Se acercan las altas temperaturas y algunos rezagados, se encuentran aún en una búsqueda activa y a contrarreloj de alojamientos disponibles debido a la llegada inminente de la época de vacaciones. Todo el mundo quiere y necesita desconectar de la rutina diaria. El ritmo frenético en el que nos movemos, hace indispensable tener y merecer unos días, semanas o en los casos más favorables, incluso, meses para parar y dedicarnos tiempo de calidad a nosotros mismos. Para buscar paz o adrenalina en forma de ocio, según sean los intereses de cada uno.
Pero en todo esto, también están muy presentes las expectativas tan altas que uno se pone con respecto al cuerpo. En estos meses de calor, la vestimenta cambia de forma drástica y los complejos salen a la luz de forma disimulada. Habrá personas que lo lleven mejor y no se dejen influenciar por la estética social no importándoles lo que otros digan o vean, pero en otros casos existirá un gran grupo que sí que se sentirá avergonzado o incluso, obsesionado por mostrar el mejor cuerpo posible para la llegada de esta época. Es lo que conocemos popularmente como la “operación bikini”. En este momento, surgirán dietas hipocalóricas, fajas reductoras, medicamentos que hacen milagros, tablas extremas e intensas de ejercicios y en el peor de los casos, operaciones tales como abdominoplastias, lipoesculturas o similares. Todo ello, producto de la sociedad en la que nos encontramos viviendo. Somos esclavos de los números de una báscula que nos aleja o acerca al peso que la sociedad nos obliga a tener sin dejarnos opción a reflexionar si lo que estamos haciendo está de verdad bien o mal para nuestro cuerpo.
Tenemos como modelos a personas que aparecen en las redes sociales que diariamente publicitan productos por los que les pagan pero nosotros creemos que son milagrosos junto a los filtros que hacen que pensemos que la belleza y cuerpos que tienen sea dignos de seguir. Son personas que se denominan “influencers” pero no por eso todo aquello que nos recomienden será efectivo para nuestro cuerpo.
Y es que para una parte de la sociedad, el verano puede ser la peor época del año debido a la barbaridad de complejos que pueden existir a nivel físico pero lo cierto, es que cada una de las personas que existen en nuestro planeta tendrán complejos que muchas veces sólo estarán en uno mismo y que de cara, al exterior, no tendrán importancia. Acudir a la playa, ponerse un bikini y esconderse bajo un pareo o pañuelo ya sea a la altura de la cintura o del pecho, es la táctica más habitual para tapar, en el caso de las mujeres, lo que no quieren mostrar como es la celulitis, el tamaño del pecho, la anchura de las caderas o de los muslos, las cicatrices de la cesárea u otras operaciones, el tamaño del abdomen… Pero es que eso es una mujer normal sin ataduras extremas que la sociedad impone.
Y es que también, en este aspecto podemos hablar de los hombres, en el que sólo es válido aquel que está delgado y musculado marcando abdominales y pasando horas y horas metido en un gimnasio sin otro objetivo más que lucir el cuerpo que, se supone que gusta y esto es algo que, sin querer ellos van absorbiendo desde la adolescencia. Pero lo real, no es eso, lo auténtico es lo que no se tiene que trabajar en exceso porque, hay que cuidarse, por supuesto, pero por temas de salud, no por temas estéticos implantados por otros que lo único que genera son ingresos y dinero por la obsesión desmedida de llegar al verano con el mejor físico.
Todo esto, sin querer, ya sea en un sexo u otro, acaba produciendo inseguridades ya no sólo a nivel físico sino también, mental porque todo está conectado. Si yo me siento bien con mi cuerpo, también lo haré conmigo mismo, pero si pienso que tengo defectos estéticos que puedo subsanar o modificar por mi cuenta y lo intento una y otra vez y no lo consigo, acabaré comparándome con los demás y creyéndome menos, o lo que es peor, poder conseguirlo y una vez acabe el verano, dejarme de lado sólo por el hecho de aparentar algo que no sé mantener en el tiempo y cuya única motivación es la de ser como el mundo me impone como canon de belleza, muchas de las veces, inalcanzable para la vida real. Y es que hay que tener la cabeza muy bien amueblada para saber distinguir entre lo que es real y lo que no, pero eso es algo que no es tan fácil ya que tenemos que tener muy claro que nadie es perfecto porque todos somos humanos con complejos.
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