“Todos los hombres han de morir, pero la muerte puede tener distintos significados. El antiguo escritor chino Sima Chien decía: Aunque la muerte llega a todos, puede tener más peso que el monte Taishan o menos que una pluma. Morir por los intereses del pueblo tiene más peso que el monte Taishan; servir a los fascistas y morir por los que explotan y oprimen al pueblo tiene menos peso que una pluma.” Mao Zedong.
Henry Kissinger, secretario de Estado y “cerebro estratégico” de las administraciones de Nixon y Ford, artífice de golpes de Estado y dictaduras sangrientas de toda Iberoamérica, impulsor de la escalada bélica en Vietnam y planificador de incontables intervenciones y reconducciones hegemonistas por todo el globo -incluyendo la transición española- ha muerto a los 100 años.
Durante la larga vida de Kissinger hemos sufrido el nacimiento, el ascenso y el apogeo de la superpotencia estadounidense tras el fin de la Guerra Fría, pero también disfrutamos de su actual decadencia y ocaso imperial, a manos de la creciente lucha de los países y pueblos del mundo. Su larguísima vida, en la plenitud de sus facultades mentales, le ha permitido ser testigo activo de cómo la lucha creciente de los países y los pueblos del mundo ha golpeado y erosionado de tal manera el poder de la superpotencia estadounidense, que la ha conducido a un irreversible ocaso imperial.
No el único, pero el hegemónico
En la hiriente actualidad de nuestro planeta hay genocidas y criminales de guerra como Putin y Netanyahu, pero Kissinger -Premio Nobel de la Paz en 1973- encarna al experto máximo de la política de dominio mundial de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Decenas de años en los que, en una Guerra Fría, la superpotencia estadounidense, junto a la otra entonces -la URSS-, practicó la guerra, la expansión, la intervención y la extorsión por los cinco continentes-, en las que Kissinger jugó un papel dirigente.
Una extensa y sangrienta hoja de servicios
Fichado como consejero de Seguridad Nacional primero y luego como secretario de Estado de Richard Nixon, Kissinger se convierte en el estratega jefe de la superpotencia estadounidense, quedando las decisiones referentes al ámbito de la defensa y la alta política internacional. La dirección de Kissinger es esencial para entender todos los movimientos estratégicos de EEUU contra la URSS a finales de los 60 y durante toda la década de los 70, incluyendo las guerras de Vietnam, Camboya y Laos, el decidido apoyo a Israel en la Guerra del Yom Kippur en 1973, y el apoyo a Pakistán contra India en la guerra de 1971.
Kissinger promociona la Operación Cóndor, la academia de militares golpistas, torturadores y genocidas conocida como Escuela de las Américas, y toda la ola de golpes y dictaduras militares de Iberoamérica, especialmente en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, que dejaron decenas de miles de muertos, torturados, detenidos y desaparecidos. Como ya revelan con todo lujo de detalles los papeles desclasificados por Washington, el siniestro artífice era Kissinger.
También en España
También la Transición española estuvo trufada con la intensa intervención clave, con Kissinger como secretario de Estado, de EEUU y sus intereses de reforzar el “vientre blando de Europa” -reconvirtiendo las dictaduras de Grecia, Portugal y España -crecientemente detestadas y contestadas por la lucha popular y susceptibles de ser focos de inestabilidad, con peligro de que se colara la intervención soviética- en “democracias” homologables por Washington, para que se pudieran integrar en la OTAN y la Comunidad Económica Europea; que fue la ocultada fuerza motriz de la Transición española.
Recordemos que el magnicidio el almirante Carrero Blanco -a manos de ETA, con un túnel lleno de explosivos, en una calle, Claudio Coello, situada a apenas 100 metros de la embajada de EEUU- tuvo lugar apenas unas horas después de la tormentosa reunión del delfín franquista con Kissinger, en la que Carrero se negó a seguir los planes del estadounidense, asegurándole que el régimen fascista continuaría muchos más años.
Participando en los crímenes hasta el final
A pesar de su avanzada edad, Henry Kissinger nunca dejó de estar en activo, como asesor de casi todos los últimos presidentes de EEUU. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente George W. Bush le eligió para encabezar un comité investigador. Y hace apenas unos meses había testificado ante un comité del Senado sobre la amenaza nuclear de Corea del Norte.
Pero Henry Kissinger ha podido vivir para ver cómo la hegemonía estadounidense, a la que consagró su alma y su vida, está en un momento de irreversible decadencia. Ha podido vivir para ver que la superpotencia estadounidense, con toda su incomparable superioridad militar, ha sido derrotada en Irak y en Afganistán. Ha podido vivir para ver el poder de Washington golpeado sin cesar por la lucha de los países y pueblos del mundo. Ha podido ver como el orden mundial unipolar salido de la Guerra Fría se agosta sin remedio, al mismo tiempo que surge un nuevo orden mundial multipolar donde la hegemonía de EEUU va hacia su ocaso.
Kissinger ha podido vivir suficiente para contemplar cómo hoy en Iberoamérica no mandan los Pinochet que él creó, sino los Allende que mandó asesinar. Es lógico lamentar que, este genocida de larga data, haya muerto sin ser juzgado por sus crímenes, porque el corazón duele. Pero reconforta que su tan longeva existencia consciente le haya permitido percibir, en sus momentos finales, el acentuado ocaso imperial. Es toda una alegría.
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