A lo largo de mi vida, debido a mi anterior profesión, he asistido a innumerables ferias de muestras del sector textil. A lo largo del mes de enero y, a veces, principios de febrero, los fabricantes de tejidos, prendas confeccionadas y maquinaria para dicha industria, presentaban sus novedades en unos tremendos recintos situados en la Plaza de España de Barcelona, en el recinto de muestras valenciano y últimamente en Madrid con la semana de la moda. Allí nos dirigíamos fabricantes, compradores y comerciales de toda España, buena parte de Europa y Oriente medio, dedicados al honroso negocio textil, hoy casi desaparecido tras el advenimiento de las multinacionales, grandes superficies, franquicias y una globalización productiva que se ha cargado la industria y el comercio “de ropa, de alfombras, lencería, mantas, sabanas y toallas, etc.”. Aquellas ferias se diferenciaban de la que se celebra en estos días en Madrid, por la escasa o casi nula asistencia de políticos. Allí solo se hablaba de negocios y nada de la situación de los diversos partidos en constante lucha. Los certámenes de hoy se han convertido (además que para la realización de los negocios turísticos para lo que nacieron) en un escaparate en el que los prebostes de turno se pavonean de sus resultados, hacen declaraciones estridentes y critican a todo bicho viviente que no sea de su cuerda. Hoy en día se aprovecha la situación para hacer declaraciones políticas –que inmediatamente se rectifican- y para hablar de lo que no se atreven en el Congreso. Los medios de comunicación de toda España destacan allí gran parte de sus redacciones a la “caza y captura” y todos se ponen “a modo” de viandas de todo tipo. Un canto al comercio y al “bebercio”. Hace años la llamé: “Fritur”. En función de estos hechos la he denominado con el mismo título de aquella famosa novela de mediados del siglo XIX, “La feria de las vanidades”, que ha sido llevada al cine y a la televisión en diversas ocasiones. Todo un escaparate de frases veladas y de segundas intenciones aprovechando las circunstancias. La buena noticia de hoy se basa en que los hosteleros de nuestra bendita Andalucía no van a engañar a nadie con aquello de “sol y playa”. Los turistas que decidan venirse por aquí se van a hinchar de sol, dadas las perspectivas climáticas que se nos avecinan. De agua no se que va a pasar, pero el buen tiempo, el pescado frito y el buen vino o la cerveza no les va a faltar. La semana que viene los próceres volverán a sus cuarteles de invierno ufanos de lo bien que lo han hecho y lo bien que han quedado. Yo seguiré añorando aquella Málaga llena de tiendas de ropa, de fábricas de tejidos, pantalones, lencería y punto que movían la economía malacitana. Hogaño nos toca turismo. Bienvenido sea.
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