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¿Dará Francisco I el espaldarazo al comunismo bolivariano en España?

El Papa recibirá a P. Iglesias, Errejón y P. Bustinduy, el 10 de septiembre
Miguel Massanet
domingo, 5 de junio de 2016, 12:00 h (CET)
En realidad tenía preparado el tratar de la sinrazón de que una monja, una religiosa que debiera permanecer en su convento realizando obras de misericordia que le están encomendadas según su compromiso con la orden a la que pertenece, haya decidido pasarse a la política, mantener encuentros con muchos políticos, verdaderos adversarios de la Iglesia católica, críticos con sus ministros y partidarios de impedirles su presencia en España, como ya sucedió cuando Manuel Azaña decidió prohibirles la enseñanza en todo el territorio español o cuando, durante la misma II República, salió vencedor el Frente Popular, en 1936, y se volvió a recrudecer el ataque a todos los religiosos, la quema de conventos y casas de seminaristas, llegándose a reproducir aquellos crímenes y salvajadas que tuvieron lugar a partir del 1 de mayo de 1931 sin que el nuevo gobierno republicano hiciese el más mínimo gesto para impedir tales atrocidades.

La monja, sor Lucía Caram, sobre la que quería comentar, debió, hace tiempo, colgar los hábitos, renunciar a su condición de religiosa y, si este era su deseo, ingresar en el partido político más afín a sus ideas, para dedicarse de lleno a la actividad política. Si esa dominica argentina, que una vez se decidió por la vida contemplativa compaginada con las labores de cocinera, ha decidido, micrófono en mano, dejar sus habituales rezos para hablar de política, que lo haga, pero sin hábitos. Curiosamente esta monja activista no se conformó con predicar su comunismo en Argentina, sino que tuvo que venir a España y tomar partido por el independentismo catalán por el que sigue trabajando. Mucho nos tememos que poco tiempo le quede para su actividad contemplativa y menos para cocinar garbanzos si, como parece que insiste en hacer (eso sí, vestida de monja), tiene que colaborar con aquellos que se dedican a infringir la Constitución española (es admiradora de J.L Carod Rovira, de ERC) intentando, por todos los medios, enfrentarse al Estado español para conseguir la separación de Cataluña de España. Habría mucha tela por cortar y mucho que decir sobre el enorme mal que le hace a la religión católica la aparición de estas “redentoras del pueblo”, estas “iluminadas situadas por encima del bien y del mal” convencidas de que, como Juana de Arco, es necesaria su actividad subversiva para cambiar, al estilo comunista, el sistema de gobierno en España; para lo cual, el método que ella y sor Teresa Forcades, otra de estas monjas guerreras, parece ser el de separar a Cataluña del resto de España. Lo que todavía no han asimilado son las terribles consecuencias que, para Cataluña, especialmente y para España, reportarían una independencia de los catalanes en cuanto a su futuro fuera de Europa y aislados del resto del mundo. No basta hablar de los temas, hay que saber de lo que se habla.

No sabemos la influencia que esta convivencia con los descendientes de Terra Lliure o con los de la CUB y el dedicar más tiempo a confraternizar con aquellos que no creen ni en Dios ni en Santa María, puede tener en su vida espiritual y si puede afectar, esta promiscuidad, a su sentido de la moral y de sus obligaciones como monjas. En todo caso cortaré aquí este breve comentario sobre este par de políticas, arrancadas, por sus ideas extremistas de la paz y tranquilidad de sus conventos religiosos.

Lo que me ha hecho cambiar de opinión, lo que me ha producido un respingo de sorpresa y me ha decidido a no retrasar un primer comentario sobre el tema, ha sido la noticia, la bomba informativa y el revulsivo que ello puede suponer en cuanto a los resultados de las próximas elecciones legislativas del día 26 del corriente mes. Porque, señores, nos hemos enterado por la prensa de que, el Papa Francisco, va a recibir en su residencia de Santa Marta, el día 10 de Septiembre, a las 17 horas, a los líderes del partido comunista bolivariano y protegidos, asesores y subvencionados, dirigentes de Podemos; uno de los partidos que, como todos los españoles saben perfectamente, van a concurrir, como hicieron en las elecciones del 20D, a las próximas elecciones del día 26 de los corrientes. ¡Uau! ,como exclamarían ahora nuestros jóvenes en su particular forma de expresar asombro; es imposible pensar un apoyo más expreso y en un momento menos adecuado para un partido que, en Europa, todos saben que ha aterrizado en España con la intención, claramente expresada, de subvertir el orden constitucional; dar al traste con todos los esfuerzos del actual gobierno en funciones, para sacar a un país, que recibieron al borde del colapso y el rescate por Europa, cuando, precisamente, se había conseguido – y los últimos datos sobre la mejora del desempleo y de las perspectivas de incremento de nuestros parámetros económicos así lo dan a entender – alcanzar un punto en el que, el optimismo hacia el futuro mejor, empezaba a darle un impulso positivo a la recuperación de la nación.

