Dentro de poco llegarán los meses de calor y sol, donde millones de parejas y amigos se irán de vacaciones a lugares que no conocían o repetirán en aquellos que más les han gustado. Otros, con menos suerte o menos dinero, se irán a los pueblos o casas en la sierra, la playa o similares. Y es que, en todos ellos, existe un denominador común que es el de la convivencia durante esas épocas en las que, se supone, que uno sale para desconectar y olvidarse de todo, ya sea de trabajo, de estudios, de padres, de hijos, de suegros y hasta de entornos sociales.
Las personas que viajan juntas lo hacen por afinidades previas, cosa que no suele ser tan fácil a día de hoy debido al individualismo que está presente en nuestra sociedad. Y es que cuando hablamos de vacaciones y parejas o, en su defecto, personas que están en proceso de serlo, es aquí cuando, de verdad, cuentan con tiempo de calidad. Suelen ser momentos en los que uno conoce al otro en su pleno apogeo, sin estrés, sin nervios y sin agobios. Estamos acostumbrados a salir a trabajar o estudiar y ver a nuestra pareja tan sólo unas horas al día y eso con suerte de poder compaginar algunos tiempos ya que, en otros casos, es totalmente imposible apenas, verse, a lo largo de la semana por temas de diversa índole.
La rutina diaria, las obligaciones o la misma desgana del ritmo frenético hace que no prestemos la atención, que a veces, merece nuestra pareja y esperamos ansiosos durante todo el año, esas vacaciones para poder dar lo mejor de nosotros mismos sin cansancio o desgana, de por medio. El problema de todo esto, es que puede suceder que durante esos días o semanas en las que estamos con nuestra pareja, conozcamos algo que, anteriormente, se nos escapaba a pesar de estar ya compartiendo hogar. La razón de todo esto lo tiene la falta de tiempo y de atención, durante el resto del año ya que no compartir horas de calidad hace que las parejas puedan llevarse mejor de lo que, realmente es y sin querer, convertirse en meros compañeros de piso con derecho a roce pero con escaso compromiso y preocupación por el otro.
Será al llegar el verano cuando veamos a nuestra pareja sin la máscara que ha tenido el resto del año. Pero eso también sucederá con nosotros mismos porque descubriremos manías que no sabíamos que existían ni en nosotros ni en nuestra otra mitad. Y será difícil lidiar con la situación porque pueden aparecer muchos sentimientos y emociones encontradas al no saber qué está sucediendo porque queríamos tener tanto tiempo libre con el otro que podemos sentirnos mal porque ahora que lo tenemos, no lo queremos porque no lo aguantamos y eso moralmente, puede afectarnos debido a que nuestras expectativas habrán fallado.
Además, esto no sólo sucederá con las personas jóvenes o de mediana edad, sino incluso con aquellos que ya se han jubilado y están conociendo, por primera vez, a la persona con la que llevan media vida casados porque en esta época no existen clases de informática, baile o yoga en la que pasar el tiempo libre. Ahora, todas esas horas que ocupaban con diversos entretenimientos, tendrán que compartirlo con su pareja y eso en algunos casos, es muy duro, porque no hay momento de desconexión, cosa que puede dar lugar al agobio y a la falta de entendimiento.
Y es que, es en la época de verano, cuando más separaciones se producen. Todo ello, como consecuencia del incremento de horas que las parejas pasan en compañía sin distracciones de ningún tipo, sólo ellos dos. Y esto, unido al calor de las altas temperaturas y al tener que “aguantar” determinados comportamientos o a la “paciencia” de uno y no tanto del otro, genera una combinación perfecta para acabar en una ruptura. Y si esto pudiera suceder en algún momento o existen indicios de ello, es recomendable para próximas ocasiones, organizar unas vacaciones con actividades diarias con intereses de ambos donde exista el tiempo libre pero con ciertas limitaciones para seguir en el mismo estado en el que nos encontrábamos con nuestra pareja antes de emprendernos a la dura convivencia vacacional que, a veces, es la prueba de fuego que, año tras año, tienen que pasar las parejas para que puedan durar en el tiempo.
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