¿El modelo actual de unidad europea era el deseado inicialmente? Creemos que no. La aspiración de los europeos era esencialmente democrática y pacifista. Pacifista: no hay que olvidar que una de las principales motivaciones de su nacimiento fue evitar nuevas guerras como la causada por la Alemania nazi y sus aliados con más de sesenta millones de muertos. No hay que olvidar que estos aliados eran Hungría, Rumanía, Eslovaquia, Bulgaria, Yugoslavia, Croacia --desgajada de Yugoslavia--, Italia, España --División Azul--, Finlandia, parte de Países Bálticos, parte de Ucrania y Japón, todos participantes el otro día en los actos conmemorativos del Día D.
¿Y qué pasó con el modelo deseado? Pues que fue desviado de su objetivo original. La Europa de hoy lo es tan sólo de unas élites (grupos de presión, funcionariado apátrida, leguleyos) que paso a paso han impuesto sus propios intereses e incluso prejuicios. Paradójicamente, el país que había causado el desastre de la guerra, Alemania, fue elegido por los verdaderos beneficiarios del conflicto (EEUU) como motor y representante principal del proyecto. Esto después de que fracasara el plan de Henry Morgenthau, secretario del Tesoro de EEUU, que perseguía desmilitarizar, desindustrializar y trocear a Alemania para convertirla en diversos países agrícolas y pastoriles. Por otra vía, lo van a conseguir. Del proyecto de estado del bienestar a la nada.
La cuestión es que poco a poco la política europea se ha quedado sin substancia. Si todo está acotado y predeterminado ¿en qué díaléctica se perfeccionará un modelo sólo válido para convenir? No es que haya un proyecto malo, es que a él se le agregan unos gestores peores. Cuestión esencial es no confundir los términos: los políticos no son la causa de todo esto, sino el efecto de que unas élites internacionales se hayan impuesto sobre las naciones. Cosa distinta son las responsabilidades políticas y morales de cada uno.
Quizás el desdibujamiento constante de Europa tenga su explicación en lo ocurrido antes con la Alemania vencida, donde se pasó de un proyecto de fragmentación a una unidad controlada por EEUU. Posiblemente este sea el verdadero problema de nuestro continente: que la unidad o la fragmentación son elementos secundarios; lo esencial es que no sea autónomo y potente. El resultado de estos tres últimos años ha sido el de un progresivo debilitamiento. ¿Es lo que se quería?
Desde el tratado de Paris (1951), hasta el de Lisboa (2008), pasando por el de Roma (1957), el Acuerdo de Schengen (1985), el Acta Única Europea (1986), el Tratado de Maastricht (1993), el de Ámsterdam (1997), el de Niza (2001), el proyecto europeo se ha maniatado a sí mismo, con resultados antieuropeos. El peligro no estaba en sus fronteras, sino en las plumas que, documento a documento, le han robado su independencia. La unipolaridad ha eliminado a un contrincante más. Europa ya no es ni la sombra de lo que era, y menos de lo que podría haber sido. Gracias, Comisión Europea.
¿Es exagerado sospechar que desde un principio se ha preferido un proyecto verticalista a uno netamente democrático? En los propios ámbitos de la UE se acuñó un término que se ha olvidado: “déficit democrático”. La transferencia de poderes de los gobiernos nacionales a la Comisión y a ambos Consejos ha provocado una “falta de legitimidad democrática y de responsabilidad política” (la descripción no es nuestra) que va en aumento. La creación de un parlamento con competencias incompletas e insuficientes fue un maquillaje que demuestró una cautela sospechosa hacia ¿los ciudadanos, las naciones, la democracia? La cuestión es que la soberanía de las naciones ha quedado gravemente disminuida. Evidente es el asunto de la paz. Un proyecto que pretendía evitar las guerras, se dedica a boicotear acuerdos de paz (reconocido por una jefa de Gobierno, Merkel, y un jefe de Estado, Hollander.
Señalábamos la ausencia de un modelo inicial transparente. ¿Es esta una pretensión verticalista similar a lo que se critica? No: hubieran bastado dos condiciones: que fuera democrático y proporcional. Un requisito de la democracia era la voluntad de la mayoría con respeto a la minoría. Hoy, esa mayoría no existe, sustituida por un poder en Bruselas que le dice a las naciones lo que tienen que hacer y pensar, y casi sin posibilidad de rechistar, so peligro de sufrir una serie de represalias que nada tienen que ver con el derecho y menos con la libertad (Hungría, Polonia, Grecia, por ejemplo). Proporcional en el sentido de que la fuerza ganadora no imponga su modelo en un cien por cien (no siéndolo), olvidando el porcentaje de las otras fuerzas. Lo de ahora lo llaman centrismo, pero todo lleva a la senda neoliberal, o peor aún, ultraliberal.
