Ayer tuve la oportunidad de conversar con un hombre de ciento cuatro años. Lo conocí a través de las curiosas circunstancias que se rodearon para permitirme gozar de ese par de horas en las que pude disfrutar de su compañía. La cosa surgió de improviso. Estaba en el hogar de mayores del Rincón junto a mi amigo “pies de plata”, buscando una pareja que se quisiera enfrentar a nosotros en una de nuestras “exhibiciones” con el dominó. Se acercaron dos hombres, uno de unos sesenta años y otro “algo” más mayor. Aceptaron nuestro reto y nos presentamos. El más “joven” de los dos nos dijo que venía con su padre. Un hombre alto, delgado y de ciento cuatro años. Para mí fue una auténtica experiencia el poder escuchar las palabras de una auténtica enciclopedia viviente. Una persona que ha vivido la guerra civil, la segunda guerra mundial, la dictadura, la democracia, la llegada del hombre a la luna, los teléfonos móviles, los ordenadores, etc. Creo que estas personas pertenecen a la categoría especial del “segmento de platino”. Sobre todo cuando, como ocurre en este caso, tienen la cabeza perfectamente amueblada, se mueven con escasa dificultad y se expresan con soltura. Una generación dura, superviviente de mil penalidades que ha podido disfrutar de un mundo tan solo soñado por Julio Verne. No digo quien ganó la partida para evitar petulancias. Lo importante fue la conversación y el poder observar que, si tenemos salud, nos espera un futuro bastante aceptable a los de mi generación. Todo es cuestión de mover las piernas y el cerebro adecuadamente. El resto lo hace la medicina moderna.
|