Ángela y Natalia son profesoras y pertenecen a Adolescencia libre de móviles, iniciativa surgida en Telegram y que en pocos días ha crecido hasta aunar a cerca de 100 grupos locales y nacionales con decenas de miles de padres. Han conseguido poner en la agenda mediática y en las conversaciones de medio país el tema de la conveniencia de limitar o eliminar el uso del móvil en la niñez y adolescencia.
Buena parte de lo que se está escuchando y leyendo estos días procedente de esos grupos o de expertos e interesados en la materia está cargado de sentido común. Es un debate necesario, que estaba larvado y muy latente en la sociedad, pero que se limitaba a la ocasional conversación privada, familiar o escolar. Ahora ha dado un salto enorme y ocupa mucho espacio en los medios. La ministra de Educación ha comentado el asunto e incluso la Fiscalía de Menores, junto con la Agencia de Protección de Datos y 131 entidades más, han consensuado un documento con 15 medidas concretas para proteger a niños y adolescentes en el mundo digital.
Parece que en general en los grupos de telegram y en la prensa se presenta el asunto con un enfoque de voluntariedad, donde abundan las recomendaciones sobre cómo actuar y qué hacer en estos casos, pero a Ángela y Natalia esto no les parece suficiente. Las dos profes han lanzado hace un mes una iniciativa de recogida de firmas en Change.org para que se prohíba el móvil hasta los 16 años y se multe a los padres que no lo cumplan. Así, tal cual, como suena y sin anestesia. Ya van más de 60.000 progenitores firmantes y las van a enviar al Parlamento. Estos padres pretenden que el Estado se ocupe de hacer cumplir en su casa lo que ellos o no quieren o no se ven capaces de cumplir. Una combinación muy naif que mezcla falta de responsabilidad, dejación de funciones y un infantilismo más propio de los adolescentes sobre los que va la cosa que de unos padres con una mínima dosis de madurez.
Padres que no saben lo que es la patria potestad - quizá les suena el término, pero lo relacionan con algo muy facha y antiguo- y que apelan al papá Estado para solucionar los problemillas en casita con sus hijos. Si no eres capaz de mantener unas razonables reglas con tus hijos en tu propia casa, se lo tienen que hacer mirar. Si no son capaces de llevar adelante su decisión -quizá muy sabia- ,y lidiar con esa cierta presión social, de no dotar a sus hijos de móvil hasta los 16 años, al menos que no proyecten sobre los demás su frustración y limitaciones.
Padres con miedo, atenazados por una realidad que no esperaban y no comprenden del todo: sus hijos son nativos digitales. Cuánto daño hicieron los teletubbies.
El eslogan hippie de finales de los años 60, apropiado también por los liberales, de Prohibido Prohibir no tiene ya la tracción de antaño. Se observa una deriva en nuestra sociedad hacia el gusto por la prohibición. A la gente le gusta prohibir a los demás lo que a ellos no les gusta. Una fusión de envidia, falta de recursos, cobardía e infantilismo que llama cada noche a la misma puerta de papá Estado.
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