Los comienzos
La Europa de postguerra desde un principio perdió su lucidez. Con millones y millones de muertos sobre los campos de batalla se creyó deudora de algo que no debía, y que en realidad elevó a los EEUU (con tan sólo 400 mil muertos) al podio de la hegemonía total. Este ascenso ya había comenzado con la IGM. Nuestro desastre siempre fue su éxito.
Democracia cristiana, socialdemocracia ¿a dónde van?
Nos centramos en ambos grupos porque desde un principio su imagen ha sido la del sistema. Las demás fuerzas han actuado como complementos subalternos. Decimos casi porque la abstención incluso ha llegado a ser en algunas elecciones el partido mayoritario. No se la tiene en cuenta, pero algo ha de significar. ¿Decepción, sensación de engaño, empeoramiento real de la vida, sensación de peligro?
La carta de presentación de los dos grupos referidos ha sido durante todo este tiempo la de un estado de bienestar al que ahora parece se está dispuestos a renunciar en nuestro nombre. Más cañones que hospitales. Desde 1979 hasta 1994 el éxito electoral en el Parlamento Europeo correspondió a la socialdemocracia. Desde 1999 hasta 2024 a la democracia cristiana. Cuatro y seis convocatorias, respectivamente.
En medio de este periodo, hablando cronológicamente, se produjeron dos hechos lamentables que posiblemente hayan influido en el proceso europeo. En 1986 era asesinado Olof Palme. Antes que él, Salvador Allende. (operación Fulbert. Interesante la novela de Isabel Allende). La oclusión descarada de una vía que hipócritamente se dijo que era tolerable, es decir, la de un socialismo democrático con rostro humano. Después no hubo disimulos, se prefirió a los Chicago boys, a los Milton Friedman, a los Arnold Harberger y sus experimentos. Contra los Pinochet de turno nunca hubo ningún tipo de sanción. Recordemos el triángulo Pinochet, Thatcher, Garzón.
Mientras se discutía si galgos o podencos, el verdadero lobo (con perdón para el lobo animal) fue avanzando. La idea de un estado social de derecho se había apoderado del pensamiento de muchos ciudadanos. Había que rebajarla. Recuérdese la sintomática evolución del léxico político: de socialismo se pasó a socialismo con rostro humano, socialismo democrático, socialdemocracia, democracia social, progresismo, estado de bienestar. Y de repente una gran vuelta de tuerca hacia el pasado, donde no uno, sino decenas de Milei (más o menos camuflados, más o menos descentrados) pueblan el panorama político con pocas soluciones pero efectivas consignas: el estado es nefasto; más privatización es la solución al desmán privatizador; medio mundo es el enemigo (por lo cual hemos de seguir ciegamente al barco insignia); hay que volver a las armas porque estamos asediados (como Israel por Gaza); la industria bélica es la solución a la desindustrialización (que nosotros mismos provocamos y que por el precio del gas y la seguridad energética, se irá a EEUU); la culpa es de ellos, sus materias primas nuestras; el orden natural de la sociedad es que los menos acumulen lo de los demás (incluidas lo de unas clases medias que todavía no creen que son clase a eliminar); menos impuestos para los ricos significan más prestaciones sociales para los pobres; la inflación crea empleo; el gasto público es tóxico, la desregulación saludable; no hay nada más eficaz que el Estado dé su dinero a los bancos privados para que estos se lo presten a él a un alto interés; la deuda es desarrollo; nos amenazan nosotros a ellos (¿Mackinder de nuevo?), etc. Atención a Atlas Network, banco de ideas libertaristas que ha llegado a España.
La realidad incompleta
Pasadas las elecciones, cada analista sacará las conclusiones que pueda. Pero no se sacan conclusiones de los datos. Más bien se sacan datos de las conclusiones. Y para ello se sectorizan los asuntos.
