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Con la enorme dificultad añadida de la falta de tiempo y recursos, se hace difícil proporcionar un gran esfuerzo de cuidados a las familias, esta vez centrados en los mayores, esos son cuidados, que se necesitan con urgencia, apoyos para solucionar los problemas de acceso al empleo y a la vivienda, cada día más cara, de los jóvenes.
Frente al envejecimiento de la población, el enfoque del Pacto de Toledo acertó al dejar a un lado los partidismos para afrontar este reto demográfico, pero se quedó corto en una respuesta que debe ser integral. Verdaderamente familiarista, en definitiva. Por convicción o por necesidad, la realidad es que esa es la única y mejor alternativa.
Andamos, en el contexto de estos días, a vueltas con la democracia, ese concepto ajado, vociferado y reclamado. La pensó Churchill como “el peor de los sistemas exceptuando todos los demás”, lo que, en román paladino, supone estimarla como el menos malo de los regímenes, que no destaca por sus límpidas virtudes sino por excluir a otras formas de gobierno mucho más execrables.
La referencia de hoy rastrea los matices creadores de aires enigmáticos y asombros incesantes. Desprovistos de guías protocolarias, la incertidumbre de los razonamientos multiplica las posibilidades interpretativas. El dinamismo de los procedimientos configura la imagen de cuanto acontece; cabe la posibilidad de quedarse absorto en la contemplación de las estrellas en el firmamento oscuro.
¡Ni los más viejos del lugar se lo creerían! Un golpista catalán, Josep Rull, nacido como yo en Terrassa (Barcelona), y que ha estado en prisión por el golpe de Estado separatista en octubre de 2017, está presidiendo el Parlament de Catalunya, en teoría una institución democrática, pero que en la práctica esa democracia, y en muchas ocasiones, brilla por su ausencia.
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