes que acaban de terminar su bachillerato y que tienen toda su información fresca del bachillerato y el EBAU (antigua selectividad). Gozan de unos conocimientos extraordinarios y un hábito de estudio que yo, desgraciadamente, he perdido. Hace muchos años aprendí que los ideales del hombre se adquieren con el desarrollo de la memoria, la inteligencia y la voluntad. Con los años estas facultades disminuyen. Mi primera reacción ha sido la de desaparecer por el foro. Apartarme de una situación que me supera por el momento. La segunda, ha sido la de dar tiempo al tiempo. Mi ego ya pasa de “titulitis”. Solo me mueve el deseo de aprender, pero sin hacer el ridículo excesivamente. Espero que me entiendan mis lectores. Pretendo convertirme en una especie de avanzadilla que abra el camino a personas del “segmento de plata” que sigan manteniendo inquietudes y deseos de llenar su vida de algo positivo. De momento me siento como “gallina en corral ajeno”, vaticino que voy a obtener la mejor cosecha de calabazas de los últimos tiempos. Pero en este mundo nada es gratis. Pagaré mi tributo a la Universidad, que me permite compartir sus aulas para mejorar mis conocimientos. “Tempus fugit”.
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