Es sintomático que la abstención no tenga espacio en esa realidad. Dirán que es ininterpretable, o multinterpetable. No se dirá que uno de los grandes fracasos del sistema es la desinformación oficializada (en 1977 había más debate e información en las radios y televisiones que hoy día; los noticiarios duraban media hora, actualmente, cinco minutos). ¿Hay un debate continuado sobre a dónde va la UE? ¿Hay un debate sobre si queremos su política exterior? ¿Entre las conclusiones que se sacan sobre las derrotas de Macron y Scholtz está la de que la gente no quiere volver al matadero?
La abstención desde 1979 ha sido alta. En dicho año, 62 por ciento; 1984, 59%; 1989, 58,4%; 1994, 56,7%; 1999, 49,5%; 2004, 45,5%; 2009, 43%; 2014, 56,1%; 2019, 50,7%; 2024, 50,9%. ¿Serán capaces de decir que el bienestar y la seguridad son la causa?
Más significativo son los lugares dónde se han producido los índices más altos. ¿Qué tiene de particular? ¿Quizás que se extiende a lo largo del limes que separa al civilizado imperio de Borrell de los bárbaros, prestos a la invasión? Son datos sorprendentes si se relacionan con lo que se ve y oye en los medios de comunicación oficializados: que finlandeses, bálticos, polacos, checos, son pueblos mayoritariamente inclinados hacia el conflicto. ¿No era el momento de apoyar masivamente a una UE en esa línea? Estos son los datos de sus abstenciones:
Finlandia, 59,6 por ciento (recién ingresada en la Otan). Lituania, 71.6. Estonia, 62.3. Letonia, 66.2. Polonia, 59.4. República Checa, 63.5. Eslovaquia, 65.6. Croacia, 78.7. Eslovenia, 58.6. Bulgaria, 68.2. Grecia, 58.6. (En la retaguardia nuclear: Portugal, 62,5; Países Bajos, 53,2; Italia, 51,8; España, 50,8). ¿Quizás se tomaron en serio las palabras de Victoria Nuland: “que le den a la Unión Europea” (“fuck the EU”). Y la respuesta del embajador de EEUU en Kiev: “Exactamente”. Nuland se retiró, pero ya hay sustituto, un tal Lindsey Graham, senador republicano muy preocupado por el oro ucraniano.
Esos políticos y políticas tan predispuestos al conflicto, ¿pulsan a sus opiniones públicas? ¿Hasta qué punto los ciudadanos europeos comparten sus opiniones y decisiones? ¿Es importante?
Refrito
Llegados aquí, ¿va la UE a cocinar un refrito de lo ya caducado en estos últimas lustros? No hay que olvidar los años 2007 y 2008. Ahora vendrán los contables y sacarán raquíticas conclusiones de las cero coma décimas de ventaja electoral. Poco ha tardado Susana Díaz en aprovechar la oportunidad de decirle públicamente (no orgánicamente) a Juan Espadas que no es el dirigente idóneo para Andalucía. Lo mismo han hecho otros partidos con sus contrincantes (como el presidente PP de Andalucía); pero al menos no se han apresurado a hacerlo con los propios. La realidad es que los políticos mediocres no realizan grandes proyectos, pero son expertos en galerías subterráneas.
Pasadas una campaña pobrísima y las elecciones es el momento de meditar sobre un poder elitario que se impone sobre todo lo demás. Es necesaria una reflexión continuada, no de un mes, sobre la actitud subalterna de la UE. Muestra de la profunda mentalidad europeísta son los titulares de la prensa nacional que hablan de las elecciones europeas… en España, y sin relación con las europeas. Antes se llamaba provincianismo.
¿Y cuáles son los problemas más acuciantes, aparte de los cotidianos de carácter social? Todas las fuerzas se definen como democráticas, pero sus acciones no lo demuestran. Desde el momento en que aceptan operar condicionadas por una élite minoritaria mundial no pueden serlo. La primera medida sería la de que el parlamento tuviera competencias plenas, No es aceptable que la Comisión Europea sea en exclusiva la generadora de las leyes cuando la legitimidad del Parlamento es superior.
Igualmente importante sería que existieran grupos (partidos) parlamentarios de ámbito europeo permanentes, que se vincularan a una política europea igualmente permanente. Las elecciones europeas son una especie de elecciones de segundo grado (recuerdan a las de las diputaciones provinciales). En la forma actual el eurodiputado flota en la nada, de forma que no hay proyecto, compromiso, control, responsabilidad, proximidad cotidiana. Adiós, hasta las próximas elecciones.
