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Érase una vez América

La superficialidad que se va extendiendo por nuestras democracias (ya relativas en muchos aspectos) es preocupante
Luis Méndez Viñolas
viernes, 26 de julio de 2024, 08:27 h (CET)

Aunque en todo hay ideología, hay que intentar liberarse de ella a ratos. Un mundo en el que hay que escoger entre A y B significa que de antemano se ha excluido a C (posible antítesis de A y de B. ¿Cómo un socialista consecuente, por ejemplo, va a estar a favor de la política de Biden?) y lo que siga. En realidad, difícilmente podremos estar a favor de A o de B cuando sabemos que sus programas son intercambiables según (les) convenga. La demonización, a veces cuasi oficial, no sólo imposibilita un juicio imparcial, en cuanto que se ya se ha dictado sentencia, sino que implica toda una serie de cortapisas a elementos que rebasan el círculo de esa culpabilidad.


Este es uno de los peligros de los pensamientos únicos. Como si de un líquido se tratara se expanden allá donde no hay obstáculos. La superficialidad que se va extendiendo por nuestras democracias (ya relativas en muchos aspectos) es preocupante. Se está eliminando la posibilidad del matiz, el elemento más brillante del pensamiento. Estamos en la caricaturización de la Historia, de la información, incluso de la ciencia. Además, son imbatibles. No tienen cuerpo. Su propia infantilidad les da la fuerza perversa del acoso en el patio escolar. El otro día, una gran cadena de radio, sensata para lo general, se mofaba del esparadrapo en la oreja de Trump. El problema no era un intento de asesinato (es ya el segundo en poco tiempo; recuérdese a Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia) sino el esparadrapo. El tonto que mira al dedo, no a la luna.


Está visto que la Historia no se transmite a través de pueblos, sino de generaciones. Si una de ellas no traspasa sus conocimientos a la siguiente, esta tendrá que aprender por sí sola. La generación mayor española y la europea no han sabido transmitir, respectivamente, los dramas de la guerra civil y de la Segunda Guerra Mundial. Estaban demasiado embebidas en su limitado bienestar.

Los dueños de la imagen y del pensamiento


Las dos guerras mundiales convirtieron a EE.UU. en país hegemónico. No en balde ninguna de las dos se había librado en su suelo. Sus bajas fueron mínimas (117 mil de 24 millones y 400 mil de sesenta millones), lo que lo convirtió en la fábrica y en el prestamista del mundo (atención a la deuda). A mediados de los 50 representaba la mitad del producto interior bruto mundial, lo que supo aprovechar hábilmente, De entrada, se convirtió en el hacedor de la imagen y de la opinión mundiales. Diez conglomerados de información monopolizan la noticia y el pensamiento. A su vez la industria cinematográfica y la televisión son dioses creadores de realidades paralelas. Lo bonito, lo feo, lo exitoso, lo fracasado, lo justo, lo injusto, lo vulgar, lo elegante, lo que no existe, dependen de su criterio. Esta labor no es ni de fuerza ni de seducción, sino de hipnotización. Y por ello nada afectaba a la credibilidad de EE.UU.


Un cambio radical


Sin embargo, un día se produjo un cambio en esa incuestionabilidad. De repente, se criticaba a América. ¿Qué milagro se había producido? En realidad, más que al país, se podía criticar a su presidente. Extraño, este siempre había sido intocable.


Son muchos los entendidos que afirman que en EE.UU. los medios de comunicación influyen determinantemente en el nombramiento y elección de sus presidentes. La olvidada frase de que la prensa es el cuarto poder no es exagerada, en cuanto que detrás de ella hay otros poderes. Y estos, en 2016, habían determinado que la ganadora fuera Hilary Clinton. Sin embargo salió alguien inesperado, que, aunque multimillonario y republicano, no representaba a las élites ni a sus grandes corporaciones.


El indeseable


La cuestión es que de nuevo se está gestando un ambiente de irrespeto si el ganador no es el deseado. Si esto sucediera (es decir, que no gane la candidata demócrata), quienes ahora admiran a EE.UU. -- que suministra material bélico a Israel para que lo utilice en Gaza--, dejarían de hacerlo automáticamente. ¿Por qué?… ¿porque Trump seguiría haciendo lo mismo? Que Trump reconociera a Jerusalem como capital de Israel no fue motivo ni de chiste ni de escarnio. Hay que reconocer que la capacidad sugestiva de ese cuarto poder, que no necesita votos, es inmenso.


