En cualquier manual de Historia del Derecho una institución va unida conceptualmente a la norma, la relación jurídica y al conjunto del ordenamiento jurídico que regula las relaciones familiares, políticas o societarias. El eminente filósofo francés Gustave Thibon sostenía que “en las épocas clásicas, las instituciones morales, políticas o religiosas superaban y sostenían a los hombres que las representaban. La monarquía era más que el rey, el sacerdocio más que el cura, el matrimonio más que los esposos. Este hecho hacía posible que a veces se despreciara a un rey o a un papa sin que el principio de la monarquía o de la potestad pontificia se debilitara”.
Lo cierto es que estamos inmersos en un tiempo revolucionario donde parece que nos ha tocado navegar contra aguas turbulentas. Las libertades que están reconocidas y ordenadas hacia el bien común en el marco del ordenamiento jurídico que la Constitución de 1978 establecen, hoy están gravemente amenazadas por quienes están haciendo de las instituciones del Estado una perversa maquinaria de poder capaz de hacer involucionar y esclerotizar cultural, política y económicamente a una sociedad floreciente y desarrollada como la nuestra.
La persistente deslegitimación del poder judicial que vienen haciendo los integrantes del poder ejecutivo, está contribuyendo gravemente al deterioro del Estado de derecho y quebrando la lealtad institucional que debe existir entre los poderes del Estado. Si además de esto, el presidente de gobierno y sus socios abusan del impúdico manoseo de la ley y del Parlamento para sus intereses partidistas; se atreven a eliminar delitos del Código Penal para beneficiar a los sediciosos independentistas e incluso aplauden las prácticas abusivas de la esposa del Jefe del ejecutivo para su interés personal y profesional, se llega a la conclusión de que se sienten tan seguros de tanto atropello que tienen el convencimiento de que no va a pasar nada y que pueden seguir pisoteando los principios éticos o jurídicos de la propia Constitución sin pudor alguno, porque nada ni nadie los puede detener…
Lo verdaderamente grave es que cada vez más el sistema que se nos está imponiendo o que amenaza con imponerse no es otro que eliminar los controles del poder, propios de las democracias occidentales como son el parlamento, la justicia o los medios de comunicación no afines. Desde esta acumulación de poder en una sola persona hasta la tiranía solo hay un paso. “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”. Resulta irónico que estas palabras las pronunciara Simón Bolívar, compatriota del venezolano Nicolás Maduro, tan admirado por la izquierda “progresista” y comunista que gobierna hoy en nuestra Nación.
Un ejemplo de cómo se va degradando nuestra democracia al ritmo de la naturaleza lo puede encontrar el lector en la obra The Queen of the Air de John Ruskin. Allí se lee “... la luz, que una vez al amanecer coloreó de rosa estas pálidas cumbres, es ahora parda y débil; las aguas cristalinas en las que los Alpes hundían sus piés, son ahora oscuras y pestilentes. Estas no son palabras vanas; son completamente- terriblemente- ciertas”. Solo con la fortaleza de nuestras instituciones, frente a quienes incívica e inmoralmente se aprovechan de ellas y la esperanza en unas nuevas generaciones, la luz volverá a colorear de rosa nuestras hoy pardas y débiles cumbres…
|