Derivado de esto, es inaceptable que la política exterior de la UE, la paz o la guerra, las posiciones geopolíticas y geoeconómias, las alianzas o medio alianzas, sean un misterio que se dirime a espaldas de los ciudadanos (y de sus representantes nacionales), que son los que en realidad pagan, tanto económicamente como frente a las catástrofes. De espaldas a la mundialización, hemos caído en brazos de una globalización asfixiante y en decadencia, que incluso promueve la fragmentación de las naciones. De los tres primeros países en cabeza, dos (China e India) pertenecen a un mundo del que pretendemos enfrentarnos ¿Hasta Taiwán? La Comisión de asuntos exteriores y seguridad, ¿ante quién responde? ¿Ante la presidenta de la Comisión europea? Y esta, ¿ante un parlamento desvaído? Y este, ¿ante los ciudadanos? Estamos seguros de que hay llamadas telefónicas más efectivas que todas estas instituciones juntas. Si hoy quisiéramos tener una visión plástica de la situación bastaría con ocupar el Parlamento en su proporción real: la mitad estaría vacía.
Elemento perturbador
Las naciones europeas podrían coordinarse entre sí. Pero nunca si hay un elemento exterior que las indispone, haciéndoles creer que la desgracia del vecino es su beneficio. Acordémonos de las Vieja y Nueva Europa de Bush. Y de ese eje Intermares (del Báltico al Mar Negro) que se pretende.
La tercera necesidad es de concepto, ¿qué clase de soberanía tiene la UE? Casa con dos puertas difícil de guardar. El concepto de soberanía nacional se diluye en el de soberanía europea, y ésta en la nacional. Los edificios públicos tienen cuatro banderas. Es decir, ningún credo real. ¿Cómo sustituir a las naciones sin un modelo previo y sin contar con ellas y sus pueblos?
Defensa
Ahora, de repente, Europa entra en pánico porque va a ser invadida, dicen. Pero al margen de la propaganda, aceptemos que una zona geográfica ha de contar con una defensa. Pero defensa para liberarse, no para encadenarse. Una defensa autónoma con un mando propio. Nuestras guerras no han de ser las aventuras de otros. Ni nuestra industria bélica. Todo esto son cuestiones de Estado que han de ser analizadas previamente en cada nación, No se pueden improvisar ni delegar ni desmontar sin que la relación nación--UE esté clarificada. Y no lo está. Los vientos globalizadores no parecen idóneos para tratar estos asuntos. Por otra parte, dejar la cosa de la defensa al dictado del negocio y del beneficio de empresas privadas es suicida, por no decir otra cosa. Idea tan peregrina como que la industria farmacológica privada se imponga progresivamente a los estados.
Eso sí, un defensa con una exquisita educación que se refleje en un lema: Queridos aliados, ustedes siempre antes y delante de nosotros.
La información no es propaganda
¿Cabría otra Europa? Sólo si los pueblos quieren y no los ponen a cantar la Marsellesa en los tranvías, como en vísperas de la IGM. Y esto dependerá de la información que reciban. Pero, ¿cómo se promueve, alimenta, preserva, sin unos medios de información completamente independientes? ¿Cómo saber que cualquiera de los caminos propuestos son correctos sin un intercambio libre de ideas? Pero, ¿independientes del banco C y no del F? Esa independencia ha de ser económica y real, de tal forma que ni siquiera el proveedor de los medios económicos (en este caso, el Estado) pueda hipotecar una información diversa, sin verdades previas ni prejuicios. Una información profesional. No creemos que ningún profesional verdadero acepte que la propaganda sustituya a la información. La UE tiene un modo de actuación demostrado. No creemos que su defensa de la verdad informativa, tal como ahora pretende, sea distinta a todo lo que arriba hemos referido. Extraño que haya dinero para todo menos para una prensa realmente independiente.
Ahora que la Comisión va a crear un “Código de buenas prácticas contra la desinformación”, es el momento idóneo para aclarar que el mejor código es el de darle libertad y pluralidad a la verdad para que se defienda a sí misma. Durante décadas hemos soportado campañas contra el totalitarismo informativo. Legítimo es preguntar quién vigilará al vigilante. Mejor que los medios de comunicación, sobre todo los más modestos, se protejan a sí mismos mediante suficiencia económica y ausencia de hipotecas, como hemos dicho. No vaya a ser que al final todo quede demasiado bien atado.
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