Que nadie se llame a engaño si, por un desgraciado azar aliado con acuerdos torticeros, llega a gobernar en España, a partir del 26 de junio, la izquierda más radical unida al separatismo, junto con un partido en recesión –el PSOE- cuyo discutido líder parece tener una total intolerancia a la frustración.
Confieso que la reciente sanción incondicional del maestro Julio Anguita (con el que siempre he tenido un trato exquisito) a las políticas populistas de Podemos me han llenado de estupor y de una cierta tristeza. El propio don Julio me comentaba el pasado noviembre su profunda extrañeza ante la callada por respuesta del heterogéneo partido de Pablo Iglesias, cuando éste fue invitado por Foro Cívico “Somos Mayoría”, grupo que dirige o, por lo menos, inspira el veterano dirigente comunista, a participar en unas jornadas de reflexión sobre la situación política ante la que era, en aquél momento, inminente convocatoria a unas elecciones generales. El encuentro tuvo lugar en agosto, en El Escorial, y ningún representante de Podemos acudió. El ex alcalde de Córdoba, hombre ecuánime y de clara inteligencia, amén de probada honradez, me hizo partícipe de su asombro; no sólo por esta ausencia, sino también ante la falta de reacción de los podemitas; y dejó entrever su duda de que en realidad, a esas alturas, tuvieran un programa desarrollado y viable ¿Fue acaso el temor a acudir a la cita con un programa endeble, con unas delatoras manos semivacías, ante nada menos que el artífice de la fórmula “Programa, programa, programa”, lo que les llevó a, como hacen los avestruces, esconder la cabeza en la arena? Es más que probable: mejor no presentarse al examen si vas a suspender. Y Anguita es profesor.
Pocos días después de aquella conversación (Noviembre, 2015) acudí invitado por él a la presentación de su libro Atraco a la memoria, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Y a los postres, es decir, en el momento de la firma de ejemplares, apareció entre las bambalinas la musa del “No, y punto”, la que negó tres veces (como san Pedro) que acabaría en las filas de Podemos: Tania Sánchez. No iba por una dedicatoria, sino a “arropar” al maestro (Y uno, que es sabueso por naturaleza, se olió algo en ese momento)
He seguido a Julio Anguita a lo largo de los años. He leído bastantes de sus libros; he tenido con él varias entrevistas. Y, desde posturas ideológicas muy diferentes, he coincidido con él en muchos de sus planteamientos. Me consta que a mucha gente le sucede lo mismo: un líder con carisma es la antítesis del prefabricado; modelo este último que predomina en nuestro particular Patio de Monipodio político. A don Julio todo el mundo lo escucha.
¿Qué habrá pasado en estos meses; desde que se celebraron las fallidas elecciones del 20D?
Unos dicen que la enorme deuda financiera de Izquierda Unida ha sido decisiva a la hora de aceptar su fusión con Podemos, partido que la asumiría como propia. A cambio: que el dirigente de la veterana formación de izquierdas, Alberto Garzón, pase a ocupar un triste quinto puesto en la lista electoral elaborada por Iglesias y su equipo. Es decir: nada entre dos platos. Izquierda Unida ha sido fagocitada por Podemos ante la mirada estupefacta de algunos de sus dirigentes; entre ellos, Gaspar Llamazares. Y será Podemos el que sumará los votos de incautos y resignados… pues según han afirmado, nada menos que el 87% de los encuestados, miembros y simpatizantes (se supone) de la antigua coalición, ratificaron esta extraña simbiosis.
Creo que Anguita se ha equivocado al expresar sin ambages su apoyo a Podemos; y por una vez (¡y qué vez!) no ha estado a la altura de su habitual coherencia. Creo que los hechizos de Circe de un grupo de demagogos de inspiración pseudo bolivariana y con los pies de barro, le han sonado a una “música celestial” que no lo es. Creo que el “viejo profesor” no se da cuenta de que hay formas mucho más eficaces de revisar el Tratado de Maastricht (su caballo de batalla durante muchos años) y de oponerse al temible Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la Unión Europea, sin tener que renunciar a la libertad de expresión, sin tener que someterse a unos principios obsoletos y, en definitiva, sin tener que renunciar a los principios de la Constitución y al sistema democrático.
(Escribo esta última frase y me digo: ¿Pero es que alguna vez, en algún lugar, han coincidido el comunismo y los principios democráticos? ¿No han tenido ellos como base ideológica la llamada “dictadura del proletariado”? Quizá ahí resida la aparente –sólo aparente- contradicción de don Julio).
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