En Paris, hace algunos días, vi una caseta de Cajero Automático (ATM) y a un vagabundo durmiendo en ella. Esta situación, me hizo sentir y pensar en muchas cosas, pero deseo detenerme en la relación de las personas con la banca.
Recuerdo con especial afecto mi primera experiencia en la banca, específicamente en Banco Estado.
Una institución pública cuya misión estaba vinculada a los pequeños ahorrantes y a las pequeñas empresas, con una fortísima presencia nacional. Imposible no sumarse a aquello con interés y emoción.
Por aquel entonces, -ha pasado mucha agua bajo el puente-, se hacía una campaña de digitalización, que consistía en múltiples acciones, pero deseo destacar el envío de una tarjeta para el uso en cajeros automáticos ATM, a todos quienes tenían una cuenta en dicho Banco. Muchas personas de edad avanzada acudieron al banco asustados, pues ellos no habían pedido la tarjeta. Parte del temor se explicaba porque nunca habían tenido una tarjeta en sus manos, al darme cuenta de dicha situación hice un instructivo breve y escolástico de unos cuatro pasos que explicaba cómo habilitar la tarjeta si lo deseaban.
Con entusiasmo, incorporé ese instructivo en los ATM de la sucursal. La tasa de consultas bajó en cantidad, - pues muchos clientes fueron directamente al cajero automático-, pero, además, me permitió explicar con mejor recepción el procedimiento de habilitación de la tarjeta a quienes se dirigían hacia mí, se trataba de la necesidad de cambiar la clave enviada por correo a una clave personal definida por el cliente.
Al pasar los días, ya no había extensas filas de clientes, y ahí pude aportar a la real inclusión, ya no solo financiera.
Recuerdo la frase textual de un cliente “yo no le pego a las letras” dudé un pequeño segundo y luego comprendí que era una sutileza, la forma de decir “no sé leer.”
Es importante aplicar la vocación docente, el mensaje no estaba llegando al receptor o “educando” y había que solucionar aquello. Acudí personalmente con cada persona y ellos eligieron claves de su predilección, sólo necesitaban un pequeño apoyo, ser escuchados aun cuando su mensaje sea dicho en voz baja y con eufemismos. Esa es justamente la arista que no necesariamente está siendo considerada por toda la banca, la inclusión de la tercera edad, de quienes no saben leer o no pueden hacerlo por tener problemas visuales, ese trabajo es no sólo importante, sino que también sumamente gratificante. Admiro a todos aquellos que se han sumado realmente a la inclusión y extiendo la invitación para que todos aportemos a aquello desde donde nos sea posible.
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