Pasan los días y a pesar de que cada momento estamos más cerca de la fatídica fecha del 27 de noviembre en la que si no se ha elegido todavía a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno tendremos que votar nuevamente el próximo enero, las espadas continúan en alto, lo mismo que las conversaciones entre PSOE y JUNTS para ver si alcanzan un acuerdo por el que los siete votos de los diputados del partido de Puigdemont sean favorables al líder socialista. "Hacer de la necesidad virtud" puede convertirse en la frase del año en estas últimas semanas de conversaciones del PSOE con los partidos que formaron lo que algunos desde la derecha han estado llamando “gobierno Frankenstein”, aunque el que primero utilizó el calificativo fue el desaparecido Rubalcaba en 2016 hablando de un posible gobierno de coalición entre PSOE y PODEMOS. Hace unas semanas, el 5 de septiembre, Puigdemont, en conferencia de prensa desde Bruselas, preguntaba retóricamente si los partidos políticos españoles podrían hacer de la necesidad virtud. La respuesta tardó siete semanas en llegar hasta que ante el comité federal del PSOE Pedro Sánchez dijo a los suyos qué a veces hay que hacer de la necesidad virtud. Ese paso adelante del líder socialista hizo pensar que las negociaciones con Junts para conseguir el voto favorable para investir a Sánchez como presidente del futuro Gobierno iban por el buen camino. Sánchez no se hubiera arriesgado a hablar tan claramente de la posible amnistía de no tener muy avanzadas las conversaciones con los independentistas catalanas.
Poco días después se materializaba la foto más esperada desde el 23-J., el Secretario de Organización del PSOE se reunía con Puigdemont en la sala de visitas del despacho que éste tiene como eurodiputado en Bruselas, testigo de la reunión, desde la pared, una gran foto de las votaciones del 1-O, y aún más simbolismos, ese día se cumplían seis años de la llegada a Bruselas de Puigdemont, que después de aquella reunión pasó de ser “el huido” a ser tratado como Presidente en la nota de prensa que el propio PSOE hizo. Hacer de la necesidad virtud y pasar a hacer política es lo que se espera de unos y otros. Durante cuatro años desde Junts han negado el pan y la sal al diálogo con el Gobierno español mientras desde este gobierno y el propio Sánchez este verano todavía trataban a Puigdemont de “prófugo”, y éste afirmaba que nunca compraría un coche de segunda mano a Pedro Sánchez porque no se fiaba de él. La necesidad y las carambolas aritméticas les han llevado al diálogo.
El peso de las negociaciones, al menos durante las primeras semanas, lo ha llevado el propio Puigdemont que tendrá que dar muchas explicaciones si el pacto llega a ser bendecido y Sánchez vuelve a ser el inquilino de Moncloa con los votos de Junts. Sus más acérrimos seguidores, los “no surrender”, siempre presentes en las redes sociales, el Consell per la República, creado y presidido por él mismo, donde una minoría ha pedido que no se haga a Sánchez presidente y la ANC de Dolors Feliu, siempre amenazando con crear un nuevo partido independentista, éramos pocos y mal avenidos y parió la abuela, no entenderán nada y pedirán explicaciones. Y me temo mucho que no entenderán que en política es necesario hacer de la necesidad virtud.
Por el contrario muchos catalanes no entenderán, si así ocurriese, que Puigdemont envíe España a unas nuevas elecciones que pueden posibilitar la aparición de un gobierno con presencia de ministros de la extrema derecha, muchos votantes no entenderán que se lance a la basura la posibilidad de amnistiar a más de 3.000 represaliados por los hechos del 1-O, además un gobierno de Feijóo con Abascal como Vicepresidente supondría un retroceso en derechos sociales y libertades. Y el independentismo en unas nuevas elecciones en enero lo pagaría muy caro, muchos de sus votos, ante el miedo, irían a parar al saco socialista, como ocurrió el 23J.
Mientras en Bruselas siguen las negociaciones en Madrid cada noche se producen altercados en los alrededores de la sede del PSOE. El fascismo con sus gritos, cánticos, saludos a la romana y sus banderas anticonstitucionales toman el centro de Madrid acudiendo a la llamada de políticos como Abascal, pidiendo a la policía que desobedezca a sus superiores y la misma ex presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre cortando la vía pública. Agreden a la fuerza pública, que hasta ahora consideraban “los suyos” y se quejan cuando se producen cargas policiales acusando a los antidisturbios de tratarlos como a los independentistas. Otros se dedican a llevar misivas a los cuarteles pidiendo la intervención del Ejército. Y por si faltara algo más para intentar que Pedro Sánchez no sea de nuevo Presidente del Gobierno, porque para toda esta gente la amnistía es tan sólo una excusa, aparecen los obispos y una parte de los magistrados okupas del CGPJ en apoyo de las pretensiones de la derecha extrema y la extrema derecha. Un mal tradicional de las derechas españolas es no saber perder las elecciones. El PP ha incubado el huevo de la serpiente del fascismo pactando con VOX y ahora, cuando les ha explotado en la cara, no saben cómo parar sus efectos y sus violentas algaradas que pueden espantar a algunos de sus votantes.
Cierro el artículo en la madrugada ya del jueves 9 de noviembre, en Bruselas siguen las negociaciones entre PSOE y JUNTS, y los negociadores cada día dicen que el final de la negociación está a punto de conseguirse mediante un acuerdo que, a estas horas, me dicen podría hacerse público este jueves por la tarde desde Bruselas. Una vez conseguido el acuerdo y puesta en marcha la ley de amnistía las cosas no serán fáciles con tanta gente deseando poner palos en las ruedas de un gobierno progresista: la derecha extrema y la extrema derecha, la Cúpula Judicial, la mayoría del Senado, la Brunete Mediática, la Conferencia Episcopal, el IBEX-35, la Monarquía, y por si faltaba alguien hace unas horas el Comisario de Justicia de la Unión Europea, Didier Reynders en una carta al Gobierno en funciones pide explicaciones sobre la ley de amnistía, que todavía no existe, expresando “serias preocupaciones” sobre este tema, un político belga con pocas simpatías por los independentistas catalanes. La derecha española y sus “compañeros de viaje” al grito de “Santiago y cierra España” quieren ganar lo que perdieron en las urnas.
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