Esta Barcelona ya no la conocen los lugareños más antiguos del lugar. Me explico: mi mujer, Eva, acude a Barcelona día sí y día no por circunstancias personales y, como es normal, nos comunicamos mediante el móvil para ver si ha llegado bien. Hasta aquí todo correcto, pero no hay día que cuando va a coger el metro suburbano de la ciudad condal no haya alguna incidencia. He aquí algunas de ellas: servicio interrumpido porque un perro en un descuido de su dueño se lanzó a las vías, servicio interrumpido por avería técnica de un convoy, servicio interrumpido por actos vandálicos en la estación tal, servicio interrumpido por falta de fluido eléctrico, servicio interrumpido por graffiteros haciendo de las suyas...
Sí, esto es Barcelona gracias a la cultura del incivismo que se han encargado de instalar los últimos equipos de gobierno de izquierda y extrema izquierda. Estos últimos ayuntamientos barceloneses, en vez de cuidar a los ciudadanos y facilitarles la vida en la gran ciudad, se han dedicado a importar okupas, turismo de borrachera y de baja alcurnia, incivismo a raudales y gentes de baja moralidad.
En una gran ciudad como Barcelona, el transporte público es básico para el buen funcionamiento del día a día, pero por lo comprobado, les importa bien poco: es más importante para el Consistorio barcelonés la ideología de género o el top-manta.
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