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La investidura de Feijóo y los toros

Una parte de la política española sufre una enfermedad muy grave que precisa con urgencia de la aparición de nuevos fármacos que puedan salvarla de su estado cochambroso
Gabriel Muñoz Cascos
lunes, 2 de octubre de 2023, 09:49 h (CET)

Una parte de la política española sufre una enfermedad muy grave que precisa con urgencia de la aparición de nuevos fármacos que puedan salvarla de su estado cochambroso. La enfermedad consiste esencialmente en la aparición de unas desviaciones cerebrales en las personas que forman parte de los sectores llamados progresistas y de las minorías contrarias a España. Precisamente se han visto con toda nitidez en las dos recientes sesiones celebradas en el Congreso de los Diputados con motivo del intento fallido a la investidura de Feijóo para presidir el gobierno de España. Aquello, más que la sede de la soberanía española, parecía un coso taurino donde los seguidores del PSOE, (muchos con zapatillas y vaqueros) en un continuo e ineducado guirigay, interrumpían con risitas, gestos y otros desplantes obscenos la magnífica faena que estaba haciendo el único espada,tanto con el capote de sus verdades como con la muleta llena de propuestas para salvar el futuro de España.


Como presidenta del coso actuó “Paca la Armengola” que aportó su acostumbrada torpeza no exenta de maldades. Y como crítico del espectáculo el vallisoletano destronado por los suyos, el mamporrero Oscar Puente, (“el alcantarilla” para los taurinos) cuya vomitiva perorata-llena de embustes e insultos- recordaba la de algunos tendidos de analfabetosdonde se pierde el respeto a la fiesta española, demostrando su perfil barriobajero. De esa forma intentaba salvar los muebles de quien estaba obligado a participar en la “faena”, el jefe de la cuadrilla, escondido cobardemente tras el burladero de su mediocridad, conocido como El “niño del falcon”, un deshecho de tienta tan cobarde como “el niño de Waterloo”. 


Ni que decir tiene, que las alguacilillas, ataviadas con trajes inadecuados, aplaudían a rabiar a su ídolo del momento, “el alcantarilla” pues se sienten a gusto cuando se revuelcan en elbarro y el estiércol que se acumula en el ruedo en ciertas corridas. Al terminar el evento el “niño del falcón” salió por la puerta de atrás para que no le afearan su faena.

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