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Somos más otoñales que primaverales, quizá por vernos abocados al trágico final, con deterioros y fallos progresivos. Los rutilantes pétalos de la vida caen sucesivamente y asumimos el fenómeno de la caída como directriz principal, sin percatarnos de la diferencia crucial entre el deterioro vital inevitable y la destrucción viciosa de aquellos pétalos, atributos vitales, que no hubieran desaparecido hasta el final.
Mi primer artículo del año se centrará en reproducir la carta que los padres de Vera han enviado a los medios de comunicación tras la falta del avance de la instrucción y la falta de respuestas por parte del consistorio que lidera el victimista Carlos Fernández Bielsa, que lo poco que ha hablado ha sido para difamar a una de las familias por reclamar la cadena de negligencias que acabó con dos vidas y varios niños heridos ese día de Reyes de hace tres años.
El año 2024 siempre será recordado por los valencianos como el año de la “barrancada del Poio”, el año del tsunami provocado por la fuerza de las aguas que, sin ningún aviso llegaron para destruir vidas, haciendas e infraestructuras dejando en más de un centenar de pueblos un tenebroso rastro de luto, desgracia y derrota, mientras calles, plazas y casas se llenaban de barro y agua marrón.
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