Los mercados avanzados lograron en 2023 un retroceso objetivo de sus tasas de inflación. El incremento de precios cerró el año en el 3,4% en Estados Unidos y en el 2,9% en la zona euro, muy por debajo de sus valores de 2022. A pesar de estos avances, Crédito y Caución prevé que tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo extremen la cautela a la hora de recortar los tipos en 2024.
El análisis de los bancos centrales muestra un panorama contrastado. Por un lado, el descenso del coste de la energía y los bienes industriales sigue impulsando caídas significativas de la inflación. Por otro, el aumento de los salarios, especialmente en el sector servicios, y las tensiones geopolíticas empiezan a empujar en sentido contrario. Los bancos centrales están muy centrados en reducir la inflación hasta los niveles objetivo del 2%. La última milla de ese camino puede ser la más difícil de recorrer.
La principal preocupación que explica la cautela de los bancos centrales es que el impulso deflacionista empiece a decaer justo cuando surgen nuevas presiones alcistas. Las cadenas de suministro han vuelto a la normalidad y los precios de las materias primas caen a medida que la economía mundial se adapta a la realidad postpandémica y a perturbaciones como la guerra en Ucrania. El resultado ha sido un descenso de los costes de producción, pero muchos economistas creen que el impacto de estos factores disminuirá durante el primer trimestre de 2024.
La principal presión inflacionista está en la evolución que muestra el mercado laboral. En la zona euro, la tasa de paro sigue siendo históricamente baja y los salarios aumentaron más de un 5% en 2023. Esta evolución tiene implicaciones para la fijación de la inflación, especialmente en el sector servicios en el que los salarios representan un porcentaje muy relevante de la estructura de costes. Además, los ataques en el Mar Rojo han triplicado los costes de transporte marítimo de Asia a Europa, ya que los buques toman rutas más largas para evitar la zona de conflicto. Si esta interrupción se prolonga seis meses o más, podría añadir 0,2 y 0,3 puntos porcentuales a la inflación estadounidense y europea, respectivamente.
“No cabe duda de que la inflación ha descendido significativamente desde los máximos registrados tras la pandemia, y parece que esa tendencia a la baja se mantendrá en el corto plazo. Lo que está en duda es cuánto puede caer. Los banqueros centrales son conscientes de que sus objetivos de inflación del 2% y la credibilidad que conlleva su cumplimiento pueden no ser fáciles de alcanzar”, explica el economista jefe de Atradius, John Lorié. “No esperamos que los bancos centrales cambien a corto plazo su enfoque prudente respecto a los recortes de tipos. Tras las últimas estadísticas del mercado laboral, creemos que es realista situar en el final de la primavera los primeros recortes de tipos. La buena noticia es que la relajación de la política monetaria sigue siendo una cuestión de cuándo y no de si se producirá en 2024”, añade.
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