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Continuando con nuestra saga de artículos dedicados al análisis y reflexión de los símbolos y signos de la Pascua cristiana, presentamos el Viernes Santo, que se caracteriza, litúrgicamente, por la ausencia de la celebración eucarística. Este silencio litúrgico no es un vacío, sino una poderosa elocuencia que nos introduce en la magnitud del significado del sacrificio de Cristo.
La crucifixión era uno de los castigos más brutales que el hombre ha utilizado a lo largo de la historia. Atado o clavado en una cruz de madera, el condenado sufría una terrible agonía física y mental hasta su muerte. Durante la Semana Santa, los cristianos de todo el orbe, conmemoramos y “revivimos” después de más de dos mil años la condena más injusta, cruel y cobarde que el inmenso poder del imperio romano hizo del Hombre más justo, bondadoso y “revolucionario” de todos los tiempos.
España, siglo XXI. Una hembra de Ibis Eremita, ave casi mítica, criada a mano por científicos en Austria y guiada por ultraligeros como en una fábula aérea, cae desplomada en un coto de caza de Badajoz. La mataron a tiros. Se llamaba Hel. Y no era un pájaro cualquiera, sino el fruto delicado de años de esfuerzo internacional por salvar una especie de la extinción.
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