Para mí lo grave no es que la “poncia” de turno prohíba la entrada de banderas esteladas en el estadio madrileño donde el próximo domingo se jugará la final de la Copa del Rey, antes y durante casi cuarenta años conocida como Copa del Generalísimo, que no era otro que el dictador Francisco Franco. Lo que realmente es preocupante es que, a pesar de todas las alabanzas que tirios y troyanos han exhibido sin pudor ni vergüenza, hacia una denominada Transición que, ahora lo estamos viendo, tan sólo fue la escenificación de un rendimiento, el de los demócratas ante las armas de un ejército plagado de franquistas, unos milicos que obligaron a incluir en la Constitución una clausula en defensa de la unidad de “su” España, la que ellos habían creado sobre las ruinas de un guerra y la sangre de tantos y tantos asesinados en nombre de “su” verdad.
Ahora en nombre de esa Constitución, que ya nació lastrada por el ruido de sables de los cuartos de bandera de los cuarteles, todavía al mando por aquel entonces de jefes y oficiales que añoraban a su querido Generalísimo, ahora, la Delegada del Gobierno del PP en Madrid prohíbe la bandera estelada porque “representa el independentismo y puede generar tensiones”. A la señora Delegada del Gobierno podemos aplicarle sin lugar a dudas aquel refrán que dice que “de casta le viene al galgo”, su padre Fernando Dancausa es uno de los fundadores de la Fundación Francisco Franco, fundación que recibe fondos públicos, es decir una parte de nuestros impuestos sirve para ensalzar el franquismo, pero, además, este falangista fue alcalde de Burgos entre los años 1965 y 1973 y también ofició de Procurador en Cortes en aquellos tiempos en los que muchos luchaban por defender los derechos democráticos pagando con cárcel e incluso con su vida la defensa de la democracia mientras los Dancausa se preparaban para cambiar la camisa azul de la Falange por la camisa blanca de los recién llegados a la democracia de la mano de Alianza Popular.
Estos nuevos demócratas se envuelven en su sacrosanta bandera, algunos siguen añorando el yugo y las flechas de la Falange, y utilizan la Constitución como un arma arrojadiza contra quienes no comulgan con sus ideales de esa España, una, grande y libre que, como la señora Dancausa, mamaron en el hogar paterno, donde seguramente, las palabras libertad y democracia estaban prohibidas. Se equivoca la señora Dancausa lo mismo que se equivoca el Gobierno de Mariano Rajoy cada vez que utiliza el Tribunal Constitucional para atacar a Catalunya. Cada vez que desde Madrid, concepto que no ciudad, se atacan las disposiciones legislativas del Parlament catalán crecen los partidarios de la independencia, o al menos los partidarios de defender el derecho de los pueblos a poder elegir libremente qué quieren ser y con quien quieren estar.
Dentro de poco más de un mes tendremos que acudir de nuevo a las urnas ante el mal hacer de unos políticos que no han sabido ponerse de acuerdo para gobernar España. Y desde tierra, mar y aire ya ha comenzado el lanzamiento de consignas con el fin de conseguir la victoria la noche del 26-J. Y una de las cantinelas que estos días más se escuchará es la que aboga por la unidad de la patria, en España, desde hace tiempo, funciona muy bien atacar todo lo que suene a catalán, envolverse en los aromas patrios y en la tela rojigualda da rendimientos electorales, y más cuando se tiene al servicio del poder una televisión en la que se tergiversan las noticias y en la que incluso se pone en boca de Bruce Springsteen una frase que nunca dijo en su recital en Barcelona. Y esta manera de muñir el voto anti catalán no es tan sólo propiedad de la derecha, también el PSOE, errático en los últimos tiempos, se apunta al anti catalanismo para ver si así puede mejorar sus votos en España aunque eso suponga hundir en la miseria al PSC catalán.
La señora Dancausa, la hija del falangista, es quien está atizando la hoguera, una hoguera que ha encendido ella sola, ella será la responsable de los incidentes que se puedan producir en la entrada al estadio. Los catalanes llevan años reuniendo casi tres millones de personas cada 11 de Setembre en la celebración de la Diada y nunca ha habido incidentes, quieren la independencia porque ven que hay una parte de España que no les quiere, quieren poder decidir por sí mismos y no quieren ver como desde el Gobierno de Madrid se juega, cada viernes en el Consejo de Ministros, al acoso y derribo de sus leyes, incluso de las que van a favor de los más desfavorecidos, como en el caso de la legislación contra la pobreza energética. España, su Gobierno, prefiere que los pobres catalanes pasen frio porque los pobres del Estado también lo pasan, esa es su medida de la igualdad.
Y mientras las esteladas no podrán pasar al estadio, la tarde anterior por las calles de Madrid una manifestación de neonazis, seguramente, exhibirá banderas prohibidas por la legislación y por el sentido común. Pero ya se sabe que la señora Dancausa, la hija del falangista, seguramente, se crió entre este tipo de enseñas, o parecidas. En fin, de casta le viene al galgo.
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