El 10 de febrero de 1934, los paraguayos decidieron simular un ataque al sector de Magariños al sólo efecto de evitar que los bolivianos trasladen tropas para reforzar La China. En una guerra cruel y de bien lograda fealdad, Paraguay y Bolivia dilapidaron capitales que no tenían para una matanza que aún reclama una explicación a la humanidad.
Una poderosa línea fortificada entre Magariños y La China habían establecido los bolivianos, con nuevos reclutas movilizados luego del desastre de Campo Vía. Esta línea tenía por objetivo frenar el avance paraguayo hacia el noroeste.
Con una tímida artillería, los paraguayos iniciaron una prudente aproximación a la defensa boliviana, en un simulacro que buscaba evitar la concentración de fuerzas bolivianas en el otro extremo de la defensa.
El día 11 los paraguayos comprobaron que los bolivianos no daban importancia a su ataque de poca intensidad, por lo que decidieron reforzar su ataque a la tarde para darle una apariencia más real.
Al reanudar con mayor intensidad su ataque, los veteranos soldados paraguayos notaron la ineficacia del fuego boliviano, que pasaba por elevación sobre sus cabezas.
Los nuevos reclutas bolivianos ya no eran como los que se enfrentaban antes de Campo Vía. Así, lo que empezó con una cautelosa aproximación acabó en un asalto a la carrera y lucha cuerpo a cuerpo con machete y bayoneta, donde los paraguayos tenían supremacía.
El día 12 de febrero de 1934, el comando boliviano, al enterarse de la incursión paraguaya en su retaguardia, ordenó la retirada en toda la línea abandonando las trincheras sin combatir y sin dejar nada. Fue así que el día 12 de febrero, los bolivianos abandonaron Magariños tras prenderle fuego.
La noche del día 12 de febrero, las patrullas paraguayas pernoctaron a 30 kilómetros más allá del fortín. En sólo 14 horas habían hecho un avance de 35 kilómetros e inutilizado un poderoso sistema defensivo.
Los bolivianos tuvieron 60 bajas, entre muertos y heridos, los paraguayos 10 muertos y 27 heridos. El coronel Carlos Fernández, comandante de la 1.ª División, no había perdido el tiempo y penetró rápidamente sin encontrarse con el enemigo.
Las tropas bolivianas se mantenían inmóviles en sus puestos, mientras los paraguayos superaban sus líneas sin ser interceptados.
Los paraguayos se detuvieron solo debido a la oscuridad y por desconocimiento del terreno, en la noche del día 12. Los acontecimientos se precipitaron a tal velocidad que las demás divisiones paraguayas no pudieron sacar provecho de la situación en los demás frentes.
Magariños es hoy un pequeño poblado paraguayo, ubicado al norte del fortín General Díaz, otrora llamado Muñoz por los bolivianos. Se ubica hoy en el departamento paraguayo de Boquerón; a unos 650 kilómetros de Asunción. Recibió su nombre por el expedicionario general Manuel Rodríguez Magariños (uruguayo), quien en diversas oportunidades navegó el Pilcomayo, y aunque se modificó el nombre luego de la guerra, la denominación original ya se había arraigado.
En tiempos de la guerra del Chaco, luego del desastre en Campo Vía, los bolivianos convirtieron a Magariños en un centro de operaciones, con arsenal y talleres para reparar vehículos motorizados. Junto a las ruinas del fortín, en un cementerio descansan hoy los restos de bolivianos caídos en la guerra, junto a los paraguayos de esa comunidad.
Los difuntos de ambas nacionalidades que descansan en ese cementerio, todavía montan guardia y esperan una explicación. LAW
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