En el proceso seguido en las últimas elecciones, todo se viene desarrollando conforme al guión, es decir, sin sorpresas, esperando que así sea hasta que concluya el trámite. No podía ser de otra manera, porque previamente el resultado estaba decidido y la aparición del cisne negro casi quedaba excluida.
Tras un corto espacio de tiempo mareando la perdiz —lo que también estaba previsto—, las aguas políticas vuelven a su cauce natural, siguiendo ese camino marcado por la política exterior de altos vuelos, que conduce a ninguna parte a la sociedad española. No obstante, la parafernalia mediática sigue ordeñando las noticias —que no son noticias— como si se tratara de novedades. Todo prosigue al ritmo marcado, sin separarse un ápice de la línea a seguir por los artífices de la globalización, sus intervinientes vanguardistas se limitan a seguir la tendencia y representar el papel de moda. Lo que permite alinearse con la idea de un progreso que solo mira hacia el mercado dirigido, mientras en el horizonte se atisba la catástrofe, que tendrá lugar cuando falte el abrigo del dinero generoso y suene el sálvese quien pueda. El proceso no es nuevo, ha sucedido en otras épocas —en las que los iluminados de entonces arrastraron a la sociedad, utilizando cualquier falacia, para dirigirla hacia el abismo—, la historia, para quien quiera entenderla, da cuenta de ello, pese a que se la trate de borrarla de un plumazo, porque es muy terca y no duda en repetirse, dejando constancia de la realidad frente a la manipulación.
Aunque a primera vista pudiera parecer inverosímil, lo que sucede es tan real como la vida misma, por lo que hay que entender que todo estaba planeado desde el principio, quizás una pista estaría en el ímpetu de aquellos aplausos progresistas —que ha pasado a ser una técnica de atracción de masas en la que están resultando ser maestros—. De escribir el guion se ha ocupado la jerarquía europea, contando con la aprobación del imperio americano, fieles seguidores ambos de la consigna de sus superiores jerárquicos, con la vista puesta en que los gobernantes locales se dediquen a seguir gastando el dinero público en cohetes y fuegos de artificio. Lo de las elecciones solo era un trámite para ratificar, entiéndase jurídicamente como legitimar, las posturas foráneas dominantes, involucrando a los electores en la defensa de sus intereses político-mercantiles. No podía ser de otra manera, porque a tal fin en su momento eligieron, en base a su competencia para desempeñar el cargo, al personaje central de la obra, dispuesto a no consumirse con las contrariedades y aguantar contra viento y marea, al sentirse respaldado por el amo del dinero. En este punto, parece oportuno aclarar que lo del gobierno de partido, aunque haya que seguir hablando de partitocracia versus democracia representativa, ya no sirve, porque es obvio que la partitocracia ha entrado en declive y los partidos tienden a ser sustituidos por el personalismo de los que se colocan en cabeza por arte de magia. Aunque es preciso, para despistar, seguir hablando de partidos, solo para guardar las formas de esa democracia al uso, propia del capitalismo, el hecho es que al mandamás del dinero le conviene, para evitar contratiempos, entenderse con el comisionado y sus próximos, pero no con el grueso del equipo, porque una minoría significativa es más fácil de manejar.
Algunos pensaban que algo iba a cambiar en una sociedad de mercado, conducida por el progreso-moda, que ha abierto las puertas a cualquier insensatez. Craso error de cálculo, porque teniendo en cuenta la base social, elaborada a la medida de los intereses dominantes, recuperar el sentido de la racionalidad solo era una utopía. No obstante, a tenor de la situación, sería una decisión valiente dar la cara y plantear las cosas con seriedad, dicho sea dentro del cachondeo dominante. Bastaría con prescindir del trámite electoral y, que los mandamases colocaran en el altar del poder directamente a sus elegidos, para no hacer perder el tiempo a los votantes y economizar dinero público, aunque esto aburriera a la ciudadanía, tan necesitada de entretenimiento televisivo. La propuesta no sería problemática cuando la voluntad dominante no es general y la otra ha sido adormecida. Al menos así se armonizará la política con la realidad. Pese a todo, hay un gran empeño, por parte del capitalismo dirigente, en vender fantasías al personal, porque de otra manera su línea de progreso tecnológico-mercantil sufriría los efectos de la realidad no manipulada.
Como todo sigue el camino previsto desde antes del proceso electoral, solo cabe animar a continuar adelante, porque el despertar del sueño no está lejos. De momento, sirven las palabras que invocan los beneficiados por el seguimiento del guion electoral, quienes hablan de desprendimiento, de generosidad y hasta de grandeza de miras, porque suenan bien al auditorio, que se mantiene en vilo ante un resultado cantado de antemano, predispuesto para no dejar espacio a la sorpresa.
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