"Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo...
Mira para atrás, a todo el camino que recorrió, a las cumbres, las montañas, al largo y sinuoso camino que abrió a través de selvas y poblados, y ve frente a sí un océano tan grande, que entrar en él significa desaparecer para siempre…
Solamente entrando en el océano se diluirá el miedo... sabrá el río que no se trata de desaparecer en el océano, sino de convertirse en océano” - (Khalil Gibran).
Es una metáfora sobre el proceso de transformación y la superación del miedo a lo desconocido. No desaparecemos sino que nos convertimos en algo muy grande... El río, antes de enfrentarse al vasto mar, siente miedo y temblores. Esto puede interpretarse como la ansiedad que sentimos al enfrentarnos a cambios significativos en nuestras vidas, cuando nos aventuramos en lo desconocido.
Sin embargo, se nos invita a reflexionar sobre el viaje del río, que ha recorrido un largo y sinuoso camino a través de las montañas y selvas, enfrentando desafíos y superando obstáculos. Esto representa nuestra propia trayectoria en la vida, con sus altibajos y desafíos.
Luego el río desemboca en el océano, que es como un símbolo de la transformación y la expansión. Entrar en el océano significa desaparecer para siempre para el río, pero en realidad, no desaparece, sino que se transforma en algo mucho más grande y vasto: el océano. Los cambios en nuestras vidas no significan la pérdida de nuestra identidad, sino más bien una evolución hacia algo más grande y significativo.
Salir de nuestra zona de confort puede producir miedo, pero seguramente hemos estado muchas veces bregando con cosas más difíciles y lo hemos hecho porque no había más remedio: superando dificultades que nos han forjado en las virtudes.
Ahora, al enfrentarnos a nuestros miedos y entrar en lo desconocido, hemos de seguir la intuición del corazón, pues así nos transformamos y nos expandimos, descubriendo nuevas dimensiones de nosotros mismos. Gibran nos recuerda que el cambio y la transformación son parte natural de la vida, y que al abrazarlos podemos alcanzar un mayor crecimiento y plenitud. De alguna forma siempre lo sabemos, sólo que nuestra memoria viva es todavía demasiado viva para aceptar sin necesidad de resignarse.
¿Por qué no salimos de la zona de confort, sabiendo que estaríamos mejor dando ese paso? Pues evolucionamos al dar esos pasos, fuera de la zona de confort. Como dice Mario Alonso Puig, además esto tiene una plasmación tremenda en el funcionamiento del sistema nervioso; el riesgo puede actuar como algo que nos estimula, o bien que nos bloquea como el que sufre una parálisis, o algo que nos hace huir. Así, ante un animal agresivo podemos atacar (ponernos irascibles, agresivos, violentos...), quedarnos bloqueados, o huir. Son tres posibles reacciones que podemos observar ante un cambio importante, y que producen resultados muy distintos, pues si bien el miedo paralizante nos impide avanzar, la confiada resolución de ir adelante multiplica los estímulos gratificantes.
Hay personas que piensan que a los pocos años ya estamos configurados, que el cerebro está configurado de modo que no se producen más neuronas y es más difícil el cambio o reinventarse, pero no conocen que la neurogénesis existe: a partir de células madre cerebrales se producen nuevas neuronas también en los adultos, siempre podemos reinventarnos, cambian hasta los propios genes, por la neuroplasticidad se generan nuevas conexiones continuamente.
Si ante los riesgos y cambios nos quedamos frustrados, cohibidos por el miedo, empezamos a generar cortisol y glutamato que matan esas mismas neuronas, en cambio si avanzamos confiados más allá de esa zona de confort, se genera una hormona llamada dopamina que fomenta esa confianza-seguridad, se aumenta el riego cerebral, aumenta la atención y creatividad... podemos adaptarnos a cualquier circunstancia, generar ilusión y lanzarse a conseguir desafíos que nos proponemos.
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