La palabra orgullo, según el Diccionario de la RAE, tiene cuatro acepciones, a saber: 1. Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida. 2. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad. 3. Amor propio, autoestima y 4. Persona o cosa que es digna de orgullo.
Empezó a tener una significación mundial muy destacada en Nueva York el día 28 de junio de1969, cuando surgió un movimiento reivindicativo de los homosexuales que fue bautizado como Orgullo Gay, que no ha dejado de crecer a lo largo de los años. Nada tengo que objetar a esta denominación ni a sus componentes siempre que, como cualquier otra organización humana, emplee los valores de libertad, justicia, responsabilidad, respeto, solidaridad, equidad y tolerancia.
Lo curioso es que esta palabra muy pocos o nadie la han vuelto a usar para expresar la satisfacción de mineros, carpinteros, agricultores, joyeros, albañiles, amas de casa, notarios, etc. Ante esta situación y lamentando las decisiones de nuestro TC con los condenados por el inmenso desfalco de Andalucía, y el jolgorio almibarado de aceptación por parte del PSOE andaluz, con Juan Espadas a la cabeza, se me ha ocurrido nominarlo como reza en el título: Orgullo ERE.
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