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El problema catalán lleva ya demasiado tiempo enquistado, y eso es una pésima noticia. Desde el sector secesionista se quejan de las casi nulas aportaciones del Estado a su utópica e irrisoria República catalana: ¿qué más quieren los estafadores y golpistas independentistas catalanes? Por otra parte, ¿se acuerdan de la parábola de la Biblia del hijo pródigo? Aquel hijo que se marchó de casa con un buen dinero, que lo malgastó y luego regresó a casa del padre, que lo acogió de nuevo con los brazos abiertos.
El “hijo pródigo” Puigdemont, al contrario que en la parábola de la Biblia, no será bien recibido por más de la mitad de los catalanes cuando con la aplicación de la anticonstitucional, ilegítima y aberrante “ley de amnistía” vuelva a Cataluña.
Para muchos catalanes, y también de su sector “indepe”, ha actuado con cobardía y traición; otra gran mayoría seguirá preguntándose siempre quién sufragó los gastos de su fuga como delincuente, y su estancia en Waterloo (Bélgica) y en otros muchos lugares de Europa. La respuesta es muy sencilla : los catalanes “indepes” y los catalanes constitucionalistas. Conclusión : Catalunya tiene un personaje como Carles Puigdemont que vive del cuento, es decir, un “vividor”.
Andamos, en el contexto de estos días, a vueltas con la democracia, ese concepto ajado, vociferado y reclamado. La pensó Churchill como “el peor de los sistemas exceptuando todos los demás”, lo que, en román paladino, supone estimarla como el menos malo de los regímenes, que no destaca por sus límpidas virtudes sino por excluir a otras formas de gobierno mucho más execrables.
La referencia de hoy rastrea los matices creadores de aires enigmáticos y asombros incesantes. Desprovistos de guías protocolarias, la incertidumbre de los razonamientos multiplica las posibilidades interpretativas. El dinamismo de los procedimientos configura la imagen de cuanto acontece; cabe la posibilidad de quedarse absorto en la contemplación de las estrellas en el firmamento oscuro.
¡Ni los más viejos del lugar se lo creerían! Un golpista catalán, Josep Rull, nacido como yo en Terrassa (Barcelona), y que ha estado en prisión por el golpe de Estado separatista en octubre de 2017, está presidiendo el Parlament de Catalunya, en teoría una institución democrática, pero que en la práctica esa democracia, y en muchas ocasiones, brilla por su ausencia.
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