No es la primera vez que expresamos nuestra extrañeza, compartida por muchos católicos, ante lo que nos parece un Papa muy escorado, quizá demasiado, hacia la izquierda. Así lo dio a entender con el frío recibimiento que le dispensó al sucesor de la Cristina Fernández, el señor Macri, cuando lo visitó en el Vaticano. Tampoco podemos olvidar sus discursos en Bolivia y otros países comunistas de América del Sur, marcadamente anticapitalistas. Si, en el ámbito interno de la curia romana, parece que ha intentado eliminar toda la corrupción que se había acumulado en aquellos palacios vaticanos, y en lo que han sido las oscuras mazmorras del Banco Vaticano, tenemos la sensación de que ha intentado acabar con sus relaciones con el gobierno y la mafia italiana; en lo que respeta a sus manifestaciones de cara al exterior no creemos que haya actuado con la sensibilidad, con la precaución y con la inteligencia que se precisan para entender los fenómenos que, hoy en día, están afectando a la CE.

No es tan fácil, simplemente aceptando en el Vaticano a 12 personas, algo meramente simbólico, pronunciarse sobre el problema que supone para muchas naciones europeas, con sus propios problemas para subsistir, pedirles que acepten a cientos de miles, si no millones de fugitivos de Oriente Medio, con todos los problemas de carácter cultural, de aceptación por los oriundos, de intendencia, de darles trabajo cuando, como es el caso de España, tenemos a cuatro millones de parados esperando conseguir un trabajo. La caridad es deseable y el drama de la guerra del EI no tiene parangón, al menos en los últimos años de nuestra Historia, pero en ocasiones, se ha de tener en cuenta que, para solucionar un problema no se vaya a causar otro tres veces más importante.

El Papa, no lo olvidemos, en asuntos políticos y terrenales no tiene otra consideración que la que se le puede dar a un mandatario como el príncipe de Mónaco, o el regente de la República de San Marino y, en este ámbito, el pretender extender la autoridad que como príncipe de la Iglesia católica se le reconoce mundialmente, en los asuntos terrenales es evidente que debería actuar con menos espontaneidad y con más moderación si no es que quiera que, como ya está sucediendo, actitudes como la de recibir a los dirigentes de Podemos, un partido de extrema izquierda y, evidentemente, anticatólicos y laicos, en unos momentos en los que cualquier propaganda puede considerarse como una intromisión al proceso electoral español, en el que ya nos encontramos, puede considerarse por el gobierno español como una grave ingerencia en los asuntos internos de España.

Lo repetiremos de nuevo: como católicos la máxima confianza, respeto, obediencia y sumisión a la suprema autoridad de SS. en temas de dogma, de catequesis, teológicos, rituales, apologéticos etc. pero, como ya expresó con claridad meridiana Jesucristo en los evangelios: “Dad a Dios lo que le pertenece y al César lo que es suyo”. No entendemos el alcance que pretende darle el Papa a esta entrevista que les ha concedido a los comunistas bolivarianos pero, si como nos imaginamos, ha caído en la trampa que el señor Iglesias, un personaje muy listo, la ha preparado cuando, en todo momento se ha mostrado muy en sintonía con las palabras papales y, en repetidas ocasiones, ha salido alabando sus discursos; es que sus asesores no conocen como se manejan estas mafias comunistas cuando se trata de atraer a quienes les interesa captar para su causa. El pensar que, en España, un gobierno de izquierdas, en manos de sujetos como los dirigentes de Podemos, no significaría la radicalización del anticlericalismo, la supresión, como ya se ha propuesto en alguna parte del país, de la enseñanza privada

(lo que quiere decir eliminar la religiosa) tanto en escuelas como universidades y, como han repetido las izquierdas, como es el caso de los socios de Podemos para los nuevos comicios, la IU del señor Garzón, que han repetido, por activa y por pasiva, que lo primero que harían en caso de gobernar, sería cancelar el concordado de España con la Santa Sede. Si España cayera bajo el domino comunista, toda la cultura cristiano romana que hemos mantenido durante siglos, desaparecería bajo el imperio de la dictadura totalitaria, como viene sucediendo en Venezuela.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, esta noticia de la invitación de Francisco a Podemos nos parece una mala nueva que puede significar una potente inyección de oxígeno para quienes intentan captar a personas sencillas, que pueden llegar a interpretar que, si el Papa los acoge, es que se tratan de gentes de bien y buenas para gobernar el país. Craso error, que pudiera llevarnos a uno de los descalabros mayores de la historia de España. O eso es lo que a mí me parece.

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