A todo esto ayuda una total flexibilidad política: los programas y las fuentes de designio son intercambiables. Es más, ambas fuerzas coinciden en que en la liza nunca pueda participar un tercer partido. Una especie de consenso sobre la necesidad del consenso. En realidad es que no se discrepa en los fines, sino en los medios.


Hasta en materia de orden público están cambiando las actitudes. Hace poco han detenido a “400 manifestantes judíos que se habían congregado en el Capitolio estadounidense para exigir que el Gobierno de EE.UU. deje de respaldar la guerra de Israel en Gaza” (Democracy now!). Ya había ocurrido en la Alemania semáforo. Como se ve, el derecho de manifestación también se comienza a cuestionar. Que le pregunten a los franceses sobre Macron.


Biden y McCain (un farsante de su propia biografía) eran íntimos a pesar de que el segundo llegó a insultar a las hijas de Clinton (por feas, increíble). Biden era considerado en política internacional uno de los halcones más intransigentes: Plan Colombia, armas de destrucción masiva en Irak, ataques a Yugoslavia, Ley Patriótica, expansión infinita de la OTAN (¿hasta el Pacífico). Negativa a un estado palestino.¿Destrucción del Nord Stream 2?


Por otra parte, Bloomberg informaba estos días de una hecho trascendental: que los Soros apoyan a Kamala Harris. Un nuevo dilema biográfico: hoy, una fiscal justísima. Ayer, una de esas fiscales que incluso se niegan a revisar juicios de presos cuyas pruebas judiciales demuestran que son completamente inocentes (casos como el español). ¿A quién creer? Y si un demócrata y un republicano pueden ser uña y carne, dos demócratas (Clinton y Obama) pueden defender proyectos encontrados.


¿Una historia impoluta que advenedizos pueden manchar?


¿Todo esto significa que la historia de EE.UU. ha estado impoluta durante 240 y tantos años hasta que llegó “Donald”? Preguntemos a un expresidente de EEUU (Jimmy Carter, demócrata). Según él, “durante los 242 años de su existencia (la entrevista fue en 2018), Estados Unidos ha estado en paz solo durante 16 años… Desde 1979, ¿sabes (al periodista) cuántas veces China ha estado en guerra con alguien? Ninguna. Y nosotros hemos estado en guerra todo el tiempo". Añadía que si se sumaban injerencias varias, la paz bajaría a cinco años. Hemos buscado las guerras iniciadas por Trump pero la prensa las oculta. Ignoramos si las va a desarrolle en un futuro. Veremos China.


Muros y vallas


En estos ataques hay toda una serie de asuntos recurrentes. Uno de ellos es el muro levantado en la frontera entre EE.UU y México. Trump, por lo visto, representa su máximo valedor. Sin embargo, Euronews dice lo siguiente: “En concreto, desde principios de los años 1990… el presidente demócrata Bill Clinton ordenó la construcción del primer tramo como parte de la "Operación Guardián". Este programa establecía levantar 600 kilómetros de muro y 800 de barreras” Wikipedia lo concreta en 900 kms. El muro de Trump son 720 kms.


Por su parte la CNÑ dice: “La construcción de la primera sección comenzó durante el gobierno del presidente George H. W. Bush (1989-1993), y tomó impulso durante la presidencia de su hijo, George W. Bush (2001-2009), y luego Trump. En todos los casos, se trata de proyectos impulsados por presidentes republicanos (y que contaron, en algunos casos, con apoyo demócrata)”, noticia de 5 de octubre de 2023. Estas oscuridades son las que hay que evitar, cualesquiera que sean los kilómetros de unos y otros. Lo mismo entre Kamalas buenas y Kamalas malas.


