Nacera Dutour, que anima el colectivo de familiares de desaparecidos en Argelia ( CFDA ) ha puesto en marcha la " Radio de los sin voz ", un espacio para conocer la verdad acontecida con miles y miles de desaparecidos en ese país dibujado sobre el mapa de Africa por el colonialismo francés.
La Radio des Sans Voix ofrece espacio de libertad dolorosa y necesaria, en donde los desconsolados allegados a los desaparecidos pueden dar su palabra. Se estima que unas diez mil personas desaparecieron en Argelia, sólo entre 1990 y 2000, por motivos políticos y represión arbitraria.
El dolor de las familias recorre como una onda expansiva en el tiempo desde entonces hasta el presente, y nadie da una respuesta, aunque abunden casos tan desgarradores como perfectamente documentados.
Allaoua Ziou, ganadero, de unos 30 años de edad, fue detenido el 1 de enero de 1995 en Héliopolis, un pueblo de la región (wilaya) de Guelma, en el este de Argelia. Tras la detención, efectuada por gendarmes, no se lo ha vuelto a ver hasta el día de hoy. Según los informes, durante la misma época también desaparecieron en circunstancias similares otras cuatro personas del mismo pueblo. La familia de Allaoua Ziou ha solicitado a las autoridades, incluida la gendarmería de Héliopolis, información sobre su paradero y sobre el motivo de su detención, pero hasta la fecha no han recibido respuesta.
Allaoua Ziou, nacido en 1967, vivía en Héliopolis, donde trabajaba como ganadero cerca del domicilio de su familia. Pasaba la mayor parte de su tiempo con los animales de los que cuidaba y volvía a su casa sólo para cenar con su madre y recoger el almuerzo para el día siguiente. En sus recorridos entre la casa y la granja, hacía una parada en el pueblo para visitar a sus amigos y rezar.
La noche del 1 de enero de 1995, cuando emprendió el camino para ir a cuidar del ganado, lo siguieron varios hombres vestidos de civil. Antes de llegar a la granja, varios testigos vieron cómo estos hombres lo apresaban y lo metían a la fuerza en un vehículo en las inmediaciones de un cementerio conocido como Cementerio de los Mártires (Cimetière des martyres). Según informes, los testigos siguieron al vehículo hasta el cuartel de la gendarmería. Como Allaoua estaba solo en la granja, su familia no se dio cuenta de que había desaparecido hasta la mañana siguiente. Nunca antes había sido detenido.
Su familia ha escrito al presidente, a los ministros de Justicia y de Interior y al fiscal general, así como al Órgano Nacional de Vigilancia de los Derechos Humanos (Observatoire national des droits de l'homme, ONDH), que depende directamente del presidente de la República, pero no han recibido respuesta acerca del paradero de Allaoua. Como respuesta a las preguntas de las organizaciones de derechos humanos, el Órgano Nacional de Vigilancia de los Derechos Humanos declaró que Allaoua Ziou era un «terrorista» y que se había unido a los grupos armados. Cuando la familia tuvo conocimiento de esta respuesta, la consideraron muy poco convincente. ¿Por qué, por ejemplo, el ONDH no facilitó esta información a la familia cuando ésta pidió insistentemente durante año y medio noticias de Allaoua a las autoridades?
El hermano de Allaoua, Mohamed Ziou, médico de Guelma, fue detenido el 27 de septiembre de 1995 cuando se encontraba en su casa y permaneció en detención secreta durante treinta días, según parece en la gendarmería de Héliopolis. Fue puesto en libertad sin cargos el 28 de octubre de 1995.
Estos hechos son un buen ejemplo del andamiaje autoritario que sigue funcionando en Argelia.
Los responsables de las arbitrariedades siguen en libertad. En Argelia, el caso de la desaparición forzada de un gran tabú, todos viven amordazados sin poder hablar de ello.
El abogado Mustapha Bouchachi describe la Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional como una huida hacia delante de las autoridades. Amnistía Internacional señala que existe un arsenal jurídico represivo establecido por los líderes políticos, como requerir autorizaciones previas para manifestarse, o prohibir como escenario toda la capital. Es decir, la capital de Argelia es una ciudad prohibida, que no admite ninguna expresión que disguste al poder.
Es obvio, y no hace falta que lo diga Amnistía, que agudizar la represión no es la forma correcta de responder a desempleo y otras dificultades económicas que enfrenta este país magrebí, asfixiado por el colapso de los precios del crudo. Tampoco esa realidad es propicia para que Argelia, que inspira, finacia, sufraga y entrena a los miembros del Frente Polisario, pretenda pontificar sobre los derechos humanos en el vecino Marruecos y su Sáhara Occidental.
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