En el contexto de la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, el 12 y 13 de diciembre de 1932 los bolivianos lanzaron un furioso ataque sobre el fortín Platanillos, en manos paraguayas desde el 6 de noviembre, fecha en la cual tres regimientos paraguayos expulsaron del sitio a los bolivianos.
Luego de tomar la posición, la mayor parte de las tropas paraguayas se retiraron dejando un pequeño contingente, insuficiente para defender el lugar.
Platanillos desde el día 12 de noviembre, había quedado al resguardo del Mayor Medardo Castagnino que contaba con una dotación de apenas 266 hombres.
La responsabilidad superaba las previsiones dado que se trataba de una ubicación estratégica, por ser un nudo de caminos que conectaba con puntos militarmente relevantes: al oeste con Ballivián, al Sur con Muñoz, al Norte con los fortines Toledo y al este con el Fortín Boquerón. Esta cardinal importancia motivó al mando boliviano a encomendar, a principios de diciembre de 1932, la reconquista de la posición al General Julio Sanjines.
Para lograr su objetivo, Sanjines contó con 1200 hombres de cuatro regimientos, reforzado por una dotación de caballería, cuatro piezas de artillería y tres aviones que bombardearon y ametrallaron a los defensores paraguayos que solo contaban con unas pocas ametralladoras.
El día 13 de diciembre a las cinco de la mañana se inició un desigual combate, sin embargo los paraguayos en inferioridad numérica lograron resistir a la aviación y la artillería toda la mañana. Pasado el mediodía, finalmente Castagnino ordena la retirada, luego de ocasionar 45 bajas a las fuerzas bolivianas, y sin dejar que ninguno de sus hombres caiga prisionero.
A pesar proceder con sensatez, el Mayor Castagnino fue relevado de su cargo y procesado, obvia exageración ya que no había faltado al deber.
Había nacido la maldición o estigma de Platanillos, como llamaron a las humillaciones que sufriría el desdichado oficial de Caballería, que ostentaba hasta ese episodio una foja de servicio impecable. Aunque acabó absuelto por el Tribunal Militar Paraguayo, se sabe que siguió sufriendo vejámenes y arbitrariedades por mucho tiempo luego de ese episodio, para terminar siendo dado de baja en diciembre de 1934.
Fué obligado a pasar toda la guerra en lamentable condición bajo una precaria carpa, en estado de solitario aislamiento y sometido a un continuo martirio físico y moral.
No habiendo mejor explicación a la inexplicable deshonra en la que el comandante José Félix Estigarribia ordenaba mantener sumergido a Castagnino, surgió la leyenda del estigma de Platanillos.
Estigarribia acusó en un escrito a Castagnino de haber incumplido su orden de oponer "tenaz resistencia" a un enemigo cinco veces superior numéricamente, dotado de artillería y aviación de la que carecían los defensores paraguayos. Si hubo algún atentado contra la disciplina, la misma orden la contenía en sus entrañas.
El 22 de julio de 1933, el Tribunal Militar que entendía en la causa resolvió que no había lugar en los autos seguidos al Mayor Merardo Castagnino para condenarlo por supuesto incumplimiento de órdenes, y ordenó sea levantada la prisión preventiva que sobre él pesaba.
La sentencia pasó por toda la cadena de mando, pero jamás se cumplió, constituyendo hoy uno de los "misterios" de la guerra.
Se ha dicho en tono humorístico que la justicia militar es un oxímoron, y todavía más en medio de una guerra.
Varias versiones atribuyen su infortunio a un vulgar episodio que lo enemistó con José Félix Estigarribia, o tal vez hizo algo que molestó al establishment del cual su victimario fue fiel y eterno brazo ejecutor.
Se habló de que Castagnino había ultrajado un hipódromo de honorables oligarcas, delito de los peores, aunque los perpetre un oficial en cumplimiento del deber.
Se habló de disidencias partidarias y otras causas invisibles, pero siempre las explicaciones parecían insuficientes.
En 1940 Estigarribia impuso por decreto una constitución totalitaria que marcó por décadas al Paraguay, apenas un par de años después de haber protagonizado como diplomático la peor traición de la historia paraguaya.
Un prodigioso truco de magia que a pesar de realizarse a pleno sol y ante una multitud, nadie vio, y acerca del cual todavía la buena conciencia se cubre los ojos y finge que nunca vio a su Rey desfilar desnudo.
Como ocurre con las. víctimas de prolongado hostigamiento, luego de la conflagración que vivió sepultado en una carpa, Castagnino decidió ver el final de su propia guerra.
Acudió al atrio del templo de San Francisco, en Asunción, y se disparó en la sien con su arma reglamentaria. Quizás recién entonces partió a rendir cuentas, o tal vez para ajustarlas, eso nunca se sabe. LAW
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