Obama y la paz


Antes de empezar su mandato ¿cómo se sabía que la gestión de Trump iba a ser nefasta? Presciencia. Recordemos que a Obama le concedieron el premio Nobel de la Paz poco después de ser nombrado presidente. BBC News dice que “Barack Obama, premio Nobel de la Paz se convirtió en el primer presidente de EE.UU. en pasar sus dos periodos completos sin un solo día sin guerra”? Otro periódico, en este caso nacional, añade: “Obama, el presidente que más inmigrantes ha deportado en la historia del país, casi tantos como la suma combinada de todos sus predecesores en el siglo XX”.


Lo adjetivo más importante que lo sustantivo


Ante este panorama, sospechamos que somos una civilización que antepone lo adjetivo a lo sustantivo. Pondremos un ejemplo: hoy día la palabra nacionalsocialismo carece de contenido, está vacía. Lo sustantivo es secundario, indiferente. Lo que realmente cuenta es el adjetivo que la siga, es decir, bueno o malo. Hay un nazismo bueno y otro malo. Un amargor dulce y otro amargo. No hay una historia de América objetiva. Dependerá de los informantes. Además, esos informantes son flexibles.


Si Trump cambiara, su peinado sería maravilloso. ¿Es eso lo que desea la deontología periodística?

De Trump sabemos poco: que no forma parte de las élites, que aparte de rico es de extrema derecha (o de la otra extrema derecha), que no es globalista, que podría retirarse del asunto de Ucrania (su hipotético vicepresidente dijo que realmente no le importaba lo que pasara en Ucrania). Pero, entonces, ¿Victoria Nuland, por ejemplo, heroína del Maidan, neoconservadora entre los neoconsevadores, esposa de Kagan, --quien consideró a Obama demasiado débil--, suprema funcionaria en los gobiernos de Bush (republicano), Obama y Biden (demócratas), lobista de empresas armamentistas ¿de qué derecha es, de la patriótica, de la globalista, de la extrema derecha de centro?


¿Y si cambia?


No estamos convencidos de que la inquina contra Trump sea por su derechismo. Lo woke, lo trans, lo identitario, lo lgtb, la inmigración, lo indígena, lo verde, todo ese conjunto antípoda de Trump es materia instrumental. Si ese antiderechismo contra Trump fuera sincero la Historia de EE.UU. habría sido otra. Si no léase a Gore Vidal, verdadero patriota norteamericano (y sin pretender que el patriotismo tenga que ser positivo).


Por otra parte, si muchos de los antitrump son de izquierda ¿por qué no se habla también de otros candidatos? Ahí está, por ejemplo, Jill Stein, del Partido Verde (y en época de transición verde). Sanders (bidenista, pero con reservas y boicoteado por los Clinton en anteriores elecciones). El propio Kennedy, exdemócrata e independiente, y que de atentados debe saber un rato.


Entonces, ¿cuál es el asunto? Aparte de que EEUU gobierna plus ultra, y de que la guerra es la peor de las perspectivas (Clinton y Obama no han sido nada pacifistas a pesar de la música que les pongan), es necesario que se higienicen los argumentos. En este último lustro se ha abusado del adjetivo en detrimento del sustantivo. Se ha culpado y absuelto arbitrariamente. Tanto para lo nacional como para lo internacional. Lo de la UE es la construcción de un estado sin que se aclare previamente de qué tipo ni por qué ha asumido un papel de subalternidad y belicosidad. ¿Tenemos derecho a saberlo? ¿A oponernos? ¿A renunciar al país? Se está creando un ente desarraigado que no responde a sus intereses, ya sea referido a las naciones, ya sea como entidad supranacional. Esas elecciones casi indirectas son insuficientes. Aparte de que no sabemos a dónde nos quieren llevar. ¿Va a ser necesario, para estar en la vía correcta, afiliarse al Partido Demócrata? Nos tienen sumidos en el absurdo. El arte, la literatura, la opinión, los espectáculos, todo, ha optado por esta corriente política-literaria. Ensalzamos a Kafka, pero no salimos del castillo ni atendemos a su denuncia contra lo absurdo. Quizás un día amanezcamos no como un insecto, sino como un soldado, un mendigo, un quebrado, un mutilado, un apátrida. Entonces no nos reiremos de nadie. Quizás de nosotros mismos si somos filosóficos.

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