Pertenecemos a una generación que se consideraba preparada cuando leía y escribía perfectamente en castellano (tras rellenar muchos cuadernos Rubio para conseguir una letra aceptable) y dominaba las cuatro reglas. Además en la enseñanza primaria se nos dotaba de amplios conocimientos sacados de la Enciclopedia Álvarez, el catecismo y el libro de urbanidad. Los que habíamos tenido la oportunidad de completar nuestros estudios un poco más, conocíamos las disciplinas de nuestras carreras y, sobre todo, apelábamos a la “universidad de la vida” que habíamos recorrido ampliamente. Inopinadamente nos hemos topado con “las nuevas tecnologías”. Cualquiera de nosotros que esté medianamente formado y que haya desarrollado sus estudios y su vida antes de los años 70, se tiene que poner a aprender algo nuevo y bastante complicado. Mi “calvario” personal comenzó en mi etapa de Intelhorce con la puesta en marcha del ordenador IBM 360, al que había que acercarse con bata blanca y mucho miedo. Después, luces y sombras. Dice la Wikipedia que “El analfabetismo digital se refiere al nivel de desconocimiento de las nuevas tecnologías, que impide que las personas puedan acceder a las posibilidades de interactuar con estas”.
Sigue diciendo que “las habilidades relacionadas consisten en poder encender y apagar una computadora, sea esta de escritorio, portátil o un teléfono inteligente, de acuerdo al sistema operativo que se manifieste, así como poder integrar sus periféricos, como cámaras, impresoras, escáneres, etc.”. A partir de entonces las incógnitas no tienen fin. ¡A ver quién le mete mano a este lío! Cuando creemos que somos unos expertos, tenemos que llamar a nuestros nietos y a nuestros hijos en ese orden. Mientras más pequeños… más dominan a los “bichos”. Hoy he vuelto a sentirme inútil. He tenido que manejar con soltura el ordenador en una clase de la Universidad. Sonrojadamente he tenido que pedir ayuda a unos compañeros, a los que les llevo sesenta años, para poder realizar un ejercicio geográfico de lo más simple. Una vez superado el problema me he vengado. Le he sacado porcentajes mentalmente, mientras ellos se devanaban los sesos manejando la calculadora del teléfono móvil. La famosa “brecha digital” la tenemos que intentar superar con un sobreesfuerzo. No tenemos que rendirnos a la primera. Somos de la generación de los libros y periódicos de papel, la radio y la televisión tradicional. Hoy los miembros de la “aldea global” se mueven en el mundo de las nuevas tecnologías desde que nacen. Los mayores somos unos pobres emigrantes a un mundo nuevo y casi desconocido. Las generaciones en busca de empleo necesitan imperiosamente el conocimiento de otros idiomas y el lenguaje cibernético, para su acceso al mundo laboral. Para ellos es imprescindible. Y para los mayores, también. No podemos andar por el mundo como unos zombies. Eso es lo que hay. Aún es posible el milagro.
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