La anciana dentro de su soledad. Silencio. Silencio. ¿Qué le sucede a ese joven, dónde estará metido? Mientras tanto, la anciana apuradamente se quitó los anteojos hasta el nivel cuasi de las fosas nasales y observando en los alrededores del aposento; posteriormente se los bajó hasta la barbilla y vio por debajo y pudo ver al joven subiendo a un árbol de guayaba, entonces, se dijo para sus adentros: éste chavalo se va a desmarimbar o quebrar un pie, una mano o a saber qué más.
La anciana rara vez o mejor casi nunca miraba a través de los cristales, sólo que estuviera tejiendo o leyendo algún libro. Eran aquéllos lentes de ceremonia, su mayor orgullo, se quedó un instante perpleja y dijo, no con cólera, pero si con rigor y lo bastante alto para que la oyera el chavalo: te aseguro echar mano, te voy a dar una paliza, pero no terminó la frase, pues, antes se agachó dando golpes con el lampazo y hacía soplidos de cólera, eso fue lo único que consiguió.
-Sí, es verdad, ¿y para qué iba a mirarse uno en un espejo? Mientras que la estatua de bronce, se mueve como péndulo incluso, me figuro que la miraré con todas mis fuerzas, y con los ojos más que abiertos de par en par como una puerta empampas-le expresaba la anciana a su soledad-.
-Bueno, si hubiese algo que ocultar, pero no hay nada que ocultar; ya le digo que conozco perfectamente mi situación-la soledad le ripostó-.
-Le cuento, como ha ocurrido. El hombre o la mujer se asfixian, se hunden, se ahogan porque quieren, sus miradas están fuera del agua, de las realidades, y entonces, ¿qué ve? Una reproducción en bronce animada-arguyó la anciana-.
Ella proseguía insistiendo, abandonó la idea de intentar el soborno para el joven, ante aquel y tenebroso momento. Cogió un pincel, y se puso a trabajar. Pero, le apareció aquel instante del tiempo. En ese momento la anciana conservó al joven, de quien más había temido las burlas. Iba y venía corriendo, dando saltos y cabriolas, como que tenía el corazón libre de grandes esperanzas, por el momento solamente le interesaba lo que hacía, y de vez en cuando se lanzaba un prolongado y melodioso alarido. Ella abandonó la idea, con el peso y sobre peso de este mundanal ruido, pero, sabía que hay que continuar en la vida aunque se esté muerto en vida. Ella todos los días del mundo despertaba con ánimo. Pasaron quince días, desde que vio al joven subirse al árbol de guayaba.
-Sí, pero, la historia es sabia, no existe más sabio que ella, nos comprueba que pueden ser idiotas, lacerante, ignorantes, y encumbrado, bajos, diestros, zurdos, como lo prefieran ustedes conforme los pasos del tiempo. Y es condición de condiciones, que se puede realizar, caer o no deslizar o caer en cualquier condición imaginable, pero en cuanto a la riqueza parece obligatoria-argumentó la soledad-.
-Entonces. El gobierno de la mente es emocional, y busca extraer de nosotros el máximo beneficio, en algunos casos en mal en otros en bien, las intenciones es dirigir lo que hoy se llama el “mercado de la moral” Todo radica en la mente, y por supuesto no debería ahora sorprendernos, el mercado de esa moral consuetudinario. Eso ha sido siempre un asqueroso negocio, de antaño está organizado como una fábrica de zapatos, han hecho una profesión amoral como una profesión. Aún demuestra más su sabiduría-inquirió la anciana a la soledad de su mente-. La anciana, sonreía para sí y esa sonrisa animó su curiosidad. Empero, prosiguió con diplomacia: Sí, el ahora Coronel ha sido un amo generoso. Ese es su éxito, y a su invariable plan de hallar siempre soluciones favorables. Es un gran cerebro. La anciana hizo una pausa, y reflexionaba exhaustivamente como si estuviera ideando algo, lo saboreaba como un helado.
La anciana así vivió antes y después, pero antes de fallecer, citó a sus hijos para despedirse y les dijo: vean he vivido el antes, en la pobreza, que para mí era mi propia riqueza, pues nunca nos faltó los tres tiempos de comida, entre otras cosas, y ahora conforme el tiempo me tocó una mejoría, adquirí mi casa, tuve mi negocio, las cosas mejoraron, pero hoy en futuro, todo muere todo, no más, ahí queda la pobreza, miseria y riqueza. Quizá para ciertos podría ser una mirada rasante, finalizó la anciana en sus elucubraciones, y se quedó dormida, esa era su destino final, su fallecimiento.
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