EL CANTOR
Acariciaba su guitarra con tal delicadeza que los pájaros se acercaban a escucharlo. Pero una noche sin luna descubrió que lo que más amaba en este mundo lo había traicionado. Solo pensaba en la manera de desaparecer de la faz de la tierra. Y ya decidido al viaje sin retorno, con la fe marchita, el cantor apagó su voz, y silenciosamente se lanzó de unos despeñaderos y al llegar al fondo del abismo, ya muerto el cuerpo, quiso también que expirara su alma, tenía miedo que al penar buscando el cielo o el infierno encontrara de nuevo su guitarra.
MENTIRAS
Desde mi camilla observaba al viejo mirar a su hijo postrado en aquella cama de hospital. Las blancas paredes parecían perforar sus pupilas, al lado de una ventana colgaba un crucifijo de madera. Su dolor se fundía con el Cristo y cayendo de rodillas mientras sostenía la mano de su vástago, comenzó a rezar prometiendo no mentir el resto de sus días si su hijo sanaba. Cerró sus ojos mientras sus lágrimas rodaban por el piso. Apenas terminó de hablar su hijo expiró. – Lo siento señor Abogado- le dijo la enfermera- mientras el viejo miraba resentido al cristo de madera.
MOMENTO ANGULAR
El chino era docente y enseñaba haciendo de la física una materia apasionante y experimental. Esa tarde explicaba sobre el momento angular y la inercia, sin embargo mientras preparaba un experimento a los alumnos, el chino se quedó en el limbo, los ojos ovalados bien abiertos. Todos lo rodearon, pero el Chino Flores ya no estaba ahí, porque en aquellos instantes una nueva criatura sin memoria emergía en la ciudad, ¿Y qué le sucedió? Las drogas o el alcohol dijeron, yo pienso que fue una mortal combinación que lo obligó a quedarse en el vacío para siempre.
TRISTE FELICIDAD
Ese miércoles día de su cumpleaños, Víctor recibió una carta del gobierno donde le informaban que había sido seleccionado para participar en un programa experimental de felicidad obligatoria. Por lo que le implantarían un chip en el cerebro que lo haría sentirse feliz todo el tiempo, sin que importaran las consecuencias. Víctor no podía negarse.
Al principio, se sintió alborozado, no cabía en ningún lugar su alegría. Todo le parecía maravilloso. Sin embargo, al paso de los días se dio cuenta que experimentar otra emoción era imposible. No podía llorar, enfadarse, ni sorprenderse. Mucho menos amar, odiar o sentirse temeroso. Solo podía sonreír.
Vivir feliz era su condena. Y eso era lo más triste de todo.
----------------------------- Microrrelatos del libro inédito "Infundios del